El Plan de Uso de Terrenos (PUT), aprobado el 20 de noviembre por el gobernador, es más que una expresión reglamentaria en papel sobre cómo tratar nuestra tierra. Es un pacto entre el gobierno y la ciudadanía para establecer dónde queremos conservar el agua, construir industrias, sembrar alimentos, arreglar la infraestructura disponible, hacer infraestructura nueva y dejar a la naturaleza que siga su curso. Es una guía para ambientalistas, comerciantes, inversionistas, agricultores, educadores, médicos y ciudadanos de a pie para desarrollar sus ideas que necesitan de terreno o de recursos que ofrece el territorio, como el agua, aire limpio y energía.
El PUT es muestra de que aún nos importa nuestra propia nación, que se nutre de su tierra, agua y aire. Es un acto que demuestra que subimos el nivel de la democracia en Puerto Rico porque nos pusimos de acuerdo como pueblo—cosa cada vez más difícil a juzgar por los problemas perennes- para establecer una plataforma económica productiva, sostenible y justa para la mayoría. Si al menos 54 alcaldes de los 78 pudieron ver cómo un plan regional (PUT), no local o de su municipio propiamente, beneficiaría a sus constituyentes a la vez que los de sus municipios vecinos, prueba que hemos aumentado la capacidad de acceder y ponernos de acuerdo para el bien común. Igualmente, el PUT recoge un acuerdo entre diversos grupos e individuos de la sociedad quienes participaron directamente del proceso de hacer el PUT. El PUT es un acuerdo entre partes diversas de la sociedad para la gestión del territorio. Eso es una característica valiosa de una sociedad democrática.
Tener el nuevo PUT es señal concreta de que queremos cambiar modelos y estilos de gobierno basados en la improvisación, para sobrellevar dignamente la transición económica por la que estamos pasando. Por décadas hemos vivido de una industria que se ha nutrido de nuestra tierra, agua y personas ofreciéndoles beneficios de corto plazo de un empleo volátil a algunos y enriqueciendo uno pocos, bajo un paradigma de recursos infinitos. Ese modelo dejó de ofrecer sustento a Puerto Rico, y hemos vivido de esa ilusión anacrónica frente a las tendencias globales económicas y sociales. El PUT pone una primera piedra al proyecto de reconstruir a la sociedad puertorriqueña partiendo de su riqueza natural patrimonial.
Con el PUT los puertorriqueños volvemos a ser dueños de nuestra tierra. Esto porque el PUT plasma en blanco y negro qué dirección tomar en cuanto a la sostenibilidad de nuestras acciones sobre el territorio. Claro está, queda mucho más por hacer. El PUT es solo una pieza dentro de un sistema de planificación y gerencia del territorio donde los municipios tienen un gran rol para terminar de planificar a nivel local los usos y parámetros de las tierras. El sistema de permisos que responde a esta planificación necesita, además, continuar mejorando en su gerencia. Otras gestiones de país siguen quedando pendientes para tener mayor autonomía sobre el territorio. Pero a lo mínimo, el PUT nos ofrece un nuevo foro para tomar decisiones sobre el uso de la tierra.
Ahora cada vez que viajemos por Puerto Rico y veamos un gran paisaje o una zona sucumbida, podremos soñar e ilusionarnos con que cosas buenas para todos podrán ocurrir allí si nos lo proponemos, pues al menos, hay guías para ello.