Ivette González Flores, de 50 años, es madre de dos jóvenes y paciente del Virus de Inmunodeficiencias Humana (VIH) desde 1992.
Este virus que ataca las células del sistema inmune, específicamente a los glóbulos blancos que combaten infecciones, es el causante del sida, la etapa más avanzada de la condición.
El VIH comenzó a despuntar en la Isla cuando González Flores apenas contaba con 24 años.
“En esa época [1992], no se hablaba de VIH, se hablaba de sida, así que lo que se decía era que habían personas con sida y era como una sentencia de muerte. Yo veía personas en las noticias con deterioro físico y que eran “gays” y usuarios de drogas y yo no pertenecía a ninguno de los dos grupos, así que yo sentía que no era algo de lo que tenía que estar pendiente porque me había casado”, contó.
Pero su perspectiva cambió inesperadamente. A los ocho meses de gestación de su primogénita se enteró que tenía VIH. Ante ello no se amilanó y decidió luchar para seguir adelante, enviando el mensaje que una mujer puede vivir con VIH.
La también activista describió ese primer parto como una “mezcla agridulce” porque recibió un mal trato por parte de los profesionales de la salud.
Relató que dio a luz, vía natural, a las 9:52 de la noche y al otro día, a las siete de la mañana, ya estaba de alta. Nadie le tomó la temperatura, nadie le tomó vitales.
“Yo dormía con mi bebé en mi pecho, porque yo sentía que mientras estuviera en mis brazos, la muerte no me la iba a arrebatar”, narró.
Para cuando su hija tenía siete meses de nacida, la prueba Western Blot – que determina si el virus está presente en el cuerpo- dio negativa, o sea, el virus no se le había transmitido a la bebé.
En 1987, la Escuela de Medicina del Recinto de Ciencias Médicas (RCM) estableció el Centro de Estudios Materno Infantiles (CEMI) para manejo de mujeres embarazadas y niños con VIH fundado por la ginecóloga obstetra Carmen Zorrilla. Esta clínica es el único lugar en Puerto Rico que se dedica a ofrecer cuidado ginecológico a mujeres con VIH y mujeres embarazadas con el virus.
Cabe destacar que Puerto Rico fue la primera jurisdicción en establecer como política pública el tratamiento gratuito a las mujeres con VIH durante el embarazo.
González Flores rehízo su vida y se volvió a casar. Ya asistía al centro del RCM cuando se enteró de su segundo embarazo en 2003. Para ella significó una señal, era el momento de comunicar otro mensaje, “una mujer con VIH no tiene que renunciar al privilegio de ser madre”. Aun así, dice que recibió críticas de personas con el virus por permitirse estar embarazada teniendo VIH.
El cuidado prenatal y los tratamientos que se ofrecen a las pacientes durante el proceso de gestación incluyen una combinación de medicamentos antivirales, opciones de cesárea, uso de fórmula para alimentación de los infantes y tratamiento a los infantes con antivirales. De esta manera, el riesgo de contagio de madre a hijo disminuye.
Jessica Ibarra, doctora especializada en VIH de la clínica CEMI, explicó que las pacientes embarazadas reciben el mismo tratamiento de pacientes con VIH que no están en proceso de gestación, siempre y cuando ese medicamento no sea un riesgo para el bebé.
El nuevo parto de González Flores fue vía cesárea. Previamente, recibió mediante inyecciones altas dosis de Zidovudina (AZT), uno de los primeros medicamentos antirretrovirales desde 1987, indicado para personas con VIH porque retrasa la extensión de la infección. El AZT reduce el riego de transmisión del VIH de la madre a su bebé.
La cantidad de virus en la sangre se mide en copias de VIH por mililitro de sangre. Si una mujer con VIH presenta una carga viral no detectable, menos de 50 copias por mililitro, puede tener un parto natural y el niño no corre el riesgo de contagiarse. En 2008, investigadores suizos anunciaron que las personas con niveles indetectables de VIH no podían contagiarlo por vía sexual.
Gracias a la atención y cuidados que González Flores recibió en la clínica de la doctora Zorrilla, su segundo bebé también dio negativo desde el momento de nacer a pruebas que detectan la existencia de ADN del virus en el cuerpo.
Para González Flores la maternidad es una responsabilidad que la mujer debe asumir por su salud y por la del bebé que tendrá. Explicó cómo una mujer con VIH hace exactamente lo mismo, con la salvedad de que la mujer y su bebé tendrán que tomar unos medicamentos.
“El VIH no te lleva a que tengas que renunciar a ninguno de los privilegios de la vida. No tienes que renunciar a vivir de la manera que tú quieras”, declaró González Flores.
Estadísticas recientes del VIH perinatal
En Puerto Rico no se han reportado casos de transmisión de VIH de madre a hijo desde el 2011, según publicó El Nuevo Día en 2015.
Las estadísticas provistas por el Programa de Vigilancia de VIH en Puerto Rico arrojan que desde 2005 hasta el presente se han reportado 591 nacimientos de bebés de madres con VIH, a quienes se les denomina “niños expuestos”. Solo se han reportado 10 casos, antes del 2011, en los que el virus se ha transmitido de madre a hijo.
De estos nacimientos en Puerto Rico, el 90 por ciento son mediante cesáreas. Por otro lado, el 73 por ciento de los niños expuestos desde el 2005 han nacido en el área metropolitana.
Hasta el momento se ha reportado que el 43 por ciento de los bebés son niñas, el 57 por ciento varones y un 3 por ciento son nacimientos de gemelos.
En cuanto al cuidado de la mujer en el proceso de gestación, un 85 por ciento de ellas recibió tratamiento retroviral durante el parto; 90 por ciento recibió tratamiento durante el embarazo; y 83 por ciento antes del embarazo.
Tabú e intolerancia como causas de negligencia médica
Según González Flores, hay una gran diferencia entre el trato que recibía cuando apenas se descubrió la epidemia y ahora que se conoce más del virus. Aún así existe un desconocimiento entre la comunidad médica que, según ella, se ha reflejado en el trato que recibe y/o en la estigmatización.
“Yo entiendo que la parte del tabú hoy día es por la falta de educación”, observó la doctora Ibarra. Opinó que este tema debe abordarse cuando los médicos realizan sus especialidades.
Comentó que quizás, de esa manera los doctores no le tendrían tanto “miedo” al tema. Para Ibarra, el VIH es un tabú en Puerto Rico y todos los obstáculos que cualquier tabú tiene, son los mismo que enfrentan sus pacientes.
Por otro lado, el investigador e infectólogo Jorge L. Santana Bagur manifestó que no se debe a falta de conocimiento, sino de “actitudes”. Aceptó que es una pena, pero es una realidad.
“Yo no creo que sea por falta de conocimiento y educación, es que no les interesa. Prefieren no atenderlo. En aquel momento [hace 30 años] sí había el desconocimiento y el miedo, pero a mi entender ya eso no es excusa, son actitudes”, manifestó.
La lucha en contra de la estigmatización y el discrimen hacia estos pacientes no es solo de quienes tienen el virus, sino de los profesionales de la salud que trabajan con el VIH. Ambos expertos coincidieron en que, quizás, ese comportamiento por parte de la comunidad médica no sea tan fácil de cambiar.