Una vez lo vi en el cine, y nos imaginé rehenes de él —las puertas de la sala barricadas con cajas repletas de hojas sueltas de temporadas pasadas. La película, si recuerdo bien, era la de Pinochet y el plebiscito en Chile. Me dormí en la parte de la canción. Desperté una hora más tarde cuando aún cantaban. Él estaba solo. Lo imaginé molesto conmigo debido a mi falta de convicción política. La canción dice así: “Chiiile, la alegría ya viene”. Era domingo. Al otro día me lo encontré, como de costumbre, frente al portón de la Universidad.
Recuerdo que durante la huelga, cuando una estudiante de derecha intentó forzar su entrada al Recinto, me molesté mucho con él pues no dejaba de gritar “turba PNP” en protesta, demasiado cerca de mi oído. Recuerdo que mientras ella insistía en entrar y él insistía en gritar, otros estudiantes de derecha realizaron una manifestación en la avenida. Habiendo tomado asiento en pupitres o en la brea, se disponían a leer un libro en señal de que uno puede leer donde quiera. No creo que ese era el mensaje, pero me gustó mucho. Además, imagino que es positivo encontrar puntos en común con gente diversa. ¿La gente de derecha es diversa?
Nuestros encuentros son breves. Yo lo saludo, él me entrega una hoja suelta. A veces más de una, grapadas a la mala, casi un folleto de producción casera. Me lo imagino en su cuarto, tarde en la noche, picando titulares de periódicos y fotos de gobernantes, pegándolas a un papel en blanco, combinando tipografías para plasmar sus consignas, como en una nota de secuestro. Él, sin embargo, no es el culpable de que nos hayan robado la esperanza. El culpable es la dominación sionista global sostenida o sustentable. Algo así. Admito que no miro las hojas con muchísimo detenimiento.
No me imagino entrar al Recinto sin verlo. Acabo de interrumpir la escritura para revisar mis bolsillos y mi bulto, en busca de alguna hoja arrugada. No las guardo ni para hacer listas esporádicas a lo largo del día. Vamos, no es ni tan serio. Pero me ha dado con pensar que el Don no duerme picando periódicos y sacando copias, convencido de que a lo menos lanza una alerta: nuestra sumisión no tendrá fin.
Yo me duermo en casi cualquier parte, no importa lo que esté pasando.
Guillermo Rebollo Gil es ensayista, poeta, sociólogo, abogado y profesor universitario. También es parte del grupo de colaboradores permanentes de Diálogo Digital.