De Gilda Navarra se pueden decir tantas cosas. Tantas. Decir, por ejemplo, que su nombre no era ese y sí Gilda García Daubón; o decir que su lenguaje propio, demasiado propio, eludía el abecedario; o que todo lo que se propuso le salía, al amparo de una disciplina y rigor extremos. Profesora, bailarina, mimo, directora, amiga. Sobre todo eso: amiga, o al menos así la recuerdan quienes compartieron su mismo aire; o mejor, la exhalación de su legado. Gilda no era fácil, Gilda no quería homenajes. A Gilda había que celebrarla.
La cita será este próximo lunes, 21 de septiembre a las 7:00 p.m. en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Querida Gilda es el nombre con el que varios artistas –por no decir un centenar– la devolverán al escenario por obra y gracia del recuerdo. Ni más ni menos.
Fueron muchos los años de trabajo arduo, de poesía lisa y llana, de alcanzar fibras íntimas y elegir nuevos derroteros. La maestra de una nutrida minoría falleció el pasado mes de julio y a dos meses de su partida cristalizó lo que será un junte de amigos y admiradores de su obra. El mismo será abierto a todo el público y libre de costo.
Si, como sugería el escritor Manuel Ramos Otero, la muerte nos obliga a imaginar la vida, Querida Gilda estará abocado a ello.
De eso dan fe sus discípulas Rosa Luisa Márquez y Maritza Martínez, quienes formarán parte del evento. Ambas coinciden en que la estela de Navarra es inabarcable, pero reconocen, sin embargo, distintos aspectos de su aportación. “Ella le impuso la disciplina de la danza al trabajo actoral”, dijo la primera. “Nos retó a romper estereotipos, convencionalismos, a buscar formas nuevas, a inventar textos, a no dejarte llevar por lo que existe”, remató la segunda. Y lo sabe bien, ya que Martínez pudo colaborar en el Taller de Histriones en trece obras de las catorce que dirigió la maestra.
De Gilda se podrían lanzar ciertos detalles. Bailarina precoz, migró a los Estados Unidos y España. Se formó con Pilar López. Más tarde descubrió la mímica y fue alumna de Jacques Lecoq. En Puerto Rico fundó junto a su hermana Ana García Ballets de San Juan y ejerció la docencia durante 28 años. Su renovación en suelo local fue inédita. “Ayudó a pensar el movimiento como parte fundamental en la construcción de un personaje. Hubo una valoración, una jerarquización del movimiento que antes no lo había”, reflexionó Márquez.
Tanto Martínez como Márquez coincidieron en que Querida Gilda será un junte que eludirá los egos. Por esta razón evitaron ofrecer los nombres de quienes participarán, para que la figura que ilumine sea la de Navarra. Así, pues, la presentación ofrecerá pantallazos, flashbacks que se apoyarán “en la memoria, la pérdida, las cosas que nos hacen llorar, la emoción y el amor”, adelantó Márquez.
En el libro Polimnia, el escritor Luis Rafael Sánchez se refiere al trabajo de Navarra con pasmosa lucidez. “La arman […] la voluntad y la exquisitez, la franqueza tajante, la feroz independencia”. Eso armaba a Gilda. Y mucho más. Tan es así, que Martínez habla de su experiencia en Taller de Histriones con el fervor y el cariño de lo que no regresa, aunque exista aún. “Fueron mis mejores años”, dice. Añadió que la relación interna con sus compañeros trascendió el oficio teatral. Bastaba con mirarse a los ojos para comprender al otro.
–¿Se adivinaban?
–Nos sentíamos.