En un país donde la tasa de desempleo llega al 17%, en el que cada vez cierran más negocios locales, donde diariamente la mayoría de su población busca cómo seguir a flote dentro de la economía formal y en el cual un reciente estudio estableció que el 56% de los niños viven en la pobreza, para nuestro Gobierno parece ser que las prioridades son nuevas marinas para yates de millonarios y otros megaproyectos rutilantes y fastuosos.
También es al parecer menester establecer nuevas compañías multinacionales como Victoria’s Secret, más Walmarts (uno en el mismo centro de Santurce), Saks Fifth Avenue y más. En tanto, es necesario seguir creando propiedades que solamente pueden comprar las clases acaudaladas. Y además, la creación de grandes resorts y spas de lujo, que se establezcan en las áreas verdes del país como el Corredor Ecológico del Noreste.
Y me pregunto…¿Por qué se está tratando de establecer una economía de lujo en un país que lleva años huyendo de la crisis? ¿Quién compra en estas tiendas cuando es más importante comer? La desigualdad de ingresos en Puerto Rico es palpable. No hay trabajos, pero hay carros extravagantes para dominguear. Las filas para pedir ayuda económica gubernamental, la Reforma y el PAN, comienzan a las 3:00 a.m de la madrugada, sólo para conseguir un turno, pero tal desgracia ni importa para una sociedad que puede darse el lujo de comprar brasieres de 60 dólares. ¿Para qué queremos pechos sujetados por el secreto de Victoria con una barriga vacía? Tal vez esto nos haga más fashion, por aquello de la flaquencia extrema (véase desnutrición), que tanto está de moda.
Mientras tanto, Charles Fishman, autor de The Walmart Effect, explica que la megatienda existe bajo la promesa de mantener los bienes de consumo más baratos que los demás, aunque la diferencia sea en centavos. El poder de ahorrar dinero en ciertas cosas, para poder así gastarlos en otras ha transformado la economía global, propulsada por los hábitos de consumo del ¨primer mundo¨. Simultáneamente, la manera en que compramos afecta la manera en que pensamos.
Sí, Walmart nos provee los bienes que queremos a un asegurado precio-más-bajo. Pero a su vez, representa una competencia que es casi imposible de batallar para los pequeños y medianos comercios locales de la áreas aledañas en donde se planta el mamút multinacional.
“Esta millonaria inversión de Walmart en el corazón de Santurce promete inyectar actividad económica y adelantar el desarrollo urbano de esta zona”, dijo el gobernador Luis Fortuño, sobre la reciente inversión de 50 millones para construir un supercentro de esta cadena en el centro santurcino.
El centro creará 300 empleos, además de alrededor de 250 durante el periodo de su construcción, para el mejoramiento de la economía nacional y estimular el crecimiento local, según comprende el Primer Ejecutivo. Pero, ¿cómo se estimula el crecimiento local cuando una de las compañías más grandes del mundo establece una de sus tiendas cafetería, supermercado, panadería, intercambio de valores, deli, centro de electrónicos, óptica y más, capaz de ofrecer los bienes a un precio más bajo?
Lo que el Gobernador olvidó mencionar es la historia que acompaña a Walmart, un rival seguro de los negocios locales y tradicionales. Sí, se crearán 300 plazas al esteblecerse esta tienda, pero el efecto que causa la dependencia del consumidor en las supertiendas multinacionales precisamente afecta a la creación de empleos y sigue profundizando el abismo del cual trata de salirse nuestra economía.
Una investigación llevada a cabo por varios profesores de universidades de Estados Unidos, titulado The Effect of Walmart on Local Labor Markets, establece que por cada empleo creado por Walmart, se pierden 1.4 empleos en el mercado local debido a reduccción de personal o el cierre de pequeños o medianos negocios locales que no pueden competir con el gigante.
Las acciones de la administración gubernamental de nuestro país difíciles de digerir, pero no es sólo por sus acciones que debemos repensar esta situación. La razón por la cual estas megatiendas triunfan -55 de ellas muy bien establecidas en Puerto Rico (ya mismo tendremos el mismo número de Walmarts y municipios)- es porque la gente acude y compra en ellas. La mejor manera de manifestar la indignación y el desacuerdo del establecimiento de este tipo de corporación en el centro de nuestros cascos urbanos es no consumir en ellas.
La decisión de invertir en una economía que sigue promoviendo el establecimiento de megatiendas, enfocada en el consumo de lujo y la dependencia en el mercado exterior, servirá como una curita para nuestro sistema económico, pero no cerrará la herida.
Tal vez es hora de arrancar dejar las curitas en el botiquín e incentivar el mediano y pequeño comerciante local, para así poder sostener una economía robusta y promover un consumo conciente: aquel que compra calidad y en pro del bienestar común.