
Décadas atrás, en algunas zonas de Puerto Rico era común que el municipio recogiera la basura y la quemara en fincas o terrenos baldíos.
“Yo recuerdo el humentín”, dijo el profesor de la Escuela Graduada de Planificación de la Universidad de Puerto Rico (UPR) Félix Aponte durante una conferencia sobre el problema de la basura en Puerto Rico.
El profesor explicó que esos lugares, a los que les llamaban “crematorio”, respondían a una demografía y a un sistema económico que no generaba tantos residuos.
“Teníamos una caracterización diferenciada de lo que son hoy los residuos”, continuó Aponte, “porque había muchos menos elementos sintéticos, mucho menos cloro, mucho menos plástico, muchas menos ciertas sustancias que ahora utilizamos abundantemente en los procesos de empaque y de productos que terminamos descartando”.
Sin embargo, la opción de quemar basura no se ha descartado sino que, por el contrario, se ha optimizado o “tecnologizado” y se sigue proponiendo. Y si bien un individuo no puede quemar basura en cualquier lugar, una compañía que disponga de la tecnología y del poder para adquirir los permisos sí podría hacerlo y hasta generar beneficio económico de ello.
A esto se le llama “incineración”, práctica a la que a veces, según el doctor Osvaldo Rosario, del Programa Graduado de Química del Recinto de Piedras de la UPR, se le suele llamar con los eufemismos de “planta de conversión de energía”, “planta de recuperación de energía”, “planta de gasificación”, “planta de pirólisis (descomposición química de materia orgánica)”, o incluso “planta de reciclaje”.
Mas todo esto, comentó Rosario, cuando uno va a la base de lo que está ocurriendo, “verdaderamente es quema, y quema, no es más que incinerar”.
Pero los incineradores no son algo nuevo. Rosario recordó que se empezaron a construir a gran escala como máquinas comerciales desde fines de la década del 50 y principios de la de los 60 y su operación en Europa sobrepasa los 50 años.
Por otra parte, de acuerdo a la Agencia Federal para la Protección Ambiental (EPA), la incineración es la penúltima de las alternativas recomendables para disponer de los desperdicios sólidos, estando en primera lugar la reducción y en segundo, la reutilización y el reciclaje.
En último lugar se recomienda la disposición en los vertederos. Según Aponte, el poder calorífico de los plásticos, o su potencial para generar energía, es uno de los justificantes de la incineración, pues ese poder calorífico se ha valorizado por encima de su reciclaje o recuperación de componentes básicos.
“Pero ahora mismo los vertederos, en la forma en que se están manejando en Puerto Rico, son la fuente principal de contaminación química. Cada residuo de plaguicida en esa lata, ese poquito de pintura que queda, cuando lo multiplicas por las decenas de miles de casas cuya basura va a cierto vertedero, se llega a cantidades de toneladas formidables de materiales dañinos que hay en esos vertederos, inclusive más que en un vertedero de desperdicios tóxicos”, sostuvo Rosario.
La EPA estima que en Puerto Rico cada persona genera alrededor de cinco libras de basura al día. Para el 2010 la Agencia ordenó el cierre de 11 vertederos. Ya en el 2011 cerró los vertederos de Toa Baja, Florida, Aguadilla, Santa Isabel y Vega Baja, por no cumplir con los requisitos federales para su manejo. Por ejemplo, 24 de los 28 vertederos que actualmente operan en Puerto Ricono tienen liner o capas de revestimiento, por lo que todo lo que se deposita va directamente a los acuíferos, según explico José Luis Alsina, del proyecto Basura Cero del Sierra Club.
El precario estado de los vertederos o rellenos sanitarios ha hecho que tanto las autoridades federales como las locales contemplen la incineración como una opción viable. Así, recientemente se ha propuesto la ubicación de plantas incineradoras en Arecibo y Barceloneta, proyectos que, como explicó el profesor Aponte a Diálogo, en teoría están aprobados pues solo les falta conseguir los permisos de ubicación. Estas son las propuestas más recientes, pero en la década del 80 se propuso una planta para San Juan y a principios del 2000, otra para el este de Arecibo.
No obstante, tanto en aquel momento como ahora, las compañías incineradoras, como la neoyorquina Energy Answer, se han encontrado con la oposición de amplios sectores que cuestionan el impacto ambiental y los efectos en la salubridad.
El doctor Ángel González, miembro de Alianza por Salud y Medio Ambiente (ASMA), explicó que los procesos de combustión producen el compuesto químico llamado dioxinas, especialmente con la quema de productos que contienen cloro, como es el caso del plástico.
Según la EPA alrededor del nueve por ciento de los desperdicios producidos en la Isla es plástico.
“Las dioxinas son tóxicas aun en concentraciones bajas y son bien persistentes. Persisten en el medio ambiente por periodos bien prolongados sin degradarse y estudios científicos han revelado que la formación de las dioxinas también ocurre en la fase pos quema, es decir, luego de pasar por el horno”, explicó González.
En cuanto a su impacto en la salud, el doctor enumeró que incluye malformaciones congénitas, desarrollo anormal del feto, alteraciones del sistema inmunológico y hormonal, desórdenes del comportamiento, aumento en la incidencia de diabetes, retrasos en el desarrollo y diferentes tipos de cáncer. A esto se añade que las dioxinas se alojan en la grasa animal, por lo que podría afectar la producción alimentaria y ganadera.
Ve nuestra edición especial de Diálogo Verde 2012/ El problema de la basura en Puerto Rico