El turismo ha sido uno de los mecanismo para el desarrollo económico de regiones periféricas, una de esas mercancías intangibles que dejan ganancias tangibles a nuestros países y replican culturas que muchas veces solo están en libros de historias. Un caso es el Caribe, que pasó de la exportación de productos de sobremesa y del monocultivo a la industria turística, convirtiéndose en el centro de diversión global. Como mencionara el sociólogo Emilio Pantojas, “el turismo y el entretenimiento emergen como ejes dinámicos de crecimiento económico ya que el Caribe posee ventajas comparativas (clima, playas) y competitivas (bajos salarios, exenciones fiscales) dentro de la cadena o circuito global de producción y comercialización de segmentos de estos servicios”.
Uno de los casos más destacados del turismo como lanza del desarrollo económico es Cuba. El turismo representó para la isla socialista durante el “periodo especial” la mayor apuesta para el desarrollo económico en un periodo de hostilidades post-Guerra Fría; fue el turismo quien sacara a la isla caribeña de la “quebrada enajenación” impuesta por el embargo de Estados Unidos. El diplomático y profesor Jesús Arboleya destacó que gracias a inversión extranjera se triplicaron la cantidad de habitaciones que existían a inicios de los años 90. Esa apertura a una economía mixta en el sector del turismo y otras ramas de la economía abrió un nuevo flujo de personas, además de traer capital y nuevas tecnologías. En el renglón de flujos de turistas, Arboleya destacó que de 340 mil visitantes en 1989 aumentó a unos 1,774,000 visitantes en el 2000.
Aun cuando la política oficial es vender la isla como un paraíso tropical, no es menos cierto que la gente que viaja a Cuba busca lo que el filósofo Jean Baudrillard llamó el “repetir los gestos de la epopeya del oro”. Por ello vemos personas que decidan viajar a lugares y asumir símbolos y etiquetas, como dijera Baudrillard, “adheridas al color local”.
A la altura del siglo XXI, le han sobrevivido unos símbolos universales a la Revolución Cubana. Por una parte la icónica imagen de comandante Ernesto “Che” Guevara, la cual se ha masificado en miles de productos por todo el mundo, evoca rápidamente pensar a Cuba. Por otra parte, la figura de Fidel Castro y su gobierno le han dado un branding a la isla caribeña, junto a la proyección internacional de espacios míticos que se vinculan con la Revolución. Lugares y espacios como Playa Girón y Plaza de la Revolución son símbolos concurrentes a la hora de pensar en Cuba, todos cargados de signos ideológicos y políticos.
Aun cuando el gobierno cubano no necesariamente usa la iconografía revolucionaria para promocionarse como mercado turístico, este siempre permea en la publicidad de Cuba como destino. Si visitas los portales que el Ministerio de Turismo utiliza para promocionar la isla caribeña en Sudamérica podemos ver que su enfoque es vender el destino como “un gran caudal de historia, cultura y tradición”, esto vinculado con la más reciente campaña oficial de “Auténtica Cuba”. Esta campaña, que inició en 2010, [in]visibiliza los íconos revolucionarios para darle paso al aspecto cultural, la rumba, la arquitectura colonial y a la cotidianidad de vivir en Cuba.
Mientras el gobierno cubano vende un Cuba de diversión y turismo a lo “parque temático”, algunos portales de turismo promocionan a la isla con una pisca revolucionaria. La versión española del portal TripAdvisor, la página web de viajes más grande del mundo con referencias hechas por los mismos turistas, anticipa que La Habana como destino turístico de la siguiente forma:
“Hay pocas ciudades en el mundo aparte de La Habana donde se puedan revivir los acontecimientos que conducen a una revolución y sentir sus consecuencias en sus calles de una forma tan patente. Pasea por la Habana Vieja, explora los museos, visita el hogar de Ernest Hemingway y empápate de la rica cultura de un pueblo humilde”.
Mientras el gobierno cubano alude a dibujar una cotidianidad sin la propaganda política y sin las icónicas imágenes del más que cincuentenario proceso revolucionario, los turistas que usan los portales como TripAdvisor insisten en colocar fotos del mural del “Che” en el Edificio del Ministerio del Interior, así como otras imágenes que remontan a los triunfos de la Revolución Cubana.
En Puerto Rico, un grupo político llamado Comité de Solidaridad con Cuba lleva viajando desde la década de los noventa al vecino país. Con el discurso de la solidaridad con los pueblos oprimidos y retar el embargo que Estados Unidos le tiene a la isla caribeña, coordinan las “brigadas de solidaridad”. Hay movimientos de brigadistas que llegan a la isla desde regiones como Cataluña, Canadá, Argentina y Estados Unidos.
Este tipo de viajes, a la luz del sociólogo Arturo Torrecilla, promueven la recreación de un theme park amarrado a discursos de “victimismo” y el “dolorismo”, creando un discurso de reorganización de la economía de esfuerzos que se vincula a la herencia de unos ideales, en este caso de la perpetuación de un ideal radical. Es un llamado “rito de pasaje”, un acto de purificación para reafirmar una identidad “progresista”; es la búsqueda de repetir ese discurso famoso de Fidel, seamos siempre como el Che.
Este texto forma parte de nuestra republicación del blog del curso COPU 6515 Economía política de la información, parte del Programa Graduado en Comunicación de la UPR Río Piedras