Plantas ornamentales y obras de arte engalanan las fachadas de las viviendas y negocios que se apretujan en el Callejón de los Peluqueros, en el turístico municipio de La Habana Vieja. A simple vista, pasa desapercibido que es un lugar único en Cuba.
En la angosta y típica calle peatonal, prosperan 23 pequeños negocios privados, que promueven la aplicación, adaptada a las condiciones de esta isla caribeña, de la “economía social y solidaria”, una modalidad que une la economía pública y privada, así como a las organizaciones no gubernamentales.
“Nosotros borramos la línea entre: tú eres estatal y yo cuentapropista (privado), para trabajar juntos en el beneficio comunitario”, aseguró Gilberto Valladares, un barbero conocido internacionalmente después que habló al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, durante un foro empresarial durante su visita a La Habana en marzo.
“Ese es el modelo que nos permite crecer desde abajo”, sostuvo este emprendedor, conocido como Papito, que despliega una intensa labor comunitaria, apenas divulgada localmente, a través del Proyecto de Desarrollo Integral Comunitario Arte Corte, creado en 1999.
En estos días, emprendedores como Valladares se preguntan qué espacio tendrá el creciente sector privado en este país de economía centralizada, luego que el 28 de septiembre se anunció un aumento de los controles y medidas en los cada vez más numerosos pequeños negocios en la capital, sobre todo en restaurantes y bares.
“Nosotros demostramos qué puede aportar un cuentapropista al país, en lo económico, social, cultural y el rescate de los valores”, aseguró el peluquero, de 46 años. “El momento histórico de comprometer al sector privado con la sociedad es hoy, no mañana”, propuso el emprendedor, que aún lucha contra los prejuicios y vacíos legales del ramo.
A su juicio, las miles de personas que establecen negocios privados son muy diversas y tienen un potencial sin aprovechar.
“Es cierto que no todo es color de rosa y existen fenómenos negativos [en el sector privado], como la explotación y discriminación de la mujer, pero son problemas sociales mayores que se encuentran en todos los espacios”, valoró Valladares, quien asegura que su proyecto logró autosustentarse gracias a la alianza público-privada.
Papito recuerda que hace cinco años el callejón donde vive era “el más feo de La Habana. Aquí solo existía mi peluquería y la escuela”, contó sobre el centro de enseñanza gratuita que inauguró en un local estatal para “dignificar el oficio de la peluquería”.
Ahora, Arte Corte es una escuela que ofrece cursos de peluquería y gastronomía y talleres de arte a niños y jóvenes. En alianza con otros emprendedores, instituciones y organizaciones, capacita a jóvenes, en especial de grupos vulnerables como aquellos con problemas auditivos o discapacidades mentales, para que accedan a empleos dignos.
En esta calle, hay cuatro restaurantes para turistas, otras tantas galerías de arte, una tienda de ropa y otra de artesanías. También se arriendan espacios para esas y otras actividades y se rentan habitaciones a visitantes extranjeros.
Estos negocios emplean a 97 personas, en su mayoría del barrio del Santo Ángel, donde está enclavado el callejón y es el área de acción de Arte Corte. El equipo del proyecto recabó la existencia de 200 emprendimientos en el barrio, que generan empleos y pagan impuestos.
“Hoy los proyectos económicos [del Santo Ángel] ayudan a sostener los proyectos sociales”, indicó Valladares, que resaltó la importancia del apoyo de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, “sin la que hubiese sido muy difícil lograr el éxito actual”.
Arte Corte también cuenta con el apoyo de organizaciones no gubernamentales, universidades, centros de investigación, empresas estatales, gobierno local y la cooperación internacional de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación.
Cuando en 2010 el gobierno de Raúl Castro amplió a más de 200 las pequeñas actividades permitidas en la producción y los servicios, el sector privado sumaba apenas 157,371 personas. Hoy cuenta con 518,479 trabajadores, entre propietarios y empleados, según el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
Además, permitidas en 2013, existen 383 cooperativas no agropecuarias, que se concentran en las provincias de La Habana, Artemisa, Matanzas, Mayabeque y Pinar del Río. De ellas, 131 se dedican al comercio y la reparación de efectos personales, 102 son restaurantes, 60 operan en la construcción y 49 en la manufactura, entre otras áreas.
Cuba ostenta una larga tradición de cooperativismo en la agricultura y la ganadería, pero fue con la actual reforma económica que se permitió, de forma experimental, la gestión colectiva en actividades de construcción, reciclaje, gastronomía, transporte, informática, entre otras.
Las dudas sobre la aceptación oficial del empuje del llamado sector no estatal, que incluye a privados y cooperativas, se reavivaron en septiembre cuando 129 dueños de restaurantes de la capital fueron citados por las autoridades para anunciarles que iban a ser inspeccionados.
En octubre, la prensa oficial informó que el gobierno de La Habana congeló el otorgamiento de nuevas licencias para abrir restaurantes porque los actuales eran controlados en busca de violaciones como tolerancia a las drogas y proxenetismo, blanqueo de dinero, compras en el mercado negro, evasión fiscal, empleados sin contratos y uso de la licencia para otros fines como clubes y discotecas.
La suspensión de nuevos permisos a los exitosos restaurantes en la capital, que comenzó en una fecha sin precisar y terminó el 23 de octubre, fue la medida más divulgada en medios locales pero otros emprendedores aseguraron a IPS que también sufrieron rigurosos controles.
“Nos realizaron inspecciones más fuertes y seguidas de lo común”, contó un maestro, que trabaja en un local de refacciones en el céntrico barrio de Vedado. “También revisaron que los vendedores de ropa y artesanías no estuvieran revendiendo productos industriales”, reveló el dueño de una pequeña tienda en la populosa avenida Carlos III.
“El sector de gestión no estatal podría ser un sector muy dinámico en el desarrollo de la economía nacional, incluidos los ámbitos social y político”, sostuvo el experto en sociedad civil Ovidio D’Angelo.
El psicólogo de formación indicó que, para ello, se requiere de “una reforma mucho más profunda en su legislación y la de los otros sectores de la economía: estatal, mixto, inversión extranjera, entre otros”, además de “un cambio de mentalidad” en la población y sobre todo en la política oficial.
Vacíos legales, trámites burocráticos, pocos contratos con empresas estatales a pesar de estar permitido, maltratos por parte de inspectores que algunos califican hasta de “hostigamiento”, ausencia de un mercado mayorista, escasas opciones de superación y altos impuestos, son algunas de las limitantes observadas por los privados.
“Hay que ir “alfabetizando” a mucha gente sobre las cooperativas no agropecuarias (CNA) y su papel en nuestra sociedad, pues merecemos igual respeto que las empresas estatales”, comentó Teresita Gómez, socia fundadora de la CNA Crea Entorno, que con un perfil ecológico produce piezas de cerámica en la capital.
“La cooperativa es una unidad muy ágil y, en las actuales circunstancias económicas de Cuba, puede ayudar mucho”, planteó sobre este segmento que padece obstáculos y estigmas similares a los pequeños negocios privados, aunque cuenta con las facilidades de tener personalidad jurídica y algunas pocas disponen de permisos de importación.