
Del 27 de enero al 15 de mayo pasado estuvo abierta al público la excepcional exhibición Oscar Mestey Villamil: Contramuro, obra 1975-2012 . Así se tituló el ambicioso proyecto retrospectivo de la obra de uno de los artistas cofundadores del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico, en Santurce, lugar que precisamente sirvió de sede a esta muestra que recoge el trabajo plástico realizado por el artista durante los pasados treinta y cinco años. La competente participación del doctor Nelson Rivera, artista y estudioso del arte puertorriqueño, como curador invitado, se tradujo en un catálogo ampliamente documentado e ilustrado sobre la obra plástica de Mestey Villamil.
Entre los textos del catálogo de la exposición figura un puntual ensayo de Rivera, así como varias entrevistas que enriquecen esta pieza documental para la historiografía de la plástica puertorriqueña. La exhibición contó además con recorridos guiados (algunos de los cuales estuvieron a cargo del propio artista), y una amplia programación de la que formaron parte variados paneles y conversatorios sobre la retrospectiva, así como una serie talleres que se extendieron hasta el mes de abril. Súmesele a esto la producción de un documental sobre la obra de Mestey Villamil, entre otros eventos educativos y de gran valor cultural.
Con esta exhibición el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico cumple con la importantísima misión de divulgar la obra de nuestros artistas, sobre todo presentando a las más jóvenes generaciones la obra de este importante artista puertorriqueño. A decir verdad, y a pesar de que Oscar Mestey ha sido uno de los artistas estudiosos que mayores aportaciones ha realizado en la creación de espacios de investigación y documentación del arte en Puerto Rico, su obra plástica permanecía prácticamente en el anonimato. Importantes colecciones documentales como la Colección de las Artes, el Archivo de la Danza en la Biblioteca José M. Lázaro de la Universidad de Puerto Rico y el Centro de Documentación MAC, han sido valiosas gestas culturales que hoy son lo que son gracias a su importante labor. No son pocos los artistas puertorriqueños que deberán su conocimiento en el futuro a la tarea archivística llevada a cabo por Mestey Villamil durante estos últimos años.
Según el autor, el artista posee una obra que exige ser expuesta de forma conjunta y esto es precisamente lo que ocurrió en el MAC.
La documentación del trabajo de muchos, quienes no son buenos “carpeteros” de ellos mismos, fue recogida por este investigador, a la vez que queda custodiada para la posteridad y las futuras generaciones de investigadores puertorriqueños, quienes encontrarán en estos archivos y centros de documentación los nombres de aquellos que la historia no recogió, o no quiso recoger. Pese a todo esto, la obra plástica de Mestey Villamil aún aguardaba por una exposición que intentara hacerle justicia al cuerpo de su obra. Ante este hecho nos preguntamos: ¿Por qué (y sobre todo las generaciones más jóvenes), desconocíamos la extensa obra de este artista? ¿Será por su defensa de la abstracción? ¿O será por la ausencia de discursos capaces de asumir la alteridad de la obra de arte no tradicional?
Todas éstas interrogantes se presentan como esfinge edípica ante este hecho singular. En relación a las causas que nos permitan explicar, o por lo menos, arrojar luz sobre las razones de este anonimato en el que se encontraba su obra, -del cual por desgracia también participan otros artistas en la Isla-, remito al lector a una voz más competente, que bien ya ha puesto el dedo sobre este asunto. Se trata de los primeros tres ensayos del libro Con Urgencia: Escritos sobre arte puertorriqueño (Ed. UPR. 2009), de Nelson Rivera, y cuyos títulos ya adelantan las ideas en cuestión: “La abstracción y las estéticas nacionales: El conflicto entre el arte puertorriqueño y el arte estadounidense”; “Puerto Rico: Arte abstracto e identidad nacional” y “Arte puertorriqueño, arte latinoamericano: Posdata a los figurativos vs. los abstractos”. Estas tres lecturas son un punto de partida que permiten comenzar a entender las causas de este anonimato, que no es exclusivo de la obra de Mestey, sino también lo comparten otros artistas puertorriqueños. Estos ensayos plantean y discuten las perspectivas historiográficas que han dominado el discurso del arte y se vuelven precisamente hoy en lecturas imprescindibles para quien aspire a tener una visión cabal de la historia del arte en Puerto Rico.
Hasta la presente exhibición no alcanzábamos más que a tener una visión fragmentada del trabajo plástico de Mestey Villamil, hecho que imposibilitaba una justa lectura y apreciación del mismo. El artista tiene un trabajo amplio y rico en complejidades, que nos devela un maravilloso impulso creador que recorre a través de una multiplicidad de medios: la pintura, la escultura, la gráfica, el performance, la danza, la coreografía, además del diseño y la confección de los vestuarios para estos últimos.
En fin, el artista posee una obra que exige ser expuesta de forma conjunta y esto es precisamente lo que ocurrió en el MAC. Este proyecto retrospectivo presentó obra desde la década de 1970, incluyendo ejemplos de su labor pictórica, escultórica y cartelística, así como una colección de los 20 ejemplares del proyecto colectivo dirigido por éste y titulado Cartelera (1996-2002), cuyos ejemplares han sido atesorados por los más variados coleccionistas. Esta retrospectiva, aunque parcial, ha sido a nuestro juicio uno de los proyectos curatoriales más significativos que ha tenido lugar en los últimos años.
Es hora de que comencemos a mirar seriamente la producción artística en Puerto Rico. Armemos ya la historia del arte que ha tenido lugar desde las poco conocidas décadas de 1970 al presente, y alcancemos a disfrutarla y a descubrir una producción vigorosa y digna de estudio. Si bien una retrospectiva de la obra de Mestey Villamil nos entusiasmó, no podemos ocultar que quedamos con ganas de ver más. Nos hubiera encantado encontrar como parte del conjunto de la muestra algunos de sus interesantísimos dibujos y collages, así como alguno que otro ejemplo de los vestuarios que él mismo ha diseñado y producido para los bailarines que figuran como parte de sus coreografías. Piezas que han sido descritas por los bailarines como “verdaderas obras de arte”.
No obstante, celebremos todo lo que hemos podido apreciar. La obra plástica de Mestey Villamil exhibida en el MAC nos mostró un mundo con voz propia. Pinturas y esculturas sacadas de un mundo capaz de conducir a la contemplación, desde la grata sorpresa del ojo de un niño, hasta la mirada incisiva del más exigente conocedor. Sus pinturas, obras de consciente raigambre latinoamericana, reflejan el estudio profundo de las corrientes estéticas más significativas del siglo XX en Latinoamérica. Las ineludibles reminiscencias del constructivismo universalista de Joaquín Torres García y la Escuela del Sur, los geométricos latinoamericanos, la pintura de Rufino Tamayo, entre otros, son algunos de los puntos históricos que acuden a nuestra memoria ante su producción. Pero Mestey Villamil no solo ha bebido de las aguas de estas corrientes. En su obra se percibe esa marca del que va surcando un cauce propio.
Acudiendo al leguaje de una gramática de formas puras y con el reto de una reducida paleta de colores, Mestey Villamil va ordenando, como quien construye y compone una lógica de su propia explosión creadora, los temas de su proyecto estético. Proyecto estético y proyecto vital para quien, alienado del mundo comercial del arte, ha producido una extensa obra, sincera, consecuente y de gran valor artístico. En la medida en que pase el tiempo y podamos estudiar su producción con alguna distancia, será sin duda un punto referencial en la historia del arte puertorriqueño.
Por otro lado, es quizás el momento para revalorar la no menos importante tarea del artista como investigador, obra que merece un lugar aparte, y que definitivamente constituye su aportación más significativa a la plástica nacional. En el campo aún bastante desierto de la historiografía del arte en Puerto Rico, la labor investigativa de Mestey Villamil así como sus importantes interpretaciones en terrenos inexplorados, merecen que las mismas sean recibidas por una editorial comprometida con su difusión. Cabe destacar “La vanguardia de los años veinte y treinta del siglo XX en las artes plásticas puertorriqueñas” (2008), lectura obligada para quien aspire a una comprensión cabal de este periodo. De hecho este es el único trabajo que conocemos hasta el momento que documenta e interpreta los principales movimientos de las vanguardias en las artes puertorriqueñas.
Aquí, en el periódico de nuestra Universidad, compartimos algunas de la ideas acerca de la importancia cardinal que atribuimos a Oscar Mestey Villamil, Contramuro, Obra 1975-2012 . Esperamos sea el punto de partida de otras retrospectivas que enriquezcan la visión que hoy se tiene de la producción artística en Puerto Rico durante los pasados 40 años.
El autor es profesor y crítico de arte