Sin City: A Dame To Kill For es la secuela de Sin City, largometraje de acción al estilo cómic cuyo estreno en el año 2005 gozó del favor de la crítica y el público, mayormente debido a su estilo visual innovador. Ambas son las respectivas adaptaciones de las primeras dos partes de una serie de novelas gráficas de crimen y venganza del mismo título y, aunque Dame continúa la narrativa de la primera con muchos actores del elenco original, apenas alcanza a dar un traspié en lo que es una colección de historias simples con personajes unidimensionales. Después de nueve años sin saber de estos filmes, ¿habrá quien se complazca viendo a estos personajes genéricos, así como la ausencia de una trama interesante que justifique la totalidad de la película?
Las historias tanto en la primera como en la secuela están relacionadas entre sí por el escenario compartido y el modo en que juntas tejen una colección de episodios breves de noir excéntrico y over the top. La ciudad del título es una en donde los policías y políticos son igual de malévolos que la población criminal, las barras están repletas de bailarinas exóticas bellas y atormentadas y el gueto está bajo la protección de prostitutas con vestimenta sado y armamento militar.
Una de las narrativas principales de la secuela vuelve a traer al detective Hartigan (Bruce Willis) de la primera como un fantasma que motiva la vendetta de la stripper Nancy Callahan (Jessica Alba) contra el senador Roark (Powers Boothe). Por otro lado, Dwight (Clive Owen, que es remplazado por Josh Brolin), un héroe sin mucha historia de fondo, también regresa para esta vez ser manipulado por la femme fatale Ava Lord (Eva Green), examante que resurge de su pasado. Joseph Gordon Levitt hace de Johnny, un lindín con una suerte inédita para las apuestas que compite contra el mismo Roark en un juego de poker de consecuencias mortales. Mickey Rourke regresa con todo el maquillaje necesario para hacer de Marv, el violento cabeciduro que se presta para romper huesos a más de uno de los personajes anteriormente mencionados.
Parecería complicado, pero no os preocupéis, que en Sin City hay de todo menos complejidad. La mayor parte de los 102 minutos de la película están dedicados a diálogos que son el pastiche de un pastiche, hombres siendo lanzados por ventanas de cristal y la vergonzosa decisión “cinematográfica” de utilizar el trasero de Jessica Alba en eterno giro striptease y close up, como transición frecuente entre escenas. Los tres hilos narrativos están entrelazados de manera aleatoria, de tal manera que el producto final carece de la cohesión más básica, falla que es especialmente obvia en la conclusión insatisfactoria de las intervenciones de Johnny. Una que otra actuación tiene sus momentos redimibles, en especial las de Rourke, Boothe y Green que interpretan sus personajes estrambóticos con la ridiculez necesaria.
Apelar a la lascivia con el viejo sexo, drogas y rock n’ roll perdió su encanto entre la década del 80 y la del 90, época en la cual las historias de Miller estaban en su apogeo en el mundo de los cómics. Especialmente, si ni siquiera logra su único cometido: la diversión simple que todos buscamos con el consumo del entretenimiento escapista. Partiendo desde un libreto de Frank Miller (creador y escritor de los cómics), los directores Miller y Robert Rodríguez parecen estar satisfechos con reproducir la violencia y sexualidad burda de lo peor de las narrativas del género sin mucha innovación. Intencionalmente producir un B movie es un proyecto insalvable si la película no es entretenida y la acción exagerada carece de la vivacidad visual lograda en películas como el Oldboy (2003) original o Shaun of the Dead (2004). La secuencia de créditos es tal vez la mejor parte y en 3D es casi tan buena como para llegar a esta colección de logros del diseño.