“Profesor, ¿dónde queda la Plaza de Recreo de Humacao? Nunca he ido y no sé llegar desde la universidad”.
Esa pareció ser la preocupación principal entre varios estudiantes luego que el profesor Rafael Díaz Torres, del curso de Geografía de Puerto Rico, anunciara que la clase del miércoles sería en el aula de la calle y no en el tradicional salón de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Humacao. En esta ocasión, el espacio utilizado para dictar la sesión sería la Plaza de Recreo ubicada en el casco urbano histórico de dicho municipio.
Si bien existe una proximidad geográfica de poco más de una milla entre el campus y la plaza, factores como la perpetuación de un ordenamiento espacial de núcleos (sub)urbanos fragmentados, así como la resignación a tener que movilizarse exclusivamente por medio del vehículo privado, contribuyen a que dos lugares cercanos en un mismo pueblo se vean como dos meros puntos en un paisaje de inaccesibilidad y distancia. La preocupación de los y las estudiantes era válida y ameritaba reflexiones sobre las maneras en que se perciben los entornos geográficos más próximos a su centro académico.
Acudir a la plaza no sería una clase más. Más bien sería un ejercicio didáctico de ruptura con los discursos que describen ciertas áreas públicas como espacios de miedo. La sesión en la calle aspiraba igualmente a explorar las posibilidades de integración y participación ciudadana que solo pueden forjarse en aquellos espacios públicos en donde el lucro y el consumo no sean los principales criterios para propiciar encuentros en sociedad.
La tarde de ese miércoles 21 se unía a los días calurosos de un octubre que fácilmente pasaba como un mes de época veraniega, pero sin las vacaciones universitarias de junio y julio. Los estudiantes comenzaron a llegar a la plaza a las tres de la tarde. De los rostros de algunos comenzaban a brotar gotas de sudor. Sus semblantes distaban de ser los proyectados dos veces en semana en el cómodo salón de aire acondicionado y rutinas conocidas.
A las 3:12 p.m., Díaz Torres tomó el megáfono y exhortó a estudiantes e integrantes de la comunidad a conversar y reflexionar sobre qué actividades podrían hacerse en un espacio abierto y público como la Plaza de Recreo de Humacao. Acto seguido, el estudiante de biología marina y costanera, y atleta de la UPR en Humacao, Chris Morales, utilizó el megáfono para expresar su preocupación en torno a la escasez de áreas públicas que faciliten diferentes actividades y mayor participación ciudadana para los jóvenes universitarios en Puerto Rico.
Según pasaban los minutos, más estudiantes llegaban a la plaza. Algunos jóvenes llegaron cargando cajas de juegos de mesa, balones deportivos y hasta radios acompañados de discos compactos de los grandes éxitos de El Gran Combo de Puerto Rico. Poco a poco la plaza se transformaba en un gran centro recreativo de cordialidad, entretenimiento y diálogo.
Mientras los jóvenes acogían la plaza como su propio centro estudiantil de tertulia, la profesora del Departamento de Ciencias Sociales, Ivelisse Rivera Bonilla, se dirigía al público y comentaba sobre los inicios de la UPR en Humacao como una institución con presencia física en el casco urbano del municipio. Los comentarios de la profesora sugerían que la clase de Geografía de Puerto Rico de ese caluroso miércoles constituía, además, un retorno estudiantil de los búhos y búhas a su antiguo nido académico dentro del área que la toponimia boricua identifica como “el pueblo” de Humacao.
Cuando algunos estudiantes se aprestaban a comenzar la parte musical y la coreografía salsera a las 3:30 p.m., la diversión fue momentáneamente interrumpida por un personaje enmascarado que utilizaba una bata parecida a la de un brujo. El extraño ser se identificó con el nombre del “Macaracachimba” y entró por el centro de la plaza con una música que recordaba el horror de películas clásicas de Alfred Hitchcock. Macaracachimba le pidió a los presentes que abandonaran el lugar. Indicó que el área dejaría de ser una plaza y se transformaría en un distrito financiero administrado completamente por capital privado.
“Tienen diez minutos para largarse de aquí. De lo contrario, vendrá la Fuerza de Choque a removerlos. Esta área es un espacio inútil y vamos a transformarlo para permitir usos que promuevan el desarrollo y progreso de Humacao. Lo que hacen esta tarde suena bonito, pero no puede valorarse en dólares y centavos que es lo que verdaderamente importa”, expresó Macaracachimba en su alocución al público.
Acto seguido, el misterioso personaje explicó que las cuatro fuentes de la Plaza serían removidas, junto con los árboles que las rodean. “Por cada fuente, erigiremos una estatua de gente que, como yo, ha aportado al progreso y la civilización de este país. Habrá una estatua de Juan Ponce De León, una del gran Cristóbal Colón, otra del General Nelson Miles y finalmente se erigirá una estatua de un insigne exgobernador que puso a Puerto Rico en el mapa con su fuerza tan sólida como la de una caballo”, añadió Macaracachimba, mientras sostenía el megáfono que logró arrebatarle a uno de los estudiantes.
Aunque la mayoría del público reía ante lo que consideraban argumentos irracionales, algunos estudiantes desearon integrarse y cuestionaron lo planteado por el misterioso personaje. Las jóvenes Reina Colón y Mayra Rodríguez interrumpieron a Macaracachimba y criticaron su intención de coartar la libre movilidad de un pueblo que necesitaba espacios públicos como herramientas para mejorar su calidad de vida.
El intruso enmascarado eventualmente se retiró y nunca ocurrieron las anunciadas remociones de universitarios y universitarias de la Plaza. El reloj marcaba las 4:45pm, cuando la estudiante de comercio internacional, Bridgette Iglesias, se puso sus zapatillas de ballet y comenzó a impartir lecciones de baile a estudiantes y profesores. La plaza de convirtió en una gran pista de baile, la salsa de El Gran Combo retumbaba en las pequeñas bocinas de un viejo radio, mientras búhos y búhas disfrutaban de su clase de geografía en aquel caluroso miércoles de octubre.