Cuando Lizaimi Rivera Rivera cumplió nueve años comenzó oficialmente sus clases de ballet en la compañía Andanza. En su escuela elemental se fue relacionando poco a poco con el Folklor y ahí dio sus primeros pasos como bailarina de plena. Sin duda alguna, en sus venas corre sangre artística pues su madre es pintora y en la familia paterna abundan los cantantes.
Con un café en mano, recuerda que jamás imaginó que aquello que empezó en su niñez se convertiría más tarde en su principal fuente de trabajo. Sus cuatro hermanos también son artistas y van desde cantantes de ópera, actores y artistas plásticos. Ella ha sido la única que se ha desarrollado como bailarina y le ha dado un uso peculiar a sus movimientos. Actualmente, la joven de 22 años y estudiante del Departamento de Lenguas Extranjeras de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras se ha dedicado a llevar sus pasos a las calles del País.
“Yo empiezo a bailar en la calle a partir de un novio que yo tenía, que tenía amigos que iban al semáforo a hacer malabares. Él un día se tiró con ellos y empezó también. Un día fui y no hago malabares, pero yo soy bailarina y cogí mi falda y bailé y de ahí pa’ lante no he parado”, expresó la joven con una gran sonrisa.
Rivera Rivera vio en la danza la oportunidad de forjar un futuro mientras realizaba lo que más le gustaba; bailar. Los semáforos del País se han convertido en su lugar de trabajo y los donativos que recibe a diario en ellas en su sustento.
“Aquí en el área metro hay varios semáforos que son los predilectos, como el semáforo en Santurce de la Avenida de Diego donde sale la Baldorioty, ese es como el más cerquita de casa. También voy a uno en la Piñeiro, en la Martínez Nadal y a veces, pero no es muy bueno, vamos a Condado”, contó la bailarina.
La estudiante se hospeda junto a su hermana en Santurce y con los donativos que recibe costea sus gastos personales y universitarios. La artista, que viene de una familia muy unida, está consciente que para sus padres sostener a cinco hijos es fuerte. Por eso, no ha dudado en ningún momento en utilizar sus herramientas de conocimiento para ganarse la vida y aliviar económicamente sus progenitores.
“Yo creo que la palabra súper clave de los artistas y de los jóvenes puertorriqueños es la autogestión. No podemos sentarnos a esperar a que nos contrate una compañía porque no hay trabajo. Tienes que inventarte tu trabajo y hacer que funcione”, afirmó la bailarina.
Rivera Rivera no solo ha optado por bailar en las luces de las avenidas principales de San Juan, en ocasiones la llaman para diversas actividades en hoteles y aprovecha cada oportunidad para conseguir dinero haciendo su arte. Además, la joven pertenece a la directiva y es coreógrafa de la compañía folclórica Magüey.
“Este nuevo grupo, que somos unos cuantos viejos amigos muy talentosos y muy profesionales, que se une para formar un nuevo grupo con un nuevo concepto del folklor. No trabajar el folklor desde lo tradicional si no trabajar el folklor dentro de lo que somos ahora mismo como puertorriqueños”, comentó.
El arduo trabajo que realiza esta joven estudiante se ve reflejado en su cuerpo, su tez bronceada da testimonio de que el sol hace estragos en su piel todos los fines de semana cuando visita el semáforo y baila. Sus obscuras ojeras, siempre al natural, revelan las noches arduas que pasa ensayando y estudiando. A pesar de tener un trabajo que dice disfrutar demasiado, no todo es color de rosa en esta ardua tarea.
“La mayoría de las veces estamos dos horas porque es minuto a minuto y uno termina explotado. El cuerpo no aguanta tanto debajo del sol y uno se deshidrata”, aseguró.
Limitado el espacio de trabajo
La Universidad de Puerto Rico cuenta con el Programa de Estudio y Trabajo que permite a los estudiantes laborar dentro del recinto universitario. Los estudiantes que no cualifican para ayudas económicas pueden optar por solicitar trabajo mediante el Programa de Jornal. Este programa subsiste gracias a fondos asignados en el Presupuesto de la Universidad al Sistema de Bibliotecas. En agosto de cada año se entregan 300 solicitudes y en enero 150, la mitad, pero estas solicitudes de trabajo no son aceptadas todas.
“Depende del horario y disponibilidad de los estudiantes. Si el estudiante solo tiene una hora libre es muy poco el espacio porque los obliga a salir corriendo de una clase para llegar al trabajo”, comentó Flor Velázquez, oficial administrativa en la Biblioteca José M. Lázaro.
La única alternativa que tienen los estudiantes que no reciben ningún tipo de ayuda federal es el fondo que le es asignado a Jornal. Cada año el coordinador de cada biblioteca del recinto evalúa las nuevas solicitudes y a base de sus horarios el estudiante es contratado.
“Cada Facultad tiene dos o tres estudiantes de Jornal. A veces vienen y ya han pasado las fechas y los enviamos a sus facultades para orientarse”, indicó Velázquez.
Para el 25 de agosto de 2015, en el Recinto de Río Piedras (UPR-RP) habían 16,480 estudiantes matriculados, según datos brindados por Ana Nidia Gómez, oficial de estadísticas en la Oficina del Registrador. De esta cantidad 8,099 alumnos pagaron sus matrículas con la Beca Pell y 8,186 realizaron otro tipo de pago. También 195 fueron pagos con vales, pagos de agencias y ayudas del Programa Rehabilitación Vocacional, esta cifra no incluye pagos por veterano.
Aporte mayor a la economía informal del país
El economista Jorge Elguera destacó que no hay empleo, que el desempleo ronda en el 14 % y que la mitad de la población vive bajo el nivel de pobreza. Actualmente la opción de muchos jóvenes es crear su propio empleo ya que carecen del capital para formalizar su trabajo.
“El mismo sistema los empuja a la informalidad. Tenemos estudiantes que viven hospedados que a veces no tienen que comer. Esto es algo que no se dice. Casi un tabú. Inevitable considerar la economía informal como forma de generar ingresos de forma rápida”, explicó el experto.
La economía informal, según datos publicados en febrero de este año por el exvicepresidente de la Asociación de Bancos de Puerto Rico Arturo L. Carrión se estima en más de $17 mil millones.
Elguera puntualizó que el incremento de la economía informal en el país surge por desconocimiento o por las mil trabas que se presentan para formalizar un negocio.
“Formalizar es caro, burocrático, tedioso. Existen pocos trabajos disponibles para los jóvenes y la gran mayoría a salario mínimo y en horarios difíciles. Es muy tentador y hasta cierto punto entendible entrar en una actividad informal”, añadió.
Para Rivera Rivera la paga mínima es injusta, es por esto que utiliza su arte como modo de supervivencia y expresión.
“No vuelvo para un 7.25 la hora, yo disfruto mucho mi trabajo. Es cansón, pero yo decido a qué hora voy a ir al semáforo y qué días. Yo soy mi propia jefa y funciona”, detalló la joven.
La autora es estudiante de periodismo en la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico. Este texto se produjo para el curso Redacción Periodística II (INFP 4002), que dictó la profesora Odalys Rivera el pasado semestre.