Un niño viaja en carro con su madre. Tiene seis años. La madre ha tomado el carro a escondidas, sin avisar, y ambos acuerdan, como en un juego, guardar el secreto. El niño mira al otro lado del vidrio. Ya casi están en Bayamón. Al otro lado del vidrio es un día cualquiera. Al final llegan a Bayamón. Y algo se detiene ahí. Hasta el día de hoy. El niño crece, deja la casa, no olvida aquella tarde junto a su madre. No olvida. Tampoco el letrero al otro lado del vidrio donde las cosas, a los seis años, cambiaron para siempre.
Eduardo “Waldy” Martínez (Río Piedras, 1974) se saca el sombrero, rasca su cabeza, y sólo entonces, un poco, aparenta la edad que tiene. Cuarenta años. Los suficientes para que haya madurado una profusa calvicie. Algo en sus espejuelos redondos, en su camisa llena de peces, sin embargo, habla aún del niño mirando al otro lado de la vereda. Aquel letrero, sencillo, no tenía nada del otro mundo. En cambio, poseía mucho de este: Se ofrecen clases de batería.
Apenas eso.
Las clases no las tomó. No a los seis años. Nunca, realmente. Pasó un lustro. Un primo, menor, lo invitó a su casa y Eduardo, de once, por primera vez se sentó en el instrumento, blanco e inmenso, que se convirtió con los años en una especie de refugio. “Cuando me senté en esa batería, partiendo de la premisa que soy una persona bien tímida en muchas cosas, la batería me dio un sentido de seguridad. Era como si tuvieras este uniforme de caballero que te da cierto poder”, dice, y aclara que hubo intervalos en los que no tocó. “Si dijera que toco desde los once, mis panas me considerarían un bacalao’’, bromea.
Incluso quienes lo conocen, obvian su nombre de pila. De “Waldy”, en cambio, es difícil obviar su trayectoria. Ha sido mucho el tiempo transcurrido para que su labor en la batería se cristalizara y lo convirtiera en referente privilegiado en incontables bandas de la escena independiente en Puerto Rico.
Antes, Eduardo Martínez estudió arte formalmente. De niño, en su infancia en Barranquitas, manipulaba la comida para crear formas insospechadas. En cierto modo, esas mismas formas las llevó a la música. “Siempre relaciono la música con colores”, suelta, y añade que un disco como Dynamo, de Soda Stereo, por ejemplo, se le antoja de color rojo.
La lista de bandas en las que ha estado es extensa: Oruga, Trapnel, Human Error, Vliot, Fantasmes, Suturée, Superaquello y Alegría Rampante. En todas ha dejado algo, de todas se ha llevado cosas. De igual forma, sus seguidores, varios de los que se han convertido en casi o lisa y llanamente amigos, han respondido al trabajo y los afectos trenzados con Eduardo. Como una pulsión natural.
De un tiempo a esta parte, “Waldy” padece pérdida de audición severa. Aunque la condición la arrastra desde hace una década, no es hasta hace un par de años en que se ha hecho notable. “Mi mamá me dice: ‘Cada vez estás escuchando menos’”, cuenta con naturalidad. Si algo posee “Waldy”, es poca propensión para lo solemne.
“Más que yo darme cuenta, es cuando la gente se da cuenta y me dice: ‘Tú no me oyes’”. Ahora hace una pausa. Y retoma el hilo para hablar de la reacción de su círculo más cercano. “Ha sido una cosa bien unánime. […] Todo el mundo ha sido incondicional conmigo. Sabes que la gente está ahí”, continúa. Para intentar frenar el efecto de la condición que padece, “Waldy” requiere de un equipo médico de alto costo, en parte, porque debe ser hecho a su medida y a sus necesidades sónicas.
Eduardo se las ingenió e ideó “El party de Waldy”, que en cierto modo materializa las confianzas que ha cultivado con sus colegas artistas. El sábado, 4 de octubre, en La Respuesta en Santurce, un grupo de amistades y desconocidos pero solidarios se reunirá para bailar, reírse y, de paso, ayudar con los costos que conlleva el tratamiento médico del músico. La cita es a las 9:00 p.m. y tiene un costo de $15. En el evento habrá una presentación de las drag queens Angelina Bee “La Chacón”, Warhola Pop y Kevin Goitia. Se sumarán los miembros del colectivo de improvisación y comedia Teatro Breve, Marisé “Tata” Álvarez y Roy Sánchez-Vahamonde. La música estará a cargo de los djs Lucha Libre, Smaine y Alegría Rampante, agrupación de la que el propio Eduardo formó parte.
“Una de las razones por las que he hecho la campaña como es, es porque yo quiero que sea una fiesta, no quiero que sea un party de luto. No quiero que la gente vaya allí a lamentarse por la situación”, agregó.
Aunque su condición no se revierte con una operación, puesto que es irremediable, “Waldy” conserva cierta cuota de esperanza. “Cruzo los dedos a ver si la tecnología me da un regalo y de momento me dice: ‘¿Sabes qué, dude?, te podemos poner una oreja nueva’”.
¿Y la música? “La música no la tengo que dejar, porque la música se trabaja de distintas maneras”, dice, y vuelve aquel niño que mira absorto un letrero –quizá ahora distinto– al otro lado de la vereda.