Más allá de una moda pasajera, la agro-ecología tiene que ser un modelo de producción, que no solo se centre en los principios fundamentales agro-ecológicos, si no que asuma como propio otros principios que combatan abiertamente el capitalismo en todas sus formas y colores.
Una sociedad envuelta en la bandera del sistema capitalista, no puede desarrollar un modelo agro-ecológico generalizado y convertirlo en algo más que en proyectos de ámbitos locales, muy reducidos, donde participamos colectivos, de pocas personas, que dependemos de pequeños grupos de consumo, para darle salida a los productos que cultivamos en apenas pequeños huertos.
¿Podemos vivir dignamente con cultivos de estas características? No hablo de si puede comer una familia, o solo de cubrir los gastos generados, hablo de poder hacer frente a los pagos de unos estudios de calidad para nuestros hijos e hijas, de poder acceder a servicios básicos. Hablo de hacer frente a pagos mínimos de agua, luz, gas, solventar problemas que se presentan día a día, acceder a servicios esenciales y vitales, que el mundo capitalista nos niega, si no es a base de disponer o poseer de una economía medianamente holgada.
Yo creo, personalmente, que con el modelo actual de agroecología, donde actuamos como grupos o instituciones secretas, que entre nosotros debatimos, discutimos y desarrollamos políticas a favor del medio ambiente y de una sociedad justa, no podemos vivir dignamente de este modelo, mientras este sea una isla de justicia en el mar de desigualdad y opresión del capitalismo.
Tenemos que intentar abrir nuestras “sociedades secretas” y poner a toda la población con las manos sobre la tierra, para que sientan la libertad y la sabiduría de nuestros antepasados, que tenían como forma de vida la agricultura sostenible. Dejemos las puertas abiertas de nuestros cultivos y pongamos nuestros conocimientos en la mente y en las manos del resto de la población. Introducir el concepto de agro-ecología en las instituciones, con fuerza y decisión, de forma que rompan las ventanas cerradas de las administraciones. Esas ventanas que cierran la posibilidad a que entre la voz del pueblo y del medio rural, pero que si permiten que estén dentro las voces y las manos del agronegocio global, que deciden la alimentación en Andalucía, y las políticas agrarias que aquí se aplican.
Iniciemos un debate serio y con fundamento, en el seno de las fuerzas políticas, sindicales y sociales. Hay que debatir proyectos y acciones concretas entre colectivos, campesinos, campesinas y administración, pero no solo para aumentar la cuantía en ayudas y buscar la subvención que nos haga rentable nuestro proyecto de cultivo, cerrar el acuerdo para cursos de formación, o que los ayuntamientos nos cedan terrenos para huertos sociales donde poner en prácticas nuestros conocimientos.
La búsqueda del debate en la institución debe ir encaminada a concretar proyectos de ámbito local, para caminar hacia lo global, globalizar la lucha con proyectos que no tienen que ser exclusivamente innovadores, si no rescatar los que ya desde la izquierda consecuente, para romper con el franquismo y con el capitalismo, buscó implantar en los años 80 en muchos municipios andaluces, como fueron los comedores escolares, dónde con un control exhaustivo se llevaba las compras de productos a los campesinos y campesinas locales, evitando el acaparamiento de mercancías y de la tierra por las grandes distribuidoras que controlan el rentable mercado de comedores escolares, centros hospitalarios, y el mercado de la alimentación en general.
Con el paso de esos primeros años de búsqueda de una sociedad más justa, igualitaria y de un desarrollo sostenible en consonancia con el medio ambiente, muchos de aquellos colectivos políticos y sociales, olvidaron cuál era su función en los pueblos y ciudades andaluzas y para qué depositó el pueblo la confianza en ellos. Con el paso de los años en esta democracia atada y bien atada, los partidos del régimen del 78, eliminaron estas iniciativas, para desarrollar políticas claramente capitalistas y eliminar la peligrosidad de la organización de los trabajadores y trabajadoras en el medio rural, donde se imponía lo colectivo y lo social al capital.
Este tipo de experiencia de principios de los 80 desarrollaban ámbitos de trabajo colectivos, modelos cooperativistas, mediante la compra directa al campesinado de los productos locales. Se desarrollaba un claro ejemplo de soberanía alimentaria, fijando a la población al medio rural, superando sin subvenciones la miseria y la exclusión social de jornaleros y jornaleras. Con un espíritu transformador que hizo a la juventud rural abrazar la tierra. Comedores escolares, de hospitales o residencias de ancianos, eran la bandera que enarbolaban los que ya mucho antes de que se desarrollaran el concepto de agro-ecología, la practicaban, creando una simbiosis entre las campesinas y los consumidores, desarrollando canales de comercialización cortos, evitando la contaminación, regenerando la materia vegetal, incentivando la rotación de cultivos ecológicos y eliminando los químicos del abonado y del control de plagas, desarrollando variedades de cultivos autóctonos y sociales, donde se generaba mano de obra, eliminando los monocultivos que han dibujado paisajes de oscuridad en el presente y futuro del medio rural.
En definitiva, si abrimos nuestras sociedades secretas de la agro-ecología al resto de la población, hacemos partícipes de nuestros conocimientos, nuestro amor por el medio ambiente y nuestra lucha contra el capitalismo, y empuñamos entre todos y todas nuestra bandera de la soberanía alimentaria. Podremos desarrollar una sociedad más justa, igualitaria y en armonía con el medio ambiente.
Como me decía un campesino de 88 años de Arriate, “¡Niño! La agroecología es la forma fina que tienen los ecologistas, de decir lo que yo he hecho toda mi vida, luchar contra las injusticias, de la forma que solo sabía hacer, sembrar semillas locales, rotar los cultivos y abonarlas con estiércol, para dar de comer a mis 5 hijos, sin necesidad de tener que ir a comprar la comida a esos sitios tan grandes que a saber, ¡dios!, de dónde vendrán esos alimentos y quién lo ha sembrado, porque mis productos están en la tienda de allí abajo, y quien quiera que venga, que le explico cómo lo he sembrado, que variedad de tomates son, y como lo he abonado”.
La agroecología como método de lucha por la supervivencia del medio rural contra el capitalismo, frente a las grandes multinacionales, contra el acaparamiento de tierras y de los productos alimenticios, solo es posible si desarrollamos el concepto como algo habitual en nuestro día a día, lo socializamos y lo abrimos al 90% de la población, y en vez de tratar a la agro-ecología y la soberanía alimentaria como algo de nuestra propiedad, lo trasladamos a la ciudadanía, como algo habitual que ya lo llevaban a cabo nuestros mayores, que construían y construyen en silencio, con paciencia y, a lo mejor, sin saberlo, la Andalucía Libre que necesitamos y queremos.
Este texto fue publicado originalmente en ecoportal.net
El autor desde este artículo, Alejandro Serrato es de Arriate (Serranía de Ronda). Es sindicalista del SAT y miembro del Área de Soberanía Alimentaria del Sindicato de Obreros del Campo, también es delegado internacional por el SOC en la coordinadora europea de La Vía Campesina.