Quique Rivera es un artista. Escucharlo hablar provoca evocar las palabras de Gustave Le Bon, cuando dijo que un artista es el que lejos de razonar, siente. Y Quique Rivera siente. Mientras habla sobre las esculturas que en su corta carrera ha realizado, sus manos van creando en el aire sus contornos, cada detalle… Se hacen visibles a los ojos las fábulas, los títeres, los monstruos y todos aquellos personajes inmóviles a los que con su talento ha dado vida.
No es extraño que esto sea así, además de escultor, Rivera es músico (saxofón), guionista, ilustrador, fotógrafo, diseñador gráfico y animador cinematográfico. En cualquier faceta que haga, el verbo “crear” se encuentra presente. Sin embargo, el joven artista no sólo ha creado guiones, música, o efectos de animación, sino que también ha creado lo que llama “su propia escuela”. El auto gestionarse su propio aprendizaje -logrando ser el único exponente conocido en Puerto Rico de las técnicas de stop-motion- ha sido su mejor herramienta.
La autogestión –cuenta- ha estado presente en su vida desde su niñez. Al observar que todos sus amigos de la escuela tenían apodos y él portaba un nombre tan común como José, decidió un buen día que todos le llamarían Quique. Desde ese momento, todos sus allegados le conocen por el apodo.
Por ser su madre una profesora de Biología del Recinto de Rio Piedras de la Universidad de Puerto Rico, estudió en la Escuela Superior de la UPR, lugar en donde descubrió el amor por la música. Allí formó parte de la banda de la escuela. Su mentor en aquel entonces, el virtuoso profesor Juan Correa Lago vio en su aptitud, el interés apremiante del que quiere dedicarse al arte musical, por lo que le refirió al saxofonista Ricardo Pons, para que le diera clases privadas.
Su ejecución en el instrumento le permitió presentarse en diversos espacios y formar parte de varios grupos musicales como la Banda Fonotopía, Sammy Ayala y su grupo Otra vez y Ketshya, entre otros.
En el año 2004 se graduó de la Escuela Superior de la UPR y ese mismo año entró al programa de Comunicación Audiovisual de la Escuela de Comunicación de la UPR; aunque confiesa que en ese momento “no sabía lo que quería hacer”. Sin embargo, su afán por agenciarse nuevos conocimientos lo llevaron a tomar algunos cursos en la Facultad de Bellas Artes: dibujo, fotografía y escultura. A pesar de que, en todos encontró gran satisfacción fue en la escultura donde se dio cuenta que “todo fluía perfectamente”. El curso le dio la oportunidad de abrirse a una dimensión mayor -no de crear una ilusión- sino que ahora podía crear el volumen mismo del objeto. Por esta razón, decidió hacer una segunda concentración en Bellas Artes con especialidad en Escultura.
No obstante, confiesa que en ese momento el molde de su vida, su carácter y sus aspiraciones aún no estaban completas. Por tanto, en 2007 decide irse de intercambio a Málaga, tomando el avión lleno de miedos e inseguridades que atribuye a su timidez. De la experiencia en España, obtuvo grandes logros. Por un lado, afloró una nueva forma de ver la vida, que según cuenta anuló sus inseguridades.
“De repente te das cuenta que puedes ser feliz con cualquier cosa. No tienes que ser alguien reconocido, ni un abogado, ni un doctor. Puedes ser feliz dándoles clases de arte a nenes en una escuelita en Malasia. La felicidad está en uno sentirse libre y ser feliz con lo que hace”, confiesa.
De su experiencia en Málaga recuerda que tomando un curso de Producción Digital, se le asignó realizar un trabajo sencillo utilizando las técnicas de stop-motion (arte, que envuelve la fotografía, que consiste en generar una película foto por foto). El proceso acarrea largas horas de trabajo, las que Quique asumió logrando culminar el proyecto, aunque acepta que no con la misma calidad de sus proyectos de hoy día. Fue también a través este trabajo que el joven escultor inició una tradición que hace de su obra una muy particular: el objeto al que “dio vida” en el corto, fue una escultura en barro, silicón y plasticina, creado por él mismo.
Al retornar a Puerto Rico, le ofrecen la oportunidad de dar un curso de stop-motion. Creyendo que no sabía lo suficiente de la técnica como para enseñarla, compró un sin número de libros que devoró con avidez, junto a películas, making off y tutoriales. Sus destrezas y conocimientos se expandieron a un nivel mayor, pero no pudo asumir la encomienda, pues por razones ajenas a su voluntad el curso fue cancelado. Sin embargo, valió mucho pues según señala con una amplia sonrisa: “no he parado desde entonces”.
Más adelante, a finales de su periodo de estudios en la Universidad de Puerto Rico, apareció la oportunidad de exponer sus trabajos artísticos en la Galería Francisco Oller de la Facultad de Humanidades, donde presentó Fábulas de la Selección Artificial, una serie de esculturas de animales confeccionadas con materiales electrónicos desechados. Cuatro de los componentes de esta colección, fueron llevados a la animación, utilizando las técnicas de stop-motion.
No obstante, su gran oportunidad surgió cuando conoció a Pedro Adorno del colectivo Agua, Sol y Sereno y Yuseff Soto, del colectivo de teatro Y no había luz.. Estos le encomiendan animar un títere que ya tenían confeccionado, proyecto que desembocó en el cortometraje de animación “Encierro”. Este proyecto, ganó el Premio Yemayá del festival de cine y video La isla y el Premio de la Alianza Francesa en el Festival Internacional de cortometrajes de Puerto Rico, Cinefiesta 2009.
La exposición obtenida luego de la presentación inicial de Encierro le ganó iinvitaciones a distintos espacios artísticos, siendo uno de ellos en “Sobre la mesa 5: Encendío” espectáculo de títeres en miniatura organizado por Deborah Hunt en el teatro-estudio Yerbabruja, donde empezó a emplear las técnicas de stop-motion a los títeres y al performance en vivo.
Aun cuando Encierro ha sido tan reseñado y criticado favorablemente por todos aquellos que le han visto, Quique habla con mayor emoción de su trabajo más reciente: Menuda Urbe:
“Es mi mejor trabajo”, se justifica. Y es que, el cortometraje animado, en el cual utilizó fotos tomadas por el mismo, retrata la ciudad tal como la percibe y lleva tras si un mensaje social que abarca la fuerza obrera y las figuras de poder.
Menuda Urbe fue presentada recientemente en el International Festival of Animated Objects en Calgary Canadá, donde tuvo una acogida favorable. Su exposición propició el que se invitara a su creador al Festival de Cine Internacional de Guanajuato, México, donde será presentado posteriormente.
Aunque el trabajo que realiza Quique, al momento es único en Puerto Rico, no es reconocido en la isla al mismo nivel que en otros lugares del mundo.
Aún así, el joven cineasta no se detiene. Al contrario, en mayo del corriente realizará una nueva exposición de sus obras en la Galería Guatibiri, mientras culmina un trabajo de animación para el local Abracadabra. Al cumplir con ambos compromisos, se embarcará en un nuevo reto, viajar a California a estudiar animación en el California Institute of the Arts (CalArts).
Nota del Editor: Esta es la segunda de cuatro entrevistas a los panelistas que formarán parte del conversatorio "Sin Permiso: muestra de cortos de jóvenes cineastas de Puerto Rico", que Diálogo llevará a cabo como parte de las actividades en conmemoración de los 25 años del periódico. La actividad será el jueves 31 de marzo de 2011, desde las 6:30pm en la Plaza Blanche Kellogg en Ciudadela, Santurce. Vea el evento http://www.facebook.com/#!/event.php?eid=173775252674733