Cuando Nellyan Velázquez y su hija de tres años partieron la mañana del 8 de diciembre desde Puerto Rico hacia Nueva York, no sabían cuál sería su destino. Lo supieron después de la medianoche, luego de una larga espera en el edificio del Prevention Assistance and Temporary Housing (PATH) en el Bronx, a donde a esa hora llegó una guagua escolar que las llevó a Brooklyn.
Allí pasaron la noche, en un edificio sin elevador, el cuarto “súper asqueroso”, los mattress sin sábanas. Nellyan ni siquiera recuerda la dirección. Llegaron a las 2:00 a.m., dormidas. A las 6:00 a.m., con la temperatura en 40 grados Fahrenheit, ya estaban de nuevo fuera del edificio, con sus maletas, esperando la guagua para volver a la oficina del Bronx, a ver si les asignaban un refugio temporero.
Ese día, PATH, un programa del Departmento de Servicios para Personas Sin Hogar de la ciudad de Nueva York, las ubicó en un edificio de apartamentos en Coney Island en donde pasaron la segunda noche, en otro cuarto que Nellyan describió como “horrible”.
“Yo solo te voy a decir que por el conducto entraban cucarachas, por las tuberías del lavamano, de la cocina, por detrás de la nevera, por todos lados entraban cucarachas. De verdad que nada más te cuento que una noche estoy virándome para mirar a mi hija mientras dormía en el shelter, y en su almohada estaba pasando una cucaracha… En los shelters tienes hasta las nueve para llegar; tienes que firmar para entrar y para salir. Realmente no son sitios habitables… Al otro día que pasé mi overnight vi como a tres familias de Puerto Rico llegando”, contó Nellyan.
Familias de Puerto Rico que perdieron su vivienda por el huracán María están llegando al programa para personas sin hogar de Nueva York principalmente referidos por terceros, sin información sobre el programa de Alojamiento Transitorio de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), que ofrece estadías en cuartos de hotel de forma temporera.
“[PATH] me los está poniendo en cluster buildings, me los están poniendo en shelters, que tú sabes, yo aprecio que les den, pero… Yo fui la que la saqué del shelter”, dijo Sonia Velázquez, líder comunitaria puertorriqueña de Nueva York, que orientó a Nellyan sobre el programa de FEMA y se la llevó a un hotel en Brooklyn donde admiten refugiados de esa agencia.
En ese hotel hay varias familias puertorriqueñas refugiadas: un hombre solo, una mujer de 50 años y su madre enferma, una mujer sola, otra mujer de 43, con su esposo y sus tres hijas… Sus hogares en Puerto Rico quedaron inhabitables, sin electricidad, los menores perdieron clases, los adultos el trabajo, los enfermos se quedaron sin servicios médicos y el gobierno, de Puerto Rico y el federal, no avanzan en la recuperación: a tres meses del huracán, casi la mitad de la ciudadanía no tiene luz, FEMA no ha desembolsado el préstamo de emergencia, la tasa de desempleo alcanza el 10.8% y la migración masiva podría fluctuar entre 100,000 y 200,000 al año.
Según Nellyan, que lleva allí desde el 12 de diciembre, en ese hotel neoyorquino hay entre 28 y 30 familias. Sonia no dio un número exacto de las personas que hay ni de las que llegan a diario, “por cuestión de seguridad”.
La cantidad de personas en refugios del gobierno de Puerto Rico, que alcanzó un pico de 15,000 personas tras el huracán, comenzó a reducirse desde octubre. Pero a la vez ha aumentado la cantidad de personas refugiadas mediante el Programa de Alojamiento Transitorio de FEMA en hoteles de Estados Unidos, que comenzó el 30 de octubre.
En la actualidad hay 11,533 personas refugiadas, la mayoría en la costa este de Estados Unidos, según la cifra ofrecida por la agencia al 9 de enero.
El Centro de Periodismo Investigativo (CPI) identificó un aumento de 3,180 refugiados entre el 14 de diciembre y el 9 de enero. Además, la cantidad actual de refugiados en este programa de FEMA supera la cantidad de refugiados del gobierno de Puerto Rico dos días antes del huracán, que fue de 11,105, según el Departamento de la Vivienda.
Florida es el estado con la mayor cantidad de familias refugiadas mediante el Programa de Alojamiento Transitorio de FEMA, 1,755; seguido por Massachusetts con 578. En Nueva York hay 208 y en Pensilvania 176. En Puerto Rico, todavía en enero hay 922 familias refugiadas en hoteles. El programa permite alojarse de cinco a 14 días, y luego los refugiados deben solicitar una extensión.
Según FEMA, 1,192 ya terminaron el Programa de Alojamiento Transitorio. Además, hay 19 familias refugiadas que no se sabe en qué estado están. El rastreo de los refugiados está a cargo de una compañía contratada por FEMA llamada Corporate Lodging Consultans, que son proveedores de servicios de hoteles en Estados Unidos.
Esto quiere decir que más del 78% de las familias que entraron al programa de FEMA todavía no han logrado solucionar su necesidad de vivienda. A esto se suman 280 personas que todavía están en refugios del gobierno de Puerto Rico.
Más allá de los números, FEMA no quiso dar información sobre el perfil de los refugiados. El CPI solicitó a la agencia información sobre la edad, el género y la composición familiar de quienes han solicitado el Programa de Alojamiento.
Jo Ann Díaz, oficial de prensa de la agencia, dijo que esa información es confidencial, “además de que hay que crear el reporte”, e indicó que no sabe para cuándo podrían proveer los datos que el CPI le solicitó.
Un viaje sin regreso
Nellyan vivía en el pueblo de Aguas Buenas y se resguardó del huracán María en casa de su abuela materna. Para volver a su casa tuvo que esperar a que habilitaran unas calles, pero cuando logró acceso se dio cuenta de que “estaba horrible”. Le entraron tierra, hojas y agua. Todo lo que se mojó y hubo que botarlo.
Tiene 25 años, un bachillerato en criminología con especialización en publicidad y mercadeo, y antes de que pasara el huracán, Nellyan trabajaba en dos tiendas del centro comercial Las Catalinas Mall en Caguas, una de zapatos y otra de gafas.
“El mall ya está abierto, pero para mí no es factible trabajar tres o cuatro horas para mantener una planta [eléctrica] y comida, que se daña todos los días. Más mi hija, que es alérgica a muchas cosas también, y los tratamientos. Para mí no es factible quedarme en un país que realmente está retrocediendo en vez de avanzar”, dijo Nellyan, quien vestía una chaqueta acolchada, gruesa para resguardarse del frío .
En Puerto Rico, unas amistades le hablaron del Prevention Assistance and Temporary Housing. Buscó información en internet, donde solo encontró la dirección, vio una foto de la fachada del edificio, llamó, pero no le contestaron. Y sin más información, con un pasaje que le compró su mamá, Nellyan y su hija emprendieron el viaje a principios de diciembre.
Como a muchos en la Isla, que lleva una década de crisis fiscal y económica, antes del huracán a Nellyan ya le había pasado por la mente mudarse a Estados Unidos, pero se aguantó.
“Porque tenía mi trabajo y aunque no era un sueldo grande, porque en uno era ‘team leader’ y en el otro era una empleada regular, no era mucho, pero sí podía, por ejemplo, pagar mi renta, mi guagua y subsistir con mi hija. Sí lo podía hacer. Pero cuando pasa el huracán, que obviamente todo se echa para atrás, pienso y digo, bueno, ya que yo siempre he querido irme a los Estados Unidos, pues esto es una gran oportunidad de comenzar desde cero. Y aunque la vida es más cara, hay más oportunidades de empleo. Me quiero establecer, no quiero regresar a Puerto Rico”, dijo la joven mientras su hija caminaba a su alrededor.
Nellyan estaba sentada en un salón amplio en la primera planta del hotel que por el momento se ha convertido en su hogar. Contó que allí no tiene las limitaciones que hay en los refugios de PATH.
“En mi caso, como tengo una bebé, [en mi cuarto] son dos camas, baño, una cocina, tengo una mesa, tengo un televisor -en los shelters no hay televisores- tengo almohada, frisa… Puedes entrar y salir cuando quieras, vamos a cuartos de otros que hemos entablado amistad y cocinamos y la pasamos bien. Las personas que tenemos ‘stamp’, que es lo de los cupones [del Programa de Asistencia Nutricional], como aquí hay cocina, nos brindan olla y cubiertos y platos y nosotros podemos cocinar aquí, y comemos aquí. Yo los tenía en Puerto Rico [los cupones], cerré el caso para poderlo abrir acá cuando llegara. El trámite fue súper rápido”, dijo Nellyan.
Por ahora, fuera del hotel su vida en Nueva York se ocupa con trámites: su hija está en un cuido del estado, ella va a las citas del Programa de Asistencia Nutricional, a citas médicas, y piensa tomar cursos para perfeccionar su inglés. Todavía no sabe hasta cuándo puede quedarse en el hotel, pero ya está solicitando al programa de vivienda temporera de FEMA.
Fernando Moyet, residente de Bayamón, decidió partir a Estados Unidos luego de que a su esposa le cancelaran dos operaciones debido a los estragos del huracán María. Pasaron casi un mes en un hotel que les asignó PATH en Brooklyn, hasta que Sonia Velázquez les informó sobre el programa de FEMA y se trasladaron al hotel donde están los demás refugiados de la isla.
“Primero yo averigué que para ir a un shelter teníamos que ir a una oficina que se llama PATH. Tú llegas allí con tu familia. Primero fuimos solos porque las nenas estaban en la escuela, y tienen que estar todos los miembros de la familia. Fuimos al otro día, llegamos a las nueve de la mañana. ¿Tú sabes a qué hora nos sacaron de ese sitio? A las once de la noche, para hacer un overnight como ellos le llaman, una noche en lo que nos consiguen el hotel donde nos van a dejar o en el shelter donde nos van a dejar, porque son unos hotelitos como tal que los han vuelto shelter”, dijo Moyet.
“Nos sacaron (de la oficina de PATH) en una guagua escolar llena. Habían boricuas pero también de aquí, afroamericanos y mexicanos. Y nos dijeron que luego nos iban a poner en un lugar mejor. Ese overnight me acuerdo que fue lo más horrible del mundo. Mi esposa es coja, subir cinco pisos. Es impedida, ¿cómo no le dieron un primer piso? Aquello era una ratonera de cantazo llena de cucarachas, llena de cemento, no tenía ni sábanas”, dijo Moyet.
“Empezamos a enfermarnos. Las comidas son horribles, de microondas. Te sentías en un encierro porque tienes que llegar antes de las nueve de la noche, si no te quedas fuera. Para cada movimiento que hagas, tienes que firmar al entrar y salir, y yo decía ‘pero ven acá, yo no estoy pasando por una probatoria’; eso es lo que parecía eso. Pero ese es el sistema de ellos. Con tres niñas y yo y mi esposa, los cinco nos enfermamos, y yo dije ‘no, yo tengo que hacer algo’. Seguí buscando información”, dijo Moyet, quien ya consiguió trabajo como cocinero en Manhattan. En Puerto Rico, trabajaba como empleado civil en la base Buchanan del ejército de Estados Unidos, en Guaynabo.
“Perdimos no simplemente las facilidades y los lujos, porque la gente lo que ve es como que nosotros los puertorriqueños siempre hemos vivido de lujos. No perdimos eso, perdimos la familia, perdimos nuestro sueño, perdimos el futuro de nuestros hijos. Perdimos la credibilidad en el gobierno, la confianza en todo”, dijo otra refugiada puertorriqueña de 43 años que prefirió proteger su identidad.
Estaba sentada en una mesa en el salón del hotel esperando a que llegaran más refugiados para orientarlos. Al lado suyo había otras dos mujeres refugiadas por María que también asisten a los recién llegados.
“Tu llegas sin ninguna dirección, sin nadie que te encamine… Yo no sé nada de inglés pero a mí nada me ha aguantado. Yo he buscado por todas las formas y maneras de que me entiendan, o si no, yo no me muevo. Yo necesito a alguien en español y si no lo buscan, yo lo encuentro donde sea. Y dejar mi familia, mi mamá yo la tengo en un ‘home’ en Bayamón, pero yo me tengo que estabilizar para poder traérmela. Y hasta mis perros yo tuve que dejar, que son tres perritos que son mi vida”, dijo sin aguantar las lágrimas la mujer oriunda de Bayamón.
“A mí se me llenó mi casa de aguas negras, yo dormí en una marquesina. ¿Cómo yo explicarle a mis hijas? Tenemos que dormir bajo tiroteos desde las nueve de la noche en adelante. Mis hijas dormían con las manos mías agarradas, porque a las nueve de la noche eso era tierra de nadie… Jamás yo pensé cruzar el charco para nada, porque esa es mi isla”, recordó.
Otra entrevistada que llevaba mes y medio en el hotel de Nueva York no pasó por los refugios de PATH, sino que primero se hospedó en casa de un familiar, que también se había convertido en una especie de refugio.
“Yo vine a donde un familiar con el cual duramos unos cuantos días allí, y pues obviamente habían venido otras personas que también estaban allí. Habíamos casi 12 personas en un lugar muy pequeño, en un espacio muy pequeño, y de ahí decidimos cada uno buscar un destino. Ahora mismo hay una que tiene dos nenes que está por ahí que no sabe donde vivir ni donde quedarse, y anda rodando por ahí. Que de verdad que quisiera que con la información que hemos conseguido aquí a lo mejor se le puede dar una ayudita a ella”, dijo la mujer de 50 años, oriunda de Santurce, que prefirió reservar su identidad.
“Yo desconocía totalmente todo esto. Yo no sabía que había ayuda, no sabía que podíamos estar alojadas en un lugar. Yo no pensaba salir de Puerto Rico, pero entonces se me presenta la condición de mi mamá, vengo para acá, y ahí es que decido quedarme, porque allá en la casa donde yo vivía pues todo se dañó, se inundó y estábamos sin luz, durmiendo en el suelo, durmiendo prácticamente con todo abierto. Pues vi que aquí había una mejor condición y por eso decidí quedarme”, dijo.
El CPI visitó otros dos hoteles de Nueva York que aparecen en la lista de lugares que aceptan refugiados de FEMA. Uno ellos era una estructura de dos pisos de cemento y madera en Glenwood Road, Brooklyn, a una hora en carro desde Manhattan. En la lista de FEMA, está identificado como un “Bed and Breakfast”, pero al llegar allí, tiene un letrero que dice que es un Day-Care, llamado Del’s.
Era la 1:00 p.m. Por la calle apenas transitaban carros y por la acera pasaban, de vez en cuando, uno o dos transeúntes. El portón del pequeño edificio estaba abierto, pero nadie respondió al timbre de la puerta. Al llamar por teléfono y preguntar si aceptaban refugiados del programa de FEMA, una empleada dijo que sí, pero que no sabía si allí se estaban hospedando personas de Puerto Rico utilizando ese programa.
Otro lugar que acepta refugiados por María a través de FEMA en Brooklyn era verdaderamente un hotel, llamado Park House Hotel, ubicado en Borough Park. Allí confirmaron que había una mujer puertorriqueña hospedándose a través FEMA, pero el CPI no tuvo acceso a hablar con ella.
FEMA evalúa a cada familia que participa del Programa de Alojamiento Transitorio de manera individual cada 30 días, pues deben demostrar que se realizan reparaciones a su vivienda, dijo Delyris Aquino, oficial de prensa de FEMA en Puerto Rico. En el caso de las personas que no son propietarias, deben someter información del arrendador y demostrar progreso en conseguir una vivienda segura con la asistencia financiera o directa que le haya sido otorgada por la agencia federal.
El Programa de Alojamiento Transitorio debe durar tres meses a partir del momento en el que se activó, que en el caso del huracán María fue el 31 de octubre de 2017. Pero el gobierno de Puerto Rico solicitó una extensión que se aprobó y que lo mantiene activo hasta el 20 de marzo de 2018. “Esta fecha se va a reevaluar en 31 días para verificar si es elegible para una extensión”, dijo Díaz, la oficial de prensa de FEMA. El CPI preguntó si existía una guía o documento con todos los requisitos para este programa, pero Díaz indicó que, “no, para el Programa de Alojamiento Transitorio, lo hace el sistema y es interno”.
El CPI solicitó al Departamento de Servicios para Personas Sin Hogar (DHS) de la ciudad de Nueva York información sobre cuántas familias de Puerto Rico han atendido desde el 20 de septiembre. También se le informó de las quejas con las condiciones de los refugios y se le cuestionó por qué las personas que llegan a la oficina de PATH debido al desastre del huracán no reciben información sobre los servicios de FEMA.
Issac McGinn, secretario de prensa del DHS, envió un mensaje por correo electrónico en donde evade todas las preguntas. “Nuestro objetivo es ayudar a los evacuados a inscribirse y recibir los servicios de FEMA inmediatamente después de buscar ayuda, y conectarse con amigos y familiares para obtener un lugar donde quedarse”, dijo McGinn.
Esta historia fue posible como parte de una colaboración con Futuro Media Group respaldada por la Ford Foundation.