El subgénero cinematográfico de biografías póstumas de líderes políticos o celebridades (biopics) viene empacado con fórmula e instrucciones. Aunque últimamente prolifera un estilo minimalista que por suerte abre la puerta a experimentación con formato y narrativa, piensa en Ray (2004) o Walk the Line (2005), no se puede decir lo mismo de la película Diana (2013); el minimalismo hace acto de presencia pero la experimentación no.
En Diana se cuenta cómo la princesa de Gales se enamoró de un médico pakistaní después del fin de su matrimonio con el príncipe Carlos de Inglaterra y las dificultades que debido a su rol como figura pública afectaron la poca privacidad que tenía la pareja. Aunque el libreto es bueno y la actuación de Naomi Watts como la princesa es suficientemente interesante, la falta de visión clara u original por parte del director, además de un protagonista masculino vacuo, mantienen la cinta a nivel de tres estrellas.
Aunque no conozcas a fondo la vida de la princesa Diana, probablemente conoces el incidente que le arrebató la vida. El enfoque de la película a veces prefiere tratar esa tragedia como tema central, explorando vagamente la cultura de los medios y la proliferación del paparazzi, cosa que le resta a la trama, ya que compite con el plot romántico que presenta al doctor Hasnat Khan (Naveen Andrews) como importante en esos últimos años de vida de Diana.
Ese romance que pocos conocen —muchos creían hasta hace poco que la princesa andaba enamorada de Dodi Al Fayed, hombre junto al cual falleció, hasta que salieron a la luz artículos como éste— es el verdadero corazón del filme y cuando el libreto lo trata como tal, la película brevemente emprende el vuelo. Las distinciones de clase y culturas que complican la relación de Diana con Hasnat traen a la palestra cismas netamente contemporáneos.
Cuando Diana tiene que ganar la bendición de la familia de Hasnat para continuar la relación, por ejemplo, salen a la luz tensiones post-coloniales entre Inglaterra y Pakistán. Desafortunadamente, el personaje de Hasnat es muy unidimensional para que la trama trate temas políticos con genuina perspicacia; el actor de la serie Lost, Naveen Andrews, hace lo mejor que puede con un personaje que tiene más que dos configuraciones: el de novio perfecto cuando está contento y el de hombre enfadado cuando las frustraciones de salir con la princesa lo sobrecogen.
Aunque el público al cual se dirigen los biopics está necesitado de más propuestas cinematográficas como ésta dentro de la tormenta de aburrimiento que es el cine comercial, a los directores que trabajan el subgénero se les dificulta crear tensión cuando el final es inevitable. Diana intenta evitar lo obvio y en parte lo logra, pero las maneras en que su último romance influyó en la labor humanitaria de la princesa parece pegado con chicle y sin dirección contundente.