En una hora y 56 minutos confirmé lo que decían los titulares negativos sobre Passengers.
Acepto que la primera vez que escuché de esta película, sentí curiosidad. “Chris Pratt y Jennifer Lawrence juntos”, pensé “de seguro es una comedia o algo por esa línea”. Luego vi el tráiler, “¿acción/ciencia ficción?”, y mi emoción mermo, pero aún así les di el benéfico de la duda. Que se retaran profesionalmente podría resultar en una sorpresa grata.
Passengers, dirigida por Morten Tyldum (The Imitation Game) y escrita por Jon Spaihts (Doctor Strange, Prometheus), cuenta la historia del mecánico Jim Preston (Chris Pratt) y la periodista Aurora Lane (Jennifer Lawrence). Ambos viajan junto a otros cinco mil pasajeros en la nave espacial Avalon a una colonia llamada Homestead II. Un breve recorrido histórico por las películas de ciencia ficción con esta premisa apunta a que un desastre espacial es inminente.
Jim pasa un año y medio en soledad, luego que un desperfecto mecánico causara que fuera despertado 90 años antes de llegar a su destino. Un momento particularmente depresivo provoca que el protagonista se encuentre con Aurora, quien está descansando como una bella durmiente en su cápsula.
El encuentro genera curiosidad en Jim y este comienza a investigar quién es ella. Tras leer sus artículos y ver sus entrevistas, el mecánico empieza a sopesar si debe despertarla para que esta le sirva de compañía en la nave inmensa que parece un crucero volador. Aquí comienza el problema.
A pesar de que la cinematografía logra evocar la esencia de clásicos de ciencia ficción como Alien y 2001 Space Odyssey, -y contemporáneos del género como Star Trek y Prometheus (Spaihts es coescritor de la última)-, que la banda sonora es estándar y que las actuaciones (más la de Lawrence que la de Pratt) son buenas, no se pueden evadir los defectos crasos que posee la historia.
El protagonista le hace pensar a Aurora que su cápsula, al igual que la de él, se dañó. Todo parece ir acorde al plan de Jim hasta que Arthur (Michael Sheen), el barman de la barra que ambos frecuentan, le revela a Aurora los hechos: Jim abrió su cápsula para no sufrir solo. Esto suscita una pelea entre ambos que culmina en la ruptura de la relación.
Finalmente, después de que Jim casi perdiera la vida, Aurora lo perdona. Claramente, ella padece del síndrome de Estocolmo. Hubiera sido interesante que se explorara la relación entre ambos como una profundamente problemática, pero la película ignora esto por completo.
En varios momentos la película tiene la oportunidad de reivindicarse pero no lo hace. Podríamos ‘estirar el chicle’ y decir que la nave sirve como metáfora de la soledad y la inmensidad del espacio, pero cada vez que la película intenta adentrarse en la exploración de estos temas, una línea de diálogo o de acción superflua aparece y descarrila la historia.
El filme en ocasiones parece una comedia romántica, en algunos momentos una aventura y en otros una película de ciencia ficción. En guiones decentes, estos tres elementos coexisten y se complementan, pero en este hacen que una película parezca tres.
No soy muy fanática de Jennifer Lawrence. Como dicen en un momento dado en el filme, creo que ella esta “overpriced and overvalued”. Pero son cosas mías. Al fin y al cabo, ganó un Oscar, lo que sea que signifique eso. Chris Pratt, por otro lado, es como un cachorro labrador: juguetón y amigable.
A pesar de esto, la actuación de Lawrence, la dirección por parte de Tyldum y la cinematografía por parte de Rodrigo Prieto (Babel, Los Abrazos Rotos, Amores Perros, The Wolf of Wall Street, etcétera.) son los únicos factores que sacan esta película a flote y no hacen que se hunda como el Titanic.