Son varias las señales que apuntan hacia un futuro inestable. La falta de servicios esenciales, sumado a la carencia de movilidad social y económica de muchos puertorriqueños perpetuará por generaciones la pobreza y desigualdad.
Muchos ciudadanos discutimos estos problemas políticos, económicos y sociales en barras, reuniones y diferentes foros mientras en el capitolio se legislan proyectos de Cámara y Senado a puerta cerrada. Por los pasados meses, estos proyectos convertidos en ley han demostrado la intención de profundizar y multiplicar la vulnerabilidad que sufren y sufrirán millones de puertorriqueños, reduciendo pensiones, ingresos, beneficios y los mecanismos de protesta en contra de medidas de austeridad.
Me atrevería a decir que, dentro de esas conversaciones de forma crítica y racional, la mayoría llega a una conclusión similar. Aquellos que mantienen el poder, al igual que muchos de los que aspiran a tenerlo nos confunden y nos dividen. Si bien es cierto que varios grupos intentan crear conciencia saliendo a la calle a denunciar estos actos, siguen siendo pocos los espacios y las oportunidades que tenemos para construir el país al que debemos aspirar. Por esta razón necesitamos con urgencia la organización solidaria y continua entre distintos sectores.
Dentro de muchos de los espacios que comparto escucho personas de una variedad de trasfondos discutir sobre lo que se debe o no hacer en Puerto Rico. Son muchos los ciudadanos de a pie, académicos, profesionales, jubilados y demás que hablan sobre lo que puede o no estar mal en Puerto Rico y cómo resolverlo. Sin embargo, pocos se dan a la tarea de hacer algo concreto.
Criticamos la falta de oportunidades, la corrupción, la criminalidad, pero la crítica la hacemos en muchas ocasiones desde afuera. No debe ser sorprendente que tengamos esta práctica pues el sistema en el que vivimos mantiene a muchas personas convenientemente dentro de burbujas cerradas, enfocados en entretenimiento, adquisición de capital, prácticas individualistas y campañas de miedo ante un paradigma diferente para el País como podría ser la independencia.
Muchos aprecian más ciertas prácticas de su diario vivir, dentro de sus zonas de tranquilidad y seguridad, otros, simplemente sobreviven. Y mientras decidimos cómo distribuir nuestro limitado tiempo, entre una cosa y otra, nos atacan y censuran en diferentes espacios de lucha. La propaganda desinformativa del estado ha sido puntual en dividir y conquistar, corrompiendo el razonamiento lógico y racional de los puertorriqueños para que se entretengan, mientras se limita el acceso a la educación pública y se desarticulan comunidades.
El gobierno sordo y ciego
Basta con avisparse y escuchar lo que se ha publicado en diferentes foros sobre la crisis en Puerto Rico. Recientemente, el reconocido economista y premio Nobel en Economía Joseph Stiglitz denunció las medidas de austeridad del gobierno y la Junta de Control Fiscal. Según indico en su visita a Puerto Rico este pasado año, dichas medidas solo llevarán al pueblo a la pobreza, aumentando la merma de desigualdad mientras unos pocos se lucran del sacrificio del pueblo.
El economista José Caraballo Cueto, al igual que otros puertorriqueños responsables y conscientes, también ha denunciado en artículos y publicaciones en redes y medios del País lo contraproducente y negativo que serán las medidas de austeridad para el pueblo. Las críticas son múltiples y contundentes.
En escenarios similares al nuestro como es el caso de Portugal, las fallidas medidas de austeridad se encargaron de privatizar utilidades, recortar pensiones, salarios, fondos en educación, servicios sociales y de salud, entre otros. El resultado fue devastador para la mayoría de los ciudadanos.
Para recuperarse de la crisis causada por previas decisiones intransigentes, el último gobierno electo de ese país optó por incrementar la inversión pública, devolver los beneficios, salarios y pensiones a los empleados públicos, así como aumentar los impuestos a las propiedades con un valor mayor de alrededor de medio millón de euros. Solo así comenzaron a levantar nuevamente su economía mientras se salvaguardaban servicios esenciales para sus ciudadanos.
Organización, solidaridad y resiliencia ante el cambio de paradigma en el país
Algunos dirán que el caso de Portugal no es comparable con el de Puerto Rico, sin embargo, esas mismas personas tampoco proveen alternativas viables y beneficiosas para el pueblo de Puerto Rico. Nos quieren sumisos, con las manos atadas, mientras exprimen las energías y recursos del País.
Ante este paradigma, ¿qué haremos? ¿Seguiremos cambiando el televisor y mirando hacia un lado? ¿Seguiremos enfocados en bochinches triviales y consumo desmedido de entretenimiento y recursos tangibles o comenzaremos la gesta de asambleas nacionales, campañas educativas comunitarias y propulsaremos la solidaridad que tanto necesitamos en miras de construir un mejor futuro?
Esto es un asunto de nosotros los estudiantes, pero también de los obreros del País, de los jubilados, de los comerciantes, de los agricultores, de los artistas, de los deportistas y los de a pie, en fin, es de todos.
Al enfrentar los estragos del huracán Irma luego de su paso por el Caribe se disparó una ola de solidaridad ante la adversidad donde miles de puertorriqueños unieron esfuerzos para ayudar a remover escombros, compartir energía y alimentos entre vecinos y hasta organizar envíos de suministros a los afectados de otras islas hermanas.
Son estas acciones auto-gestionadas las que crearan la base de una sociedad justa y organizada. Tomemos espacios para la reflexión y discusión dentro de nuestras ocupadas agendas. Nuestro futuro y el de las próximas generaciones depende de nuestro compromiso con la lucha de país.
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El autor es estudiante en la Escuela Graduada de Planificación de la Universidad de Puerto Rico-Recinto de Río Piedras y egresado del programa Investigación-Acción Social del Departamento de Ciencias Sociales de la UPR en Humacao.