Tras una breve pausa en su conversación con Diálogo, el poeta y artista Elizam Escobar tomó un descansito. Fue al baño a sacudirse la nariz, a prepararse para seguir en este viaje por el tiempo.
Las vías respiratorias de Elizam han sido afectadas por un cáncer en el área paranasal, que se le diagnosticó hace poco menos de un año y del que fue operado casi dos meses atrás. Nada, otra trampa que la vida intenta ponerle, y con la que lucha a diario. Ahora, no crea que esto le afecta el estado de ánimo. Como una vez dijo el legendario boxeador Wilfred Benítez, cuando le preguntaron por qué le llaman el radar: “Nada a mí me toca”.
“Yo sigo pa’ alante. Esto no es na’, vengo ahora y seguimos, que se está poniendo bueno esto”, dice, después de echarse un buche de sangría.
Como vimos en la primera parte de esta entrevista, en los inicios de la década de los setenta, la figura de Don Juan Antonio Corretjer, al igual que la lucha universitaria, habían desarrollado a plenitud su ADN independentista. Ya sentado de nuevo en el sofá, prendemos la máquina del tiempo y seguimos. Próxima parada: Nueva York.
“Yo me fui a Nueva York, por una cuestión medio compleja”, explicó, luego de indicar que, en medio de la batalla que libraba el movimiento universitario en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, le faltaba poco para completar su bachillerato en Bellas Artes.
“Nada, que yo estaba casado y el matrimonio no estaba bien y entonces, el trabajo tampoco, y en la universidad allí había una guerra campal. Entre el ROTC y la Policía en el recinto, las cosas estaban malas. Me fui a Nueva York a trabajar en una universidad con el visto bueno de la Liga Socialista y a trabajar con la organización de allá que tenía relaciones con nosotros. Pero en el programa que fui quitaron los fondos, y ahí me fui a trabajar con Héctor Meléndez, hermano de Hiram y John Meléndez [del movimiento socialista de Puerto Rico]”, recordó.
Era el final de la década de los setenta, 1979, para ser más preciso.
“Empecé en Brooklyn, barriendo basura en la calle, allá en el barrio, en el sector Los Sures, que era un gueto. Eso ahora es un sitio de yuppies. Subí de rango y luego hacía los letreros para la basura. Luego hice investigaciones sobre la basura hasta que unas monjas me dijeron para trabajar con ellas. Me faltaban unos créditos nada más, y entré al programa bilingüe [de la Universidad de la Ciudad de Nueva York] y a la misma vez trabajaba como asistente de maestro. Completé mi bachillerato, trabajé en las escuelas públicas ese último año, antes que me arrestaran. Estuve en un programa de artes, que a la misma vez era un programa para artistas que estaban en la pobreza”, resaltó.
Nos detenemos un momento. Lo bueno de haber convertido el sofá en una máquina del tiempo es que podemos rebobinar la historia a la menor provocación. Elizam da reversa hasta la década de los sesenta.
“A los siete años yo empecé dibujando. Pero, vamos, era un niño. De la universidad yo me gradué de Bellas Artes, pero creo que lo más que ayudó mi desarrollo fue el hecho de que estaba envuelto en la lucha estudiantil. Ahí empecé a hacer dibujos políticos, caricaturas, como para el 1967, por ahí. Estaba en la FUPI (Federación Universitaria Pro Independencia). Luego la FUPI se dividió, como en el 1969. Ahí yo conocí la gente de la Liga Socialista Puertorriqueña, de Corretjer, y entré a una organización en la universidad que era conocida como los Cuadros Revolucionarios Universitarios. Con Pepito Marcano, de la Liga Socialista, fue que empecé a hacer dibujos para las publicaciones, portadas de las revistas y esas cosas”, rememoró.
Sí, porqué es que tú crees en la autonomía del arte…, le interrumpimos.
“Todo arte tiene un aspecto político. Lo que he hablado es que el arte en general, todas sus disciplinas ya tienen una autonomía relativa, una especificación. Eso quiere decir que tú tienes que saber los elementos formales. Tienes que saber de composición. No importa si tengas el talento más grande del mundo, si no sabes eso estás perdido. A la misma vez, hay que entender que lo que tú dices a través de un poema, a través de una pintura es distinto a una manifestación política, a un discurso político, o un discurso filosófico. Llegó el momento en que me di cuenta que una obra va más allá de dar un mensaje”, manifestó.
Y volvemos a Nueva York, a aquello de “los artistas en la pobreza”.
“Entramos a un grupo de latinos bajo la sombrilla de la Association of Hispanic Arts, artistas de distintas disciplinas. Te pagaban un salario y el resto del tiempo dabas talleres, dabas clases. Si eras músico dabas música, si eras pintor dabas pintura. Ese fue el último trabajo que yo tuve cuando me arrestaron”.
Escobar explicó cómo era en aquel momento la diáspora puertorriqueña de la escena del arte neoyorquina.
“Como yo estaba trabajando con esta organización, en el Barrio, en Spanish Harlem, pues allí conocí gente del taller boricua. Había unas galerías y mantenía contacto con ellos. Pero yo tenía una actitud arrogante con respecto al arte. Yo decía: ¿‘Pa’ que carajo ustedes hacen arte? ¿Pa’ vendérselo a los ricos, a los burgueses? Yo era bien maoísta en esa época, lo mío era el arte político. Pero guillao, guillao, yo tenía mi urgencia, mis ansias de hacer un arte más privado, más íntimo. Y nada, comencé a hacer mis cosas en ese último año antes de que me arrestaran”, dijo.
“Pero la diáspora en Nueva York, como es la primera migración, ya en los setenta empezaron a moverse de Manhattan y el Lower East Side al área de Nueva Inglaterra, Boston, Connecticut. La lucha política a la que yo llegué en Nueva York ya estaba un poco dividida. Mucha gente del PSP (Partido Socialista Puertorriqueño) ya se había ido y de momento aparecían en Nueva York. Había mucha discordia entre los boricuas de allá y los de acá. Decían que los de acá iban allá a darles dirección a ellos. Ya había pasado la época de los Young Lords. Allá, como tal, nunca milité en una organización política. Tenía relaciones con la cuestión cultural e iba a actividades políticas, pero no era miembro de ninguna organización. Así entendí un poco, viniendo de Puerto Rico y viviendo allá, todas estas contradicciones entre los boricuas de allá y los de acá… los prejuicios, el idioma”, articuló.
¿Te chocó de entrada eso, cuando llegaste?, le preguntamos.
“Ya yo había visitado Estados Unidos, pero en esa época estaba más aguda la cosa. Y nada, yo bregaba más en actividades grandes culturales, pero nunca milité en una organización de puertorriqueños allá”, reiteró.
Entonces, fue arrestado. En 1980, Elizam fue arrestado junto a otras 10 personas, acusados todos de conspirar contra los Estados Unidos como parte de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional. Fueron encarcelados, acusados de sedición conspirativa y de planear bombardeos a instalaciones federales. En la cárcel, interpuso, comenzó un férreo proceso de introspección artística que propulsó el renacimiento de su obra.
“No digo que hay un momento en específico, pero, en la prisión comencé a reflexionar de todo esto que te he dicho sobre el arte. Yo había dejado de pintar full time porque, para mí, eso de pintar lo veía como una cuestión burguesa. En los ’70, siempre pintaba mis cositas, pero yo estaba envuelto en la cuestión política. Hacía cosas para publicaciones políticas y de propaganda en Nueva York, como para el Partido Laboral, que era una organización fraternal de la Liga Socialista, pero no mucho más”, expuso.
“En la prisión hice introspección con todo sobre la cuestión de la lucha, del arte. Empecé a ver la diferencia, la relación pero la diferencia. Empecé a escribir más ensayos teóricos sobre la cuestión del arte y la lucha. No es que estoy en contra de un arte que sea de propaganda, es que entiendo que hay niveles. Tú ves una película que no tiene propaganda, pero a lo mejor es más política que una película que es demasiado literal. Entonces, lo simbólico, lo simbólico para mí es aquello que traspasa los códigos, como el código lingüístico y el código ideológico”, acotó Elizam.
Aquí nuestra butaca viajera por el crono se detiene. Esto de los códigos hay que hablarlo bien. La silueta con sombrero de Elizam, como sacada de una película de Tim Burton, se vuelve filosófica.
“Los códigos básicamente son equivalencias: esto significa esto, y toda esa cuestión arbitraria y equivalente. La palabra ‘perro’, por ejemplo. Sabemos lo que es un perro, pero en árabe no sé cuál es la palabra para perro… pero sigue siendo un signo lingüístico. Es arbitraria porque ese es el término que le pusieron en ese idioma y es equivalente porque eso quiere decir eso. Entonces, en el arte no puedes decir que este gato que está ahí significa la paz. Ya tú sabes que la paloma blanca se convirtió en un signo de la paz, pero eso es a un nivel simbólico ya más específico. En el arte, tú te vas a enfrentar a una obra, a una experiencia estética filosófica, existencial, que a lo mejor te dice cosas que ya estás pensando o no”, discernió.
“En la cárcel leí el libro Crimen y Castigo [del ruso Fyodor Dostoyevsky]. Esa es una novela bien filosófica, existencial, y la puedo leer de nuevo y encuentro algo nuevo. Y eso es lo que hace la diferencia entre los méritos que tiene una buena obra de arte, que no caduca. Picasso, por ejemplo, él decía que una obra de arte de los egipcios era tan relevante como una obra de arte moderna. Es algo que traspasa el tiempo”, expresó.
Ahora mismo, esta entrevista traspasa el tiempo. O sea, que, sin querer queriendo, acá vamos haciendo arte, gracias a Elizam. Bueno, pero aún no acabamos de traspasar el tiempo. Ya andamos en la década de 1980, en la cárcel que metieron a Elizam. Y ahora vamos a ver a Elizam, el crítico, el que desde la prisión no le reía muchas gracias que digamos a los errores del movimiento independentista, uno que cuando Elizam cayó preso sufría el duro embate del régimen de Carlos Romero Barceló.
“La prisión es una experiencia bien radical, aunque depende de cada individuo, y, claro, te da otra forma de apreciar cosas que antes no apreciabas tanto. Ya eso es algo general, pero con la vida en la prisión, como preso político, yo me di cuenta que, por ejemplo, los compañeros de afuera me veían a mí distinto, que llegó un momento en que pensaban que estaba loco”, dijo, previo a otro intrépido “je, je, je”, de esos de él.
“Es que yo era el más crítico. Mi trayectoria fue distinta a la del resto de los otros compañeros que estuvieron presos por ser acusados por la FALN. Ellos se criaron más en Estados Unidos y su trayectoria era reciente. Yo venía ya con una formación, con Corretjer, con el marxismo. Yo tenía mi forma de pensar y mi forma de contribuir a la lucha y llego el momento en que Elizam estaba loco. ‘Olvídate de eso, el hombre está enfermo, hay que tratarlo con cuidado y cariño’. Y yo pensaba: ‘yo voy a dejar esta pendejá, voy a seguir leyendo, educándome yo mismo, escribiendo, pintando. Para mí, en la campaña de los presos políticos había al principio una pelea estúpida, y yo decía: ‘pues cuando ellos se pongan de acuerdo, yo vuelvo’”, sonrió.
“Cuando [el abogado Luis] Nieves Falcón se encargó de la campaña, ahí fue que cogió auge la cosa. Distintos sectores trabajaron juntos, yo empecé a trabajar con Jan [Sussler, abogada], ya para la década de 1990. Para darte un ejemplo del criticismo que te digo, yo le decía a la gente de Chicago que contribuyeran a Claridad. Allá, en la prisión, yo tenía una biblioteca… aunque no podía tener más de seis libros, pero tú sabes cómo son las reglas, los guardias te conocen, después que no sea droga, uno puede tener cosas. Yo tenía cosas en un sitio, cosas en otro, debajo de la cama, y tenía muchos periódicos de Claridad. En un año hice un estudio sobre todos los artículos que salieron en Claridad sobre los presos políticos. Y le envié una carta a [el director de entonces, Carlos] Gallisá, sobre cómo la izquierda critica a la derecha, o al centro, y no dan espacio a otras ideas, y ahí Gallisá me dio la razón. Entonces, después, el movimiento en Chicago empezó a contribuir con Claridad”, señaló.
Elizam aludió a esto como una forma en la que “los cambios políticos suceden”.
“Antes, ellos se oponían a las elecciones, ahora participan en las elecciones. Lo que quiero decir es que los cambios políticos suceden, pero tú no puedes actuar de una forma dogmática pensando que ésta o la otra es la única vía de lucha. Yo nunca he participado de las elecciones coloniales en mi vida. La única forma que yo participaría es que haya un frente unido independentista con opciones de ganar o de elegir gente que valga la pena. Pero no para perder. ¿Pa’ qué tú vas a participar en unas elecciones que primero son coloniales y, segundo, vas a perder? Lo que antes un sector criticaba, ahora lo hace. Obvio, que esto es una forma de desarrollo, que uno puede decir que eso era antes y que ahora existen otras condiciones, pero maltrataste gente con opciones distintas y ahora ni miras hacia atrás. Hay que mirar pa’ atrás, bróder, para ver los errores. Lo mismo que hiciste antes lo puedes estar haciendo ahora, no de aquí a diez años decir que eso no es lo que era”, apuntó Elizam.
Aquí, como ha hecho en otras entrevistas, recordó la primera vez que leyó el poema Distancias de Corretjer.
“Yo vi eso y dije, ¿qué carajo es esto? ¿Que la vida es lucha toda? Chacho, pues yo me voy a salir de la lucha. ¿Yo voy a estar luchando toda la vida? Yo pensaba que, coño, hay un objetivo y después tú puedes seguir… pero esa es la realidad. Entonces hay gente que lee eso, se emociona, canta una canción, pero de ahí no pasa. No internaliza esa sabiduría que viene a través del arte; a través de la filosofía, del pensamiento político profundo, pero especialmente a través de la poesía, del arte, del teatro, del cine. Eso tiene una fuerza que no tienen los discursos políticos. La gente se cansa de lo mismo. Ahora hay seis candidatos [a la gobernación]…”, arguyó.
“Lo que te quiero decir es que en la prisión yo aprendí mucho, pero no por la prisión. La prisión es un centro de criminalidad. Es el crimen por otros medios. Allí tú puedes conseguir lo que tú quieras, heroína, marihuana, pastillas, todo lo que quieras. Si eres adicto puedes seguir siéndolo en la prisión. Hay todos los vicios, juegos, pornografía. Los presos hacen un vino bien chévere. Vino de toronja, de ese me di un par de traguitos en varias ocasiones, pero yo no podía estar mucho en esas”, ríe.
No se pierda la parte final de esta travesía donde Elizam nos habla de cómo encontró a Puerto Rico cuando salió de prisión y de cómo ve ahora mismo la lucha independentista, la resistencia en el arte con los jóvenes y su futuro personal.
Mire también:
Un viaje por el tiempo con Elizam Escobar (1ra parte)
Un viaje por el tiempo con Elizam Escobar (3ra parte)