Un murmullo de risas inocentes provenientes de la calle San Francisco se escucha por todo Viejo San Juan. Al ir acercándome a la Plaza de Armas, veo moverse de un lado a otro a cientos de niños cuya alegría no logra ser disfrazada por sus caritas pintadas de payaso. El tumulto de personas me lleva hasta la Plaza Colón, donde los malabaristas españoles Davel y Jesús se preparan para su primera función en el Circo Fest 2014.
Aunque el Primer Festival Internacional de Circo y Artes de Calle de Puerto Rico, conocido popularmente como Circo Fest 2014, tuvo una extensión de dos días —el pasado sábado 15 y domingo 16 de febrero— Davel y Jesús arribaron a Puerto Rico dos días antes de su primera función. Mientras Davel inhala un tabaco orgánico hecho al momento, me comenta que el ambiente en Puerto Rico es idílico para el performance circense. “La gente siempre está dispuesta a reírse”, expresa.
Visiblemente agotado, me confiesa haber estado desde las siete de la mañana montado todo para la función del sábado al mediodía. Y no parece ser en vano; al comenzar el acto, con tan sólo pasar cuatro pelotas entre las manos y chocarlas con la frente, los niños y adultos ríen mientras él agiliza sus movimientos.
El Festival Internacional de Circo y Artes de Calle de Puerto Rico es una iniciativa de la Asociación de Artistas de Circo y Arte de Calle (ACIRC), que tiene como objetivo fomentar el uso de los espacios públicos por medio de las artes de calle.
Lester Ojeda, encargado de tocar la percusión en Tambuyé, describió al Circo Fest 2014 como una manera de hacer conciencia y aportar a una comunidad de paz. En la actividad circense participaron artistas y compañías locales e internacionales.
Alejandro González y Verónica González viajaron desde Arecibo para disfrutar de la magia y los malabares del Circo Fest 2014. Mientras tomaban un reposo, me cuentan satisfechos lo excelente que la han pasado en familia.
Al llegar la hora de que la agrupación Tambuyé tocara, la energía de la música despertó a los niños, jóvenes y adultos que bailaban en las calles del Viejo San Juan al ritmo de los tambores. De hecho, una señora que vive a pasos del espacio donde bailan, se acerca sonriente y dice: “Yo se supone que esté en la Iglesia y estoy aquí. Me gusta que la gente esté contenta”.