Resulta un verdadero desafío comentar sobre lo que desde hace tanto tiempo se ha estado escribiendo en nuestro País: la defensa de nuestra lengua vernácula. Don Epifanio Fernández Vanga, gran defensor de nuestro español, miembro de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española y de la Academia Antillana de la Lengua, señala en El idioma de Puerto Rico y el idioma escolar de Puerto Rico (1931) que “Nuestra riqueza fundamental es la mente de nuestro pueblo, la capacidad intelectual de nuestras generaciones; eso es así, aquí como en todas partes, y cada día más palmariamente que el día anterior” (p.38); José de Diego quien hizo las primeras gestiones en 1915 para que se estableciera una Academia Antillana de la Lengua Española; la fundación en 1955 de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española (APLE) por la iniciativa de Samuel R. Quiñones y José Balseiro y, desde luego, el celo constante de prestigiosos escritores como don Salvador Tió, miembro fundador y por muchos años presidente de la APLE; Rafael Castro Pereda, quien por sus elocuentes escritos periodísticos fue honrado con el Premio Príncipe de Asturias; Luis Rafael Sánchez, laureado escritor y Académico Honorario de la APLE; las hermanas Luce y Mercedes López – Baralt, Académicas de Número y tantos otros intelectuales dejan evidenciada la ardua tarea de los trabajadores de nuestra cultura hispana.
Me interesa ahora, sobre todo, aclarar algunas confusiones que rondan entre nuestros comentaristas de la lengua. Se dice, con alguna imprecisión, que la Real Academia de la Lengua Española (RAE) es quien toma las decisiones sobre los asuntos relacionados con los cambios estipulados en la Ortografía de la Lengua Española (2010). La revista Dilo de la APLE señala que la RAE y las veintiuna Academias de América y la de Filipinas han desarrollado una política lingüística panhispánica en donde se da una total colaboración entre las veintidós academias a la hora de tomar decisiones responsablemente sobre cuestiones del idioma español. Lo que esto quiere decir es que los señalamientos y recomendaciones que se presentan en el Diccionario, la Nueva Gramática y la Ortografía responden al esfuerzo mancomunado de todas las academias y no exclusivamente a determinaciones de la RAE.
Recientemente, y para mi sorpresa, escuché a una de estas personas que comentan los asuntos denuestralenguaseñalarquelaRAE había determinado que la palabra / solo/ por ser llana terminada en vocal no debe tildarse ni aun cuando tenga función adverbial. Debo aclarar en este punto, que no fue la RAE quien decidió sobre ese particular sino el grupo de las veintidós Academias quienes, por consenso, llegaron a ese acuerdo. No hay que olvidar que la Academia de España es parte constituyente de las veintidós Academias y que su voto tiene el mismo peso que el de las restantes Academias. Pero quien comentaba añadió que ese acuerdo es, en cierto modo, contradictorio ya que /solo/ tiene, a veces, función adverbial y podría crearse cierta ambigüedad en el mensaje si no se le marca la tilde. Aclaremos. A la conclusión que llegaron los miembros del grupo de Academias es la siguiente: La palabra /solo/ es llana y termina en vocal, de ahí que nunca llevará tilde. ¿Y qué ocurre si tiene función adverbial y quien escribe teme ser malentendido? Pues no ocurre nada, simplemente usted escribe /solamente/ o /únicamente/. Después de todo es mucho más fácil y rápido que ponerse a debatir siesadverbioonoysiselemarcala tilde o no. No hay que olvidar que uno de los preceptos de este grupo de académicos es simplificar el uso de la lengua tanto al hablar como al escribir. Aunque a veces ocurren cosas graciosísimas y le quitan una /r/ a arroba pronunciando ¿aroba? y se la endilgan a carillón, pronunciando el incorrecto / carrillón/. Señores, las cosas como son… y las
Les adelanto, por aquello de que las cosas como son… y para no olvidar las sabias palabras del distinguido mexicano cuando señala que “no sabemos en dónde empieza el mal, si en las palabras o en la cosas” que también don Salvador Tió sostenía que “un pueblo no se hace de pronto; se hace como las catedrales: piedra a piedra; se hace palabra por palabra. Y las palabras, como las piedras, cuando están mal puestas, mal medidas, mal empleadas pueden provocar un derrumbe. Y entonces es mucho más difícil volver a empezar”. Es por eso que sugerimos que empecemos a usar los verbos correctamente. Si nos acostumbramos a decir “traíste”, “querramos”, “habemos”, y lo justificamos señalando que lo decimos en “puertorriqueño” solo reflejamos desconocimiento. No seamos paqueteros, y ese vocablo sí es “español puertorriqueño, atrévete y dilo”. Sobre todo, no nos olvidemos de doña Amelia Agostini de Del Río: Dime como hablas… te diré quien eres.