Antes que salga el sol ya tiene el machete en la mano. A las 7:00 de la mañana Luz Celenia Caraballo Castillo se asoma al balcón de su casa a la que llama “mi palomar”. Busca su bastón de madera improvisado y se apoya en él para bajar las escaleras.
Sus dedos son mullidos y la piel que los cubre es lisa, pero gruesa. Tiene 76 años, arrugas y canas, pero se siente joven. Lo que pasa es que la han operado tres veces de la rodilla derecha. “Camino, pero no la puedo doblar”, comenta.
Baja lista para ejercer el oficio que heredó de sus padres a los siete años: la agricultura. La yaucana lleva un pañuelo amarrado en la cabeza y unos tenis cubiertos por tierra seca. También, un pantalón holgado y unas medias largas por encima de él para protegerse de las hormigas o cualquier otro insecto del monte.
Bobby la acompaña y vigila sus pasos. “Es el perro del nieto pero siempre está detrás de mí”, explica Luz Celenia y continúa adentrándose en la finca. Aunque conoce muy bien el lugar, va con cuidado porque el terreno tiene una pendiente muy inclinada. Al lado derecho de la vereda, hay mil árboles de café “limaní” esperando para ser sembrados en una cuerda de terreno. Esta especie de café es la que la agricultora está sembrando luego que la plaga de la roya dañara sus plantaciones.
En tiempos de cosecha, Luz Celenia recibe incentivos en abono del Departamento de Agricultura por la producción de café. Este año, la roya hizo que la producción fuera muy baja, por lo que la cantidad de abono que recibió no fue suficiente para nutrir la siembra y ha tenido que invertir mucho dinero.
“Si florecen ahora, ya para Noche Buena recogeremos café”, comentó esperanzada. Esto lo sabe por su extensa relación con la naturaleza. El ciclo de vida de las plantas le ha permitido comprender que “todo lo que florece en la luna nueva se vuelve hojas y todo lo que nace en luna menguante se cuaja”. Esas son cosas que, según ella, no se aprenden en la universidad.
“A mí me sacaron de la escuela a los nueve años”, dijo y cortó con el machete las hojas secas de una “mata” de guineo. A esa edad comenzó a criar a sus hermanos y nunca completó la escuela. Más tarde se casó y formó su familia.
Luego de 30 años viviendo y trabajando en la finca, en febrero de este año recibió el título de propiedad de sus “doce cuerdas y unos granitos” en el sector La Salvación en Yauco. Al decirlo sonríe y le brillan los ojos.
A los dos años de haber adquirido el terreno a través de la Corporación de Desarrollo Rural (CDR) su esposo murió de enfisema pulmonar. Entonces, ella se dedicó a sembrar y a criar a sus nueve hijos. La agricultura fue y es la base de su sustento.
Gran parte de su tiempo lo pasa sembrando. “A mí me gusta estar más aquí que en la casa”, dijo la mujer mientras observaba las hojas de uno de los árboles de café dañado por la roya.
Esas tierras le proveyeron los recursos económicos para que sus nueve hijos se convirtieran en profesionales. Ella y uno de sus retoños, Eduardo, son los únicos empleados de la finca. Juntos siembran y recogen el café, los guineos y todo lo demás.
Al alcance de la mano hay ajíes, limones, toronjas, cilantrillo, gandules, orégano, y malangas. Pero, en un pequeño huerto detrás de la casa tiene mucho más. También, hay gallinas y conejos.
Los frutos menores los siembra para ella. “Yo no los quiero para vender. Yo los quiero pa’ comérmelos”, dice entre risas. Lo único que compra en el supermercado es arroz y carne. “Lo demás lo tengo aquí”, indica y cambia la voz a un tono serio.
No le gustaría abandonar su “palomar”. La única posibilidad de irse sería “cuando esté vieja” para que su hijo, uno que vive en California, la cuide. Pero, “ahora yo no estoy vieja. Tengo que aprovechar cada minuto de vida que Dios me da para trabajar”, concluyó soltando una carcajada.
Aquí nuestra serie especial de Diálogo Verde 2016: “No te comas el mundo”
- La agroecología, una manera de salvarnos
- “Destrezas de vida” en la educación agrícola
- Jóvenes, universitarios y agroecologistas
- El valor de la comida que se sirve a conciencia
- Egresados de la UPR apuestan a la agricultura
- Comprometidas con la agricultura las mujeres boricuas
- Luz Celenia Caraballo, incansable caficultora
- Tostones, sopas y sandías boricuas llegan a Estados Unidos
- Subsidios e incentivos para comenzar en la agricultura
- La investigación agrícola: aprender haciendo
- Nuestra tierra: nuestro futuro