Los medios de comunicación estadounidenses anuncian que el hombre más buscado del mundo ha muerto. Osama Bin Laden, nombre que se convirtió en sinónimo del terror luego de los infortunios del 11 de septiembre de 2001, murió “en una mansión en Pakistán a manos de una operación secreta de la Central Intelligence Agency (CIA)”. Una década después de los atroces actos en Nueva York y del comienzo de una guerra que al parecer no vislumbra conocer el final; la vida del hombre valorizado en 25 millones de dólares, ha finalizado.
La controversial guerra contra el terror, ideada por la administración del ahora ex presidente George W. Bush como represalia ante los actos terroristas del 2001, comenzó como una búsqueda tras las huellas de este hombre islamista extremista y enemigo de Occidente. Según la inteligencia americana, Bin Laden residía en alguna cordillera afghana y se decía que era un Saudí millonario, perturbado y obsesionado con acabar con el sueño americano. Este extremista nunca aceptó llevar a cabo los actos que se le adjudicaron en aquel entonces; a pesar de haber celebrado abiertamente ante la prensa mundial que los ataques fueran llevados a cabo exitosamente.
En este sentido, Bin Laden se convirtió en el símbolo del miedo, la muerte y culpable. En fin, el enemigo mayor. Su rostro fue un escape ante la incertidumbre, un chivo expiatorio que cumplía con todos los atributos necesarios para convertirse en el hombre más odiado en América. Miles de cuerpos han caído desde aquel septiembre. Unos tantos en la gran manzana otros cientos en las arenas de medio oriente. Ahora, Osama murió en Pakistán pero los ejércitos aún en la actualidad matan en Afghanistan y en Irak. Ante esta muerte, infinitos cuerpos se han reunido en masas a celebrar frente a la Casa Blanca. Celebran, cantan, bailan a carcajadas, pero al final de todo, murió un hombre.
Por su parte, el actual presidente, Barak Obama, se adjudica la decisión de llevar a cabo el ataque que finalizó cobrando la vida de Bin Laden. Probablemente, nutriendo al mismo tiempo su campaña de re-elección para el 2012. De manera que, este evento sin duda es un acto significativo para la organización terrorista Al-Queda, quien pierde uno de sus líderes más importantes y a su vez representa una gran victoria dentro del panorama de la Guerra contra el Terror. Asimismo, muestra la falta de eficacia en las organizaciones de inteligencia estadounidenses, quienes tardaron alrededor de una década en encontrar a un sólo hombre, que presuntamente vivía en una gran mansión en una ciudad pakistaní y no escondido en las montañas o un paraje secreto.
Ahora bien, los Estados Unidos de América han obtenido una victoria dentro de la política internacional. Esta vez, llevaron a cabo su misión, 10 años después, claro está. Mientras tanto, Wolf Blitzer pronunció repetidamente ¨Mission accomplished!¨ en CNN. ¿Acaso será que los estándares ante el éxito para los americanos son muy bajos? Diez años en búsqueda de un sólo cuerpo, diez años y miles de muertes por buscar un sólo hombre, diez años y ¿ahora qué?
Murió. ¿Ahora qué? Calló el régimen Talibán afghano y la guerra perpetúa. Murió también Hussein y permanece la ocupación iraquí. Si algo nos ha enseñado la historia es que la muerte de un villano no establece la paz, siempre hay alguna nueva máscara a la que se le transfiere los actos horrendos de la humanidad.
Hoy se celebra la muerte, como si fuera algo digno de celebrarse. ¿Cuántas muertes hay que celebrar para finalizar esta guerra? La ficha de Osama ha sido eliminada del tablero y mientras tanto, el mundo se mantiene en jaque.