El profesor Francisco José Ramos, filósofo puertorriqueño y autor de obras como “La estética del pensamiento”, conversó con Diálogo acerca del carácter capcioso del lenguaje poético, la poesía como pensamiento que cuenta realidades inaprensibles y la relación entre verdad y ficción. Actualmente, Ramos imparte clases en el Departamento de Filosofía del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.
Jorge Graterole Roa (JGR): Si en el acto poético las palabras son fulguraciones de lo infinito, tal como usted expone en su obra La significación del lenguaje poético entonces, ¿se podría suponer que la poesía apunta hacia lo inaprensible?
Francisco José Ramos (FJR): Lo infinito nos refiere aquí, para decirlo de manera muy sencilla, a lo inagotable que está continuamente regenerándose. Lo infinito es inseparable de la fugacidad. Esto es así porque el momento emerge de la fuga, creando las condiciones para este otro y así ad-infinitum. Habría entonces, desde esta perspectiva, una dimensión intemporal del tiempo en la cual se inscribe la creación poética. Lo intemporal, a diferencia de lo atemporal, es lo que atraviesa la temporalidad: la inmanencia del puro devenir. Lo inasible es, pues, en última instancia, no solamente lo que no se puede captar o lo que no se puede aprehender. Lo inasible es también aquello que se acoge sin que haya algo que coger, agarrar o atrapar, dado que no tiene otra forma que el peregrinaje de la palabra.
JGR: Si no podemos pensar de forma que no sea ficticiamente, ¿en qué se distingue la ficción del autoengaño?
FJR: En tanto que concepto filosófico, la ficción es un término que se va construyendo a lo largo de todo el proyecto de la estética del pensamiento y que culmina en la significación del lenguaje poético. La ficción tiene un sentido que rebasa por completo el significado usual de lo que engaña o lo que miente; o lo que se opone a la verdad o a lo real (fiction/non-fiction). Por el contrario, la ficción es aquello que posibilita el acto creador. Unos versos muy celebrados de Fernando Pessoa resumen perfectamente este concepto de ficción: el poeta es un fingidor y finge tan completamente que llega a fingir que es dolor, el dolor que de verdad siente. Por lo tanto, la ficción, artísticamente entendida, no se opone a la verdad, sino que al revés, crea las condiciones de su despliegue.
JGR: ¿Se puede pensar poéticamente desde lo que usted llama una “burbuja analgésica”, sin asumir la condición trágica de la existencia?
FJR: Analgésico es lo que anula el dolor. Sin embargo, la burbuja analgésica indica que vivimos en unas sociedades que reniegan y no solo niegan las condiciones reales de la existencia para dar paso a los poderes, anclados en el delirio capitalista, que expropian y se apropian de la intensidad de la vida. Ese es el núcleo, a mi entender, del concepto de biopoder, acuñado por Michel Foucault en 1976. Nuestra sociedad es una que se empeña en vivir como si esas condiciones de la existencia no existieran. He ahí la matriz de la desmemoria de nuestra supuesta democracia, lo cual es todavía peor que el olvido. Todo lo opuesto, en definitiva, en virtud de su sistemático auto-engaño, a la potencia artística de la ficción.
JGR: Si el proyecto de una estética del pensamiento es el trayecto de una apuesta por el porvenir que no es esperanza e ilusión, ¿en qué consiste ese porvenir?
FJR:El porvenir se distingue del futuro porque no está en función de las expectativas crónicas de la autosatisfacción y complacencia. El porvenir está ligado a lo que a cada momento se hace. Puesto que lo que va a pasar depende de lo que se hace, y puesto que lo que en cada momento se hace depende de lo que se hizo, el porvenir es el concepto que permite anudar el presente, el pasado y el futuro en la infinita fugacidad del momento. No se trata de tener esperanzas porque no hay nada que esperar. Se trata, simplemente, de estar o habitar la inmensidad del momento que abarca la integridad del universo entero. Una vez esto se lleva a cabo como práctica real y efectiva, y no meramente como actitud intelectual, no hay nada que esperar y, por lo tanto, nada que temer porque la esperanza y el miedo van de la mano.
El entrevistador es estudiante de maestría en el Departamento de Filosofía del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico