Uruguay es el país latinoamericano con más envejecientes. Quizá también sea el más futbolero. Ambas condiciones contrastan, máxime cuando todos daban por envejecido, por muerto al deporte rey de reyes de esta tierra que ubica allí, al sur del continente. Todo esto a pesar de la enorme historia que cargan y que pesa.
Pero en este Mundial de Fútbol que recién termina, se hicieron grandes. Las historias, las intactas nostalgias que guardan todos los ancianos y ancianas orientales, más que renovarse, revivieron con esta selección.
Uruguay: país chico, un poco triste, bondadoso, gallardo, de gente sencilla, fue el único país del continente en llegar a instancias de semifinales en Suráfrica.
Al Mundial llegó último. Luego del repechaje ante Costa Rica, que le cedió el quinto puesto suramericano, y golpeados por una derrota anterior ante la Argentina de Maradona y Messi, supieron reponerse y de qué manera. De la mano del maestro Óscar Washington Tabárez, los charrúas traspiraron, no con la camiseta, más bien con el corazón.
El equipo en un principio no dio la impresión de tener muchas posibilidades de avanzar, pero a medida que encontraron su estilo se fue cuajando una selección aguerrida que lo mismo atrás no permitía un gol, mientras que al frente te anotaba tres.
Con altibajos, lesionados, suspendidos, Tabárez movió las fichas como un sutil ajedrecista dándole al equipo una vitalidad que se renovaba y nunca se apagó. Lucharon hasta el final y quizás un poco más. No ganaron la Copa del Mundo. Un cuarto puesto para muchos quizá no sea razón suficiente para armar un “quilombo”, pero para ellos y también para otros tantos, sí.
Diego Forlán fue el maquinista en la cancha de ese tren celeste llamado Uruguay. Cambió su posición habitual, desgastado físicamente jugó, corrió, manejó el medio campo y anotó de lejos o de volea, de cerca, de penal o de tiro libre. Fueron cinco los goles que le hicieron merecedor del Balón de Oro como el mejor jugador del Mundial.
Este pasado martes, más de 100 mil personas recibieron a su equipo, incluido el presidente José “Pepe” Mujica. En Montevideo una absorta selección charrúa no creía lo que ante sus ojos se presentaba. Una masa celeste inundó las calles y desafió el invierno austral para aplaudir, hondear la bandera, vitorear o apalabrar toda la emoción contenida en un sencillo: “Gracias”.
Ya desde siempre, pero hoy más que nunca, Uruguay también existe.
Video sobre la trayectoria de las selecciones uruguayas y otro video de la narración del partido entre Uruguay y Sudáfrica en el Mundial de la FIFA 2010: