foto: Norenid feliciano
Después de concluir la semana, ésa que se caracteriza por los tapones mañaneros y nocturnos, decides alejarte, o quizás se te antoja vacacionar lejos del área urbana, y optas por la alternativa verde. Y, ¿por qué no? La Isla está circundada de lugares interesantes, de playas por doquier, de bosques tropicales y hasta desiertos, en fin, todo un catálogo de regiones ecoambientales por explorar. Pero, ¿cuán seguras son estas zonas? La noción que se tiene sobre la seguridad en los distintos lugares ecoturísticos del País se trastocó en enero debido a la muerte de la californiana Socorro Elaine Smith en el Parque de las Cavernas del Río Camuy. Smith, de 45 años, se encontraba esperando un “trolley” con su esposo e hijo cuando una piedra la golpeó en la cabeza. Según la Policía, la roca, de aproximadamente 30 libras, se desprendió de un acantilado frente a la cueva Clara. En el lugar, que ofrece excursiones a dos depresiones naturales y cavernas, no había ocurrido un incidente similar desde su apertura hace 22 años. A raíz del acontecimiento, el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales y la Compañía de Parques Nacionales, inspeccionaron el sector e implementaron planes para evitar futuros accidentes. Como medida de seguridad se aprobó la adquisición de cascos protectores para la empleomanía y los visitantes, que actualmente se estiman en 150 mil anuales. Además, invertirán alrededor de $250,000 en mejoras. Para Gloria Ramírez, maestra de Historia de Puerto Rico en la Escuela Lola Millán en Río Grande, las cavernas son “seguras” tanto para ella como para los estudiantes que lleva de visita. “Tratándose de cavernas, entiendo que si en 22 años no ha pasado nada salvo esto… ha sido un éxito”, señaló. De todos modos, Ramírez confía en que las medidas tomadas, a partir del accidente, van a ser beneficiosas. De otra forma y con relación al suceso ocurrido en Camuy, la directora del Centro Ceremonial Indígena de Tibes, en Ponce, Irma Zayas, sostuvo que “siempre hay que prevenir situaciones para que no acontezcan”. Para garantizar la seguridad de este lugar, la policía municipal realiza rondas dos veces al día. Debido a que es una instalación bastante concurrida, la administración tiene un plan para atender a los grupos que arriban a la misma vez. “Como a veces vienen corridos grupos de cientos de personas, en su mayoría estudiantes, se empieza atendiéndolos en la recepción, y mientras transcurren los “tours” se van pasando a las distintas áreas y van moviéndose los otros grupos visitantes. Se hace así para que no haya demasiada gente en un sitio”, explicó Zayas. Los que tienen la oportunidad de visitar las distintas atracciones distribuidas entre el museo, el jardín botánico, el yucayeque y la región arqueológica pueden apreciar manifestaciones de culturas pre-taínas o igneris. Curiosamente, las 32 cuerdas que abarcan la zona no cuentan con un equipo empleado específicamente para la seguridad. Pero, según Zayas, los guías turísticos y demás maestros o encargados de los grupos tienen las responsabilidad de velar por los “suyos”. “Se les pide a los maestros, padres, etcétera que aporten a la seguridad”, dijo la Directora. Asimismo, cada visitante debe seguir unas reglas básicas como: mantenerse junto al guía asignado, no tocar las plantas ni las piedras y no comer en las áreas arqueológicas. A pesar de que reciben al año más de 50 mil personas y celebran actividades nocturnas, el antiguo recinto taíno no es un lugar “peligroso”, aseguró Zayas, quién lleva 14 años laborando en la localidad.
Contrario a las regulaciones de los dos parques turísticos, la Reserva Natural de Las Cabezas de San Juan, en Fajardo, sigue unas medidas de seguridad más estrictas. En el 1991 el Fidecomiso de Conservación de Puerto Rico abrió al público los terrenos, que adquirió en 1975, ofreciendo visitas en “trolley” a tres zonas: el manglar, el paseo tablado y el faro. Para asistir al lugar, que abre de viernes a domingo al público en general y miércoles y jueves para excursiones estudiantiles, se necesita separar los espacios con varios días de anticipación. El equipo de guías no atiende a más de 20 personas por “trolley”. “Como aquí (en la reserva) tenemos siete ecosistemas, siempre velamos para que se maneje correctamente la naturaleza y para que los invitados disfruten, por eso atendemos más por calidad y menos por cantidad”, afirmó Eduardo Esquilín, quién lleva nueve años laborando como guía turístico. Como parte del protocolo de seguridad, Esquilín señaló que se hacen “conteos” de los visitantes antes y después de cada parada, y en temporadas de más calor se toman descansos bajo las sombras. Igualmente, los guías, quienes están adiestrados para el manejo de emergencias, utilizan un radio para indicar cómo van en el recorrido y para comunicarse con los guardias de seguridad de la reserva. “Cada jornada toma como dos horas, conociendo esto trazamos todo por itinerario. Así que si hay mucha gente, las visitas se mueven rápido y son divertidas”, declaró Esquilín. Según el empleado, nunca ha ocurrido ninguna situación lamentable en el lugar a pesar que reciben cerca de 45 mil personas al año. “Ni siquiera ha habido problemas en las actividades nocturnas que aquí se celebran”, añadió. Sobre la supervisión en los tres lugares, Ramírez, quien dirige el club escolar “Viajeros conociendo a Puerto Rico”, piensa que “hasta ahora, la seguridad ha sido excelente”. Entiende, además, que al funcionar por reservación, los parques están mejor preparados para el control de los invitados. Comparado con el quehacer cotidiano de la zona urbana, en números y estadísticas policiales, el visitar y disfrutar de un parque ecoturístico es una actividad de poco riesgo. Sin embargo, no se debe olvidar que el ambiente no es del todo fiable, ya que también tiene sus escollos.