#FotoDeLaSemana / Tantas tardes cerradas en esa calle. Tantas. La misma siempre. El mismo gesto repetido. Mirar hacia los adoquines, sortear las grietas, los carros que nacen como hongos cada hora; un signo o resumen más de la ciudad. Tantas tardes. El sol aflojando, haciéndose menos violento, más blando cada vez. El rumor de los residentes, la sombra de alguien que se asoma a un balcón, los preparativos de las barras y negocios en esa calle –la misma siempre– del Viejo San Juan.
Tantas tardes y sin embargo nunca. Tantas y sin embargo nada. Hasta que reparaste la mirada por fin en esa pared. Y el mundo se detuvo un poco ahí. El tiempo ahí. Adherido con uñas y dientes. Royendo, dejando al descubierto las vigas carcomidas. Un corazón gastado, abatido, hecho añicos, casi. Sin duda atado aún a este lado de la vida.
Entonces alzaste la cámara. Esperando el momento justo, oprimiste el obturador. Nada. Una ventana vacía y diminuta. Huellas de zapatos. Marcas anónimas. Firmas de algún desconocido que antes también estuvo ahí. Volviste a alzar la cámara y esta vez, plaf, hallaste los ojos verdes de “El Rey de Barrio”. Esa criatura amarilla; un milagro que respira camuflado en las entrañas de aquella pared.
Guardaste la cámara.
Tantas tardes. Y sin embargo ahora el recuerdo de esa pared. Un corazón que resiste contra todo pronóstico. Las marcas de una vida que late entre las grietas. Como esos secretos, en voz baja, que guarda la ciudad.
Foto por Ricardo Alcaraz Díaz, texto por Christian Ibarra.