A las 9:15 de la mañana la estación del tren urbano en Bayamón permanece cerrada. Así ha estado por los pasados 40 días desde que este sistema de transporte público cesó su operaciones a causa del paso del huracán María por Puerto Rico. Pero este lunes 30 de octubre reiniciaron las clases en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico y ameritaba conocer cómo —a falta de tren—se moverán los cientos de gallitos y jerezanas que viajan desde esta estación hacia su campus universitario.
Una rejas a modo de telaraña de aluminio separan al público de cuatro empleados del tren urbano que se encontraban en el lugar a pesar de no tener energía eléctrica.
“¿Cómo llego a Sagrado Corazón?”- preguntó una señora que posiblemente pasaba los 50 años y que cargaba una abundante —pero corta— melena rizada.
“Debe tomar la ruta T2 de la AMA”- respondió uno de los funcionarios.
Confiado en que era el proceso adecuado para recibir la información, pregunté a los mismos empleados cómo llegar a la Iupi en un modo alterno al tren.
Luego de mirar con asombro a su compañero, el mismo funcionario que dirigió a la señora de voluminosa cabellera respondió: “Tienes que tomar la T2 para Sagrado y luego la ruta C1 que te llevará a la Universidad”.
Un cálculo mental ligero me llevó a pensar en que sería una vuelta de un punto para virar a otro. Pero el reloj corría y había que llegar al campus, así que busqué mi método de pago.
–“Con menudo, son .75 centavos”, me orientó el mismo empleado al ser abordado sobre la manera de pagar ya que las máquinas para recargar las tarjetas de la Autoridad Metropolitana de Autobuses (AMA) tampoco están en servicio.
Una sacudida a los bolsillos confirmó que no tenía ni una sola moneda conmigo (traspié de principiante en la AMA). El caos duró poco hasta encontrar cambio en un Subway cercano. Son las 9:30 a.m.
En la parada, ubicaban tres guaguas: una fuera de servicio, la ruta T2 y la ruta D92. Cerca de 20 personas esperaban en el lugar, incluyendo a la señora de melena frondosa. También hay personas de más edad, madres con hijos, empleados de gobierno y seis jóvenes que se dirigen al Recinto de Río Piedras de la UPR.
A las 10:00 a.m. llegó el conductor de la T2, pero no zarpamos. Al cabo de 30 minutos de más espera, la guagua que nos llevaría hasta la estación de Sagrado Corazón abrió sus puertas. La parada se quedó vacía. Unos con menudo, otros con tarjetas ATI, poco a poco abordaron los pasajeros —unos 30 aproximadamente—.
Subí y solo quedaba un asiento hasta el final junto a una joven con audífonos en sus oídos y la mirada puesta en un libro. En poco tiempo, nos detuvimos en la parada frente a Canton Mall, donde subieron más ciudadanos. Un joven vestido de camisa naranja cedió su asiento a una anciana que utilizaba un bastón y arrancó la guagua.
Bordeamos el Coliseo Rubén Rodríguez y luego llegamos al Santa Rosa Mall. La guagua se llenó con más ciudadanos en cada parada que hacía y fueron pocos los que se bajaban. En ese punto, ya no quedaban asientos y muchos se quedaron de pie.
“Por favor muévanse para atrás. Así todos pueden entrar”, le dijo un joven con camisa negra y pelo rizado oscuro a los demás pasajeros a fin de controlar el ataponamiento dentro de la guagua frente a Santa Rosa Mall.
Con cada parada, se sumaban más viajeros. Uno por uno seguía caminando hacia la parte de atrás, mientras algunas personas sentadas concedían sus asientos a personas de la tercera edad. Al igual que la cantidad de público, el tránsito al tomar la #2 era pesado.
Al continuar la avenida Roosevelt, llegamos a la parada de Plaza Las Américas. Fue entonces que bajaron varias personas y salieron de la ya apretada guagua.
En la estación Roosevelt más personas bajaron y subieron nuevas. De inmediato, la guagua continuó su ruta.
Desde los cristales, un restaurante Popeye y la farmacia CVS revelaban el destino final.
“¿Cuál es la próxima parada?”- pregunté a una joven sentado a mi izquierda con camisa verde y cabello pintado de rubio.
“Sagrado Corazón. La mayoría va a bajar aquí”-respondió.
Varios de la tripulación que tenían bolsos, e incluso los estudiantes con sus bultos, se veían preparando su salida. La guagua se detuvo frente a la farmacia CVS. Todos nos bajamos y de inmediato sentimos un pellizco del sol. Eran las 11:06 a.m. Luego de una hora de recorrido, recordé que necesitaba más menudo para poder costear la próxima guagua: la C1.
Caminé hacia la farmacia CVS para poder comprar algo de tomar y conseguir cambio. De camino por las vías peatonales, me percaté de la salida de la T2 de regreso hacia Bayamón. Con el cambio en la mano me dirijo en busca de mi nuevo destino.
Antes de llegar, por las vías peatonales, me detuve mientras veía como partía la guagua T2 de regreso hacia Bayamón.
“¿Dónde tomo la C1?”- lancé a una dama de pelo corto castaño, gafas rojas y un traje rosado.
“Detrás de este edificio vas a ver la parada” – me replicó.
Ella se refirió detrás de la estación del tren. Al llegar a la parada, se encontraba parte de la tripulación que me acompañó desde Bayamón, entre ellos los seis estudiantes universitarios. Me encontré a un vendedor de helado, que a pesar del extremo calor que hacía, no vendió ni un ejemplar durante el tiempo en que estuve en espera de la C1.
Los bancos estaban ocupados, había muchas personas esperando. El sol estaba en su momento más fuerte, el mediodía se acercaba. Cuestioné por qué tardaba tanto la guagua.
“Llevo desde las 10:00 a.m. esperando la guagua que me lleve hacia Río Piedras”- manifestó de inmediato otra dama que esperaba por el transporte.
Quizás por eso muchos de los pasajeros cifraban su suerte a las “pisicorres”. Los vehículos de color blanco se detenían en el carril de la AMA, varios choferes sacaban un cartel que decía Río Piedras. Eran la solución de varias personas para poder llegar a su destino sin más retraso del que ya llevaban.
Una hora después, todavía estaba en la estación Sagrado Corazón. Hasta que llegó la C1 al mismo tiempo que llegaba otro viaje de la ruta T2 directo de Bayamón. El gentío en la parada se dividió entre ambos vehículos, pero la mayoría se fue por la C1.
Vincent Marrero, estudiante de física y en su segundo año en la la Iupi, llevaba el mismo recorrido desde Bayamón. Al montarse en la C1 explicó que su clase comienza a la 1:00 p.m. y que habitualmente utiliza el Tren Urbano. Dijo que normalmente, el tramo desde la ciudad del chicharrón hasta la Universidad le toma unos 30 minutos. En esta ocasión, faltaba menos de 45 minutos para reiniciar su curso.
En comparación con la T2, la C1 hace menos paradas y mayormente en el casco urbano de Río Piedras.
El tránsito era pesado en el ambiente de riopiedrense lo que provocó que el viaje se extendiera media hora. Eran las 12:30 p.m. cuando la guagua llegó al frente de la UPR en Río Piedras. Luego de dos horas y media, Vincent y el resto de los jóvenes llegaron al campus. Allí yacía cerrada otra de las estaciones del Tren Urbano. También las esperanzas de algunos de un transporte más ágil para llegar a la Universidad.