Otro intento fallido de causar emoción llega a los cines hoy, esta vez con el nombre familiar de Point Break, un elenco no tan conocido y un libreto repleto de clichés.
Se llama Point Break, dirigida por Ericson Core y protagonizada por Édgar Ramírez, Luke Bracey y Ray Winstone. Sus creadores parecen haber mezclado su versión original con una GoPro y esteroides en busca de un filme relativamente entretenido. En ella, un joven miembro del Federal Bureau of Investigation (FBI), se infiltra en un grupo de atletas extremos porque sospecha que son los autores de una ristra de robos increíbles. Los delitos son inspirados en las enseñanzas de un fenecido líder espiritual, cuyas ideologías eran una combinación de Robin Hood y Siddhartha.
Esta versión es un remake de su película homóloga estrenada en el 1991, protagonizada entonces por Keanu Reeves, Patrick Swayze y Gary Busey, dirigidos por Kathryn Bigelow. En aquel tiempo contaba con una trama un poco más coherente.
Para entenderlo podemos tomar el título, Point Break, como punto de partida y así explicar las diferencias entre la película original y este refrito.
Point break es un término común en el surfing en donde una ola rompe debido a su impacto con un pedazo de tierra que sobresale de la costa. Tal vez sea una metáfora, o simplemente un elemento intrínseco de la película del 1991: los antagonistas eran surfistas. Además de su amor por las olas, se dedicaban a robar bancos con máscaras de presidentes de los Estados Unidos, haciéndose llamar, precisamente, ‘los Expresidentes’.
Por otro lado, en la película actual el point break es definido como el momento en donde las emociones se apoderan del ser humano en situaciones extremas. Es decir, el miedo toma las decisiones por ti. En esta ocasión, el protagonista escucha estas palabras justo antes de realizar un base jump, una modalidad del paracaidismo que consiste en saltar de un objeto fijo.
Esta es una de las diferencias entre ambas películas, en la versión de Bigelow el enfoque extremo era principalmente uno: el surfing. Mientras, en esta los sujetos son presentados como los atletas más polifacéticos del mundo. Además del base jumping, incurren en otros deportes extremos como motocross, escaladas sin asistencia de equipo adicional y más. No obstante, estas puestas en escena carecen de emoción y quedan como simples ejemplos de cómo el cine tiene la habilidad de personificar y embellecer el peligro, pero eso ya lo sabíamos antes de ver esta película.
Como consecuencia de los guiños constantes a la original, esta versión luce insuficiente. Mientras la anterior cargaba con un alto componente dramático y lineal, en esta la trama parece más una excusa para realizar la película. Sí, Utah es un encubierto que busca encarcelar a un grupo de delincuentes, pero esto queda relegado a un segundo plano. En ningún momento vemos al agente darle al FBI indicios razonables para continuar su infiltración con esta pandilla extrema. De la misma manera, el FBI no lo necesita, pues de la manera en que están presentados, esta agencia es una autoridad que le basta la corazonada de un recluta novato.
Podríamos mencionar un sinnúmero de otras fallas, como la presencia de solo una mujer en el elenco para ser utilizada como mero accesorio sexual, el libreto completamente predecible, los estereotipos que acompañan a estos grupos como tatuajes y música de Junkie XL, entre otros. Podríamos mencionarlos, pero la lista sería demasiado larga como para lo que merece.
En pocas palabras, esta película es un refrito que se bate entre forjar su propio camino con los amantes de la adrenalina y su pasado originario, cuya sombra la acapara totalmente. Point Break (2015) es buena película para pasar el rato cuando la den en HBO o algún otro canal de televisión. Sin embargo, insisto en la idea de que gastar el tiempo viendo vídeos de deportes extremos en Youtube resultaría más entretenido.