Dos películas mexicanas compiten por el Hivos Tiger Awards, "Halley" de Sebastián Hofman y "Penumbra" de Eduardo Villanueva.
El Hivos Tiger Awards es el premio más codiciado del Festival Internacional de Cine de Rótterdam y éstos filmes son el reflejo de un cine que se está reiventando y mejora cada año.
Sebastián Hofmann y Eduardo Villanueva, directores de ambas producciones, analizan la tendencia. Es la primera vez en la historia que dos películas mexicanas compiten en la categoría más prestigiosa del Festival Internacional de Cine de Rótterdam. Sebastián Hofmann y Eduardo Villanueva llegan, además, con su primer y segundo largometraje, respectivamente. Un inicio brillante para dos directores que forman parte de la ola de nuevos cineastas que está creciendo en México.
“Es sangre nueva y las escuelas de cine como el Centro de Capacitación Cinematográfica están rompiendo esquemas y haciendo un cine de gran calidad tanto de manufactura como intelectual. Creo que estamos viviendo quizás una nueva época de oro, y juvenil”, valora Sebastián Hoffman.
Desde 1997 – punto crítico para el cine mexicano en el que sólo se produjeron nueve películas – el número de producciones ha crecido. Según estadísticas del Instituto Mexicano de Cinematografía, entre 2006 y 2012 vieron la luz 239 proyectos cinematográficos.
“Si antes era Argentina quien nos mostraba el mejor cine latinoamericano ahora en México hay una nueva generación de cineastas que están rompiendo barreras, y estamos saliendo al exterior ya que, desafortunadamente en nuestro país no tenemos la visualización que requerimos”, declara Eduardo Villanueva.
El cine mexicano crece, pero lentamente y desnutrido, con el talento de los jóvenes realizadores como único alimento. El caso de Villanueva es un ejemplo, Penumbra es una producción totalmente independiente y financiada con el dinero personal de su director el cual, cuenta, quedó en la bancarrota. Y como él, muchos más: de los 111 largometrajes producidos en el año 2011, sólo 58 tuvieron ayuda estatal y nueve financiación totalmente privada.
Sin embargo, el gran problema de la industria cinematográfica mexicana es la distribución. El circuito comercial engulle rápidamente los productos nacionales. “Mi película por ley debería estar en el cine por 15 días. Estoy seguro que la van a dejar una semana y me van a poner horarios tremendos de diez de la noche o diez de la mañana”, denuncia Villanueva.
Ambos directores coinciden: Estados Unidos tienen dominado el mercado y es difícil llamar al público a las salas a ver cine nacional. Según datos del IMC, sólo el 16 por ciento de los mexicanos que ven producciones nacionales lo hacen en las salas de cine, la mayoría es por televisión.
Festivales internacionales como el de Rotterdam son la oportunidad de estos nuevos directores de darse a conocer y distribuir su trabajo. Lo que hace pensar que, quizás, el cine mexicano sólo es apreciado fuera de México.