Transformers 2: The Revenge of the Fallen es posiblemente una de las peores películas que he visto en mi vida. Teniendo eso como preámbulo, fui a ver Transformers 3: The Dark of the Moon sin demasiadas expectativas. No esperaba que fuera buena y en eso no me equivoqué; lo que no podía prever es que fuese la campaña propagandística a favor de la guerra del terror, más costosa y elaborada de todos los tiempos.
Comencemos por lo más fácil, las cosas buenas que tiene la película. No es peor que la segunda, por lo menos desde el aspecto técnico. Los efectos especiales están muy bien logrados y algunas de las secuencias de acción quedaron muy bien realizadas. A ratos logra divertir y por momentos uno casi olvida el resto tan terrible que conforma el film.
Ahora bien, ¿Qué es lo que hace a Transformers 3 una película espantosa? Simple: todo lo demás, pero sobre todo, su mensaje pro bélico exacerbado. Analicemos parte por parte la tercera entrega de la guerra entre los Autobots y los Decepticons.
Sam Witwicky TIENE que volver.
Durante la película, el personaje de Shia LaBeouf se siente miserable por tener que conformarse con trabajos de oficina luego de haber salvado al mundo en dos ocasiones. Por esto, intenta por todos los medios involucrarse en la guerra entre los robots, durante la primera mitad de la trama. Irónicamente lo mismo podría decirse del guionista Ehren Kruger. Trata tan desesperadamente de encontrar una forma por la cual Sam Witwicky retorne a la historia, que no sólo es forzada, sino ridícula.
De hecho, las anécdotas emocionales y sentimentales de Sam resultan exageradamente aburridas. Cada vez que se deja a un lado la trama bélica entre los Autobots y los Decepticons, para adentrarnos en las tribulaciones de Witwicky (hecho que va acompañado de un terrible uso de banda sonora, que ahonda el sentimiento empalagoso de estas escenas), uno se descubre rogando porque regresemos a la acción y las secuencias con adrenalina. Posiblemente porque sin explosiones y tuercas volando por la pantalla, uno recuerda que la película es, en resumidas cuentas, mala.
Este es uno de los más grandes fallos del film: la inclusión ridícula de personajes de las entregas anteriores e incluso de personajes nuevos. John Turturro vuelve con su insoportable caracterización del Agente Simmons, quien retorna de una forma aún más injustificada que la de Sam. John Malkovich aparece con un personaje completamente insignificante y que no aporta nada a la historia, algo realmente triste cuando tomamos en consideración que Malkovitch es un maravilloso actor. Algo similar pasa con la impresionante y talentosa actriz Frances McDormand quien representa de forma patética su personaje. Michael Bay incluso introduce al actor Ken Jeong (el asiático de The Hangover) para dos escenas sumamente idiotas, con el mismo tipo de humor que caracteriza a The Hangover. Ahora bien, el personaje femenino es posiblemente el peor de los casos.
Megan Fox no se encuentra más en la película debido a diferencias con el Director Michael Bay, aún así, su personaje, por lo menos en esencia, está de vuelta en la historia. Ahora está encarnado en una rubia británica, igualmente despampanante (e igualmente explotada de forma sexual), interpretada por Rosie Huntington-Whiteley. Al igual que lo hacía con Fox, Michael Bay utiliza la sensualidad de Huntington-Whiteley sin decoro ni sutileza para despertar a aquellos que se puedan estar empezando a aburrir del sinsentido de su film.
La presentación del personaje (a saber, la primera vez que lo vemos), al igual que en las dos entregas anteriores, es desde su importancia sexual. Un plano nos muestra las nalgas perfectas en ropa interior de la chica, mientras Sam, su novio, duerme en la cama (recordemos que en Transformers 2, Megan Fox sale por primera vez en una posición demasiado sugerente para pintar una motocicleta). De entrada nos avisan que la única función de esta chica, será cautivar a la parte de la audiencia con testosterona, que no esté ya hipnotizada con los vehículos magníficos que salen en el film.
Al final, Kruger (el guionista) intenta darle una razón extra al personaje femenino, haciendo que ella impulse a Megatrón para que actue, recurriendo a la avaricia del Decepticon. Detalle totalmente innecesario cuando este impulso es lo que ha movido al villano desde la primera entrega.
La trama también se transforma.
Del mismo modo en que los gigantescos robots cambian de forma, la historia de la película también muta a lo largo de esta. De hecho, si dividimos por la mitad, las dos horas y media que dura Transformers 3, podemos tener dos películas completamente distintas. La primera, con muchas secuencias de la vida aburrida de Sam, repleta de chistes estúpidos. La segunda, con nuevos villanos y una invasión extraterrestre que da como resultado una interminable cadena de secuencias de acción, una tras otra que, por más buenas que sean, llegan a dar dolor de cabeza.
Por si fuese poco, el argumento del film, que aunque comienza pareciendo simple y con potencial, se va enredando cada veinte minutos, hasta que al final, resulta una maraña de hilos dramáticos y un complejo e indescifrable plan de acción por parte de todos los personajes de la película. Si en Transformers 2, uno de los principales problemas era que la imagen no se entendía y las peleas parecían un montón de tornillos, tuercas y trozos de metal luchando unos contra otros, sin poder saber quien era bueno y quien era malo, en Dark of the Moon, es la trama la que resulta incomprensible. Los Decepticons tienen una estratagema súper rebuscada y que pudiera ser mucho más simple. Los Autobots de igual modo adoptan un plan de acción igualmente complejo, por "querer demostrarle a la humanidad que son quienes tienen la razón" (sí, con berrinche incluido) y hasta los humanos se complican la vida tratando de explotar algo, que al final, no terminan destruyendo ellos.
Tengan en cuenta que, si el párrafo anterior resultó complicado, no es ni una décima parte de lo confusa que es la película.
Como diría Optimus Prime: "Let's Kill them All"
Sin embargo, lo más escandaloso de Transformers: The Dark of the Moon es el panfleto político detrás de las explosiones, los complicados planes y las dolorosas actuaciones. El mensaje de la tercera entrega de la saga que lleva a la gran pantalla a los juguetes de Hasbro, es simple: "Si dejamos de pelear la guerra contra el terror, los grupos terroristas acabarán con nuestra gran nación".
Sí, así mismo. La película es una gran propaganda para apoyar las tropas de los Estados Unidos (EEUU) en la guerra contra el terrorismo y recordarle al mundo que no se puede dar tregua a estos grupos. Para poder explicar esto, tengo que hacer un análisis minucioso de la trama y advierto que, quizás, tenga que revelar uno que otro detalle de la historia. Personalmente opino que no daño la película haciéndolo (de hecho, considero que es imposible dañarla más de lo que ya está estropeada), pero si usted no desea que se le revele nada en lo absoluto, salte a la siguiente sección y lea ésta después de ver el film.
La primera vez que vemos a los Autobots en la tierra, Optimus Prime nos dice que en vez de luchar contra los Decepticons, ahora se encargan de resolver conflictos humanos para evitar que los terrícolas se maten los unos a los otros. Mientras la voz metalizada de Peter Cullen nos dice esto, en imágenes vemos que la forma de "solucionar conflictos" es destruir una instalación militar en Irán trabajando como agentes "encubiertos", matando soldados en el proceso. Ya aquí se nos presenta un primer mensaje claro. Los Autobots apoyan la incursión militar de los EEUU en países del Medio Oriente, como una necesidad de salvaguardar la vida y la libertad.
Luego, aparece Megatrón, el villano clásico y archienemigo de los Autobots. Camina en medio de un prado casi desértico de África, portando una manta que le oculta parte del rostro, los hombros y el pecho. Casi parece un árabe, podría decirse. Por si fuese poco, más adelante, la inteligencia militar de los EEUU afirma que hay presencia Decepticon en África y China, es decir, países orientales, uno de ellos comunista.
Pero la parte clave es cuando los Decepticons, le informan al planeta que, si cesan los ataques en su contra y expulsan a los Autobots de la tierra, ellos simplemente tomarán los recursos que necesitan y se marcharán de vuelta a su planeta. Los humanos, deciden obedecer, sólo para descubrir que acto seguido, los Decepticons se adueñan del planeta entero, destruyendo la ciudad de Chicago por completo, razón por la que el film se llena de imágenes que evocan la destrucción de Nueva York luego del 11 de Septiembre de 2001, pero elevado a la máxima potencia.
En pocas palabras, si dejamos de pelear contra el terrorismo creyendo que así no nos atacarán más, sólo les dejaremos espacio libre para que nos destruyan una ciudad entera y gobiernen el mundo. Es esto lo que Ehren Kruger y Michael Bay anuncian en su film, sobre todo en la segunda mitad del mismo. Gracias a Dios (o a cual sea la deidad a la que se le reza en Cybertron), las tropas americanas y los Autobots están de nuestro lado y logran salvarnos a todos del horror.
Por si fuese poco, justo antes de comenzar la retoma del planeta, Optimus Prime aparece y dice la sutil frase "Let's Kill them All"; y es que en definitiva, a eso se dedica el líder de los Autobots durante toda la película, a arrancar cabezas de sus enemigos metálicos como si estuviera haciendo "Fatalities" de Mortal Kombat (de hecho, incluso los chorros de sangre salen del cuerpo metálico de los robots). El sabio y meditativo Optimus Prime fue reemplazado por un guerrero insaciable.
Pero esto no es de extrañar con el mensaje bélico de la película. En Transformers 3, la muerte del enemigo se celebra con honores. Los Autobots destruyen a todos los Decepticons sin lugar a treguas (irónicamente los Decepticons tenían prisioneros hasta que un humano le cuestiona a Megatrón y es entonces cuando decide fusilarlos). Incluso, Sam acaba con la vida de otro humano traidor que trabaja para los robots terroristas, como si esto fuese un acto sumamente heroico.
Pero quizás el caso más escandaloso es el que se suscita cuando Optimus Prime, se coloca frente a un antiguo aliado, ahora traidor de los Autobots, quien está ya derrotado y es obvio que estaba equivocado. En vez de hacerle ver su error y dejar que se arrepienta y/o se redima, Prime opta simplemente por volarle la cabeza. Según Kruger y Bay, todo aquel que es un terrorista o que los apoya, merece ser destruido sin cuartel.
El éxito del verano
Transformers 3: Dark of the Moon es una terrible película. Aún así, es obvio que va a recaudar millones de dólares y que será un éxito taquillero, pues tiene todo para serlo. Muchas explosiones, efectos especiales espectaculares, automóviles preciosos, una modelo haciendo el papel femenino (literalmente una modelo, pues antes de actuar en esta película, era famosa por ser modelo de Victoria Secret), una gran cantidad de chistes imbéciles y sobre todo, el sello de garantía de la dirección de Michael Bay y la producción de Steven Spielberg. Gracias a Dios que, según ellos, es la última de la saga, aunque, no me sorprendería que en dos o tres años, tengamos que aguantarnos una cuarta película con el tema principal de Linkin Park.