Hace unos días murió Alberto Aguilera Valadez: Juan Gabriel. La noticia me llegó de inmediato en un mensaje electrónico. De pronto, la cerveza que me bebía se volvió amarga y mis pensamientos se concentraron en localizar las canciones de ese artista de talento inmensurable y presencia un tanto extravagante en sus años recientes. Había muerto el autor de Lo pasado, pasado; Hasta que te conocí, y No me vuelvo a enamorar, algunos de los himnos generacionales con los que identifico diferentes etapas de mi vida sentimental. La tarde se hizo pesada e incómoda con la noticia. Sentí que algo de mí también había comenzado a desaparecer.
Nunca fui fanático de Juan Gabriel. Es decir, nunca identifiqué las canciones con el rostro y la personalidad de su autor. Hasta hace unos días; cuando supe que ya no existía. Enseguida quise repasar algunos datos de su vida y de su legado musical. Busqué la lista de sus composiciones, y, para mi sorpresa, son cientos. De hecho, registró más de mil. Por supuesto que no todas se grabaron o fueron grandes éxitos, pero tienen como tema común el sentimiento más elusivo y enigmático del ser humano: el amor.
Sus canciones retratan, como un caleidoscopio, las penas y alegrías a las que voluntariamente nos sometemos al amar. Son letras que hablan de una persona que -aunque conocedora de los riesgos-, no pierde la esperanza de encontrar a ese alguien que le responda con el cariño y la pasión de la que se sabe capaz y merecedora o de la que ya disfruta las ensoñaciones de un gran amor. Muchas son cantos de fe para una pena honda y larga. Aun así, la esperanza siempre predomina en ellas.
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Tras escuchar que el cantante mexicano había muerto, el público se congregó frente a una escultura suya en la Plaza Garivaldi en Ciudad de México para rendirle tributo. (Wikipedia)
Indudablemente, “el divo de Juárez”, como le nombraban en su patria, México, gozó de una capacidad especial para captar un vínculo común entre toda la gente y traducirlo en canciones. Por algo se le considera el compositor hispano más cantado a nivel mundial a través de sus rancheras, baladas, rumbas flamencas, boleros, salsas, etc., traducidas a más de diez idiomas. Su talento para la composición logró impulsar las carreras de nuevos cantantes y expandir las fronteras artísticas de figuras de la música popular internacional, como sucedió con Rocío Dúrcal, Lola Beltrán, María Victoria, Pedro Vargas, Isabel Pantoja, Angélica María, Rocío Jurado, Julio Iglesias, Daniela Romo y Ana Gabriel, entre muchos otros.
Seguí indagando sobre su vida, y, me sorprendió descubrir un ser humano excepcional. Su dificilísima niñez, adolescencia y adultez han sido y seguirán siendo material para producciones mediáticas sobre historias de triunfo ante la adversidad. Aun así, con la imagen del personaje que bautizó con el nombre de Juan Gabriel, en la década de 1970, impuso su talento como compositor, músico, arreglista, cantante y actor. Con ella alimentó el apetito de la prensa y el de sus seguidores, y mantuvo a resguardo la de Alberto Aguilera Valadez, el hombre de carne y hueso.
Aun acosado por las especulaciones sobre su orientación sexual por el torbellino mediático atado a los convencionalismos del pasado, logró conformar una familia de hijos y nietos al margen de la utilización comercial de su intimidad. De igual manera, fue muy generoso con las personas que en algún momento le acompañaron por la vida, pues, gracias a un talento formidable superó los prejuicios sin necesidad de explotar la confianza y confidencialidad de sus allegados.
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El artista tiene una estrella en el paseo de los famosos en Hollywood. (Wikipedia)
Entonces, hojeé los periódicos electrónicos y de papel. Estaba en todos. Las fotos predominaban sobre las informaciones. Eran fotos más o menos recientes, tomadas como al descuido, sin intenciones de captar o contar alguna novedad. De las que se toman cuando creemos que ya sabemos todo sobre esa persona. Las que se piensan para hacer constar, no para contar o revelar el presente de quien se capta con el lente. Pero, abundaban las de poses del cantante sobre el escenario que reducían su talento a una caricatura. Posiblemente, porque llevaba tantos años en escena. Tal vez demasiados para el ritmo de consumo de estrellas en la actualidad.
En los espectáculos con llenos totales en las salas más prestigiosas de las principales capitales del mundo, aprovechaba esos momentos de poder absoluto sobre sus públicos para desnudar su alma, arropada con canutillos y lentejuelas, pero sin olvidar quién era y quién había sido. Su generosidad y compromiso para con los más necesitados -como un recordatorio personal de lo que vivió él y su familia en el pasado-, especialmente, con la niñez, a la que dedicó parte de su tiempo y de sus ingresos mediante amplias iniciativas de corte social, son conocidas por sus compatriotas.
Por todo ello, el mundo sabe que murió uno de los grandes. Sus composiciones y su personalidad se mantendrán en el recuerdo de sus públicos. Nos toca pedir un aplauso, de pie, al talento enorme del artista que agradeció y nos dio tanto y tanto amor.