“¿Por qué todos hablan de lo que pasó ayer? Todo lo que importa es el juego de mañana”.
Roberto Clemente
A orillas de la playa en Punta Maldonado, decenas de pasos cargados de curiosidad o tristeza se hundían en la arena mientras esperaban un milagro. Entre lágrimas y velas, los puertorriqueños confiaban en que el cuerpo tiznado del gran pelotero, Roberto Clemente Walker, saldría de las aguas saladas y procediera a quitarse el sombrero como solía hacerlo en el terreno de juego.
Así pasaron los primeros días de enero, llenos de impaciencia disfrazada con tranquilidad y esperanza luego de los sucesos del 31 de diciembre de 1972. El luto arropó al mundo entero al conocerse la trágica noticia. El avión en que viajaba Clemente junto a los artículos de primera necesidad que logró recaudar para los damnificados del terremoto de Managua, Nicaragua, se había estrellado a pocos metros del despegue. Luego de varios días, los rescatistas designados para desafiar los retos que presentó el mar nunca encontraron el cuerpo del pelotero. El Océano Atlántico había reclutado al 12 veces Guante de Oro sin consentimiento de su fanaticada. La despedida del año 1972 se convirtió en cómplice de la creación del mito Roberto Clemente.
“Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida”
Estos versos del poeta español, Miguel Hernández, en su Elegía a Ramón Sijé en el 1936, parecen haber predicho el sentimiento que compartirían miles de personas alrededor de la Isla, el Caribe y el mundo con la partida del astro boricua.
Su ausencia repentina, tras ser arrebatado por el mar, fue un golpe con peso de piedra para los seguidores del deporte. Los creyentes en el más allá podrían pensar que era un mensaje de declaración de guerra a la Tierra. Primero la Masacre de Múnich, en la que murieron cinco atletas en los Juegos Olímpicos y lo más inesperado y a gran escala, la muerte de Roberto Clemente. El trágico suceso sembró la duda en las mentes de todos, lo cual abre una narrativa que convoca al misterio.
“¿Estará muerto en realidad? Su cuerpo nunca apareció”, expresaron algunos ciudadanos con expresión facial de esas como de “alguien esconde algo”, cuando fueron abordados por Diálogo sobre el tema.
Con su desaparición en las aguas, surgió la construcción mítica. Un mito se podría definir como un conjunto de creencias e imágenes idealizadas que se forman alrededor de un personaje o fenómeno, convirtiéndolo en modelo o prototipo. La Real Academia Española (RAE) lo define como una narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Los mitos, en su condición general, son asociados, o confundidos, con fabulas y leyendas, a pesar de no ser iguales. El mito es etiológico, es decir, aclara o intenta aclarar cómo se ha llegado a una situación determinada y se presenta como una historia verdadera. Mientras, el cuento es de trama sencilla y sirve para transmitir valores.
No es un cuento que Roberto Clemente haya desaparecido. A 40 años de su muerte, los fanáticos del jugador estrella de los Piratas de Pittsburgh lo recuerdan con mucho cariño y, algunos, guardan en un cajón sus creencias, tachadas por pensarlas absurdas, sobre la desaparición de Clemente. Aseguran, por ejemplo, que el pelotero simplemente se cansó de la vida que llevaba y se marchó a otro país.
El escritor David Maraniss reseña en su libro Clemente, la pasión y el carisma del último héroe del béisbol, algunas ideas de algunos conocidos del pelotero, que tocan las puertas de la creación mítica y aseguraban que Roberto Clemente seguía vivo.
“Al tiempo que Bogucki salía de casa de Clemente, miró a través del cuarto y advirtió que Vera había traído a su vidente particular. ‘Vi la figura de la persona de espaldas, y tenía un manto rojo. No me invitaron a conocer a esta persona’. Esta vidente estaba entre las que pretendían que Clemente estaba aún vivo. Sus poderes sobrenaturales le decían que estaba confundido y caminando por las calles de La Perla”, escribió Maraniss mientras citaba al capitán Vincent Bogucki, quien comandaba la Guardia Costera en San Juan.
Maraniss también registra que algunos de los compañeros de Clemente se resistían a creer que su amigo había muerto. El panameño y receptor de los Piratas, Manny Sanguillén, y el novato de los Piratas, Fernando González, estaban entre los que salieron a buscar el cuerpo de Roberto Clemente por agua y tierra.
“Esa noche en que Roberto Clemente nos dejó físicamente, comenzó su inmortalidad”, apuntaría más tarde el escritor puertorriqueño Elliott Castro, y aquí en Piñones estaba la primera prueba de la transformación del hombre en mito. Aunque el gobernador Luis A. Ferré, en su último día en el cargo, había declarado un período de tres días de duelo, reconociendo con ello que Clemente había muerto, muchos puertorriqueños se negaban a creerlo. La vasta multitud en la playa estaba silenciosa, expectante. Esperaban que Roberto saliera caminando del mar”, narra el autor.
Un Santo
Desde Pittsburgh hasta el Paseo de Diego en Río Piedras, el mito sigue vivo. Muchos lo ven como un héroe. Este término, empleado sin pena pero con mucha gloria, se le atribuye porque Clemente murió rindiendo servicio a otros. Precisamente, el elemento clave en la creación del mito, surge a partir del hecho de que el famoso pelotero viajaba para ayudar a otros. Desde ese punto se derivan varias teorías, como la santidad y la beatificación, entre otras modificaciones.
La foto capta el momento en que un helicóptero depositauna ofrenda floral en el lugar del accidente de Roberto Clemente.
Aunque también hay gente para quienes Clemente fue un simple mortal. Según Carlos Flores Hernández, un transeúnte del Paseo de Diego, un santo no está entre los mortales porque sería pecador como los humanos. “No lo veo como un santo. Santos son los que están en el cielo. En la Tierra no hay santos. No me atrevería decir que sí está en el cielo o no, eso ya es criterio de papa Dios”, aclaró. Para Flores, la muerte de Roberto Clemente no abre puertas a más incógnitas porque “si vas a morir, morirás”, según cree, repitiendo la contestación que le dio Clemente a su esposa, Vera Zabala, al ésta sugerirle que no viajara en el avión que transportaba los artículos de ayuda para los nicaragüenses.
Sin embargo, por su acto heroico, otras personas exaltan la figura del pelotero a la jerarquía angelical: un santo. El beato, ejerce en vida las virtudes cristianas y muere como mártir. Tras un largo proceso en el que se examinan las cualidades de la persona, las autoridades religiosas pertinentes acuerdan la beatificación con la que queda formalmente autorizada su veneración pública.
Aunque la beatificación eclesiástica del idolatrado pelotero boricua nunca ocurrió, sí comenzó a gestarse en Puerto Rico un proceso similar a través de la segunda religión del país: la política, cuando a principios de la década del 1980, la Cámara de Representantes intentó aprobar un proyecto de ley para bautizar el aeropuerto internacional con el nombre del célebre deportista. La medida, que buscaba perpetuar el nombre de Clemente en una estructura medular del País, no prosperó. Sin embargo, posteriormente otras importantes edificaciones públicas en Puerto Rico llevan su nombre para exaltar su gesta.
Una variación a la santidad proviene de la tradición libertaria anarquista, movimiento presente en el pensamiento social, que propone que el pelotero Roberto Clemente es un santo laico. Un santo laico, o laico santo como se ha escrito en otros artículos, es una persona que da su vida ayudando a otros y no busca reconocimiento por ello. “El hecho de que él haya muerto ofrendando su vida por el otro sella de manera indeleble la entrada a esa otra dimensión. Si Roberto hubiese muerto en un accidente de tránsito, hubiese sido distinto. Pero no había nada más puro que dar la vida por los demás”, explicó el profesor de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras, Rubén Dávila Santiago.
Para el profesor Dávila Santiago y otros conocedores de la teoría libertaria, Clemente poseía unos elementos que lo hacían mucho más que un simple pelotero, elementos distintivos. Su obra, su forma de ser y actuar, sus palabras y su hazaña lo convirtieron en una figura ejemplar para el puertorriqueño. “No es solamente lograr grandes marcas en el deporte. ¿Qué era lo que tenía Roberto Clemente? Roberto Clemente tenía un mirar muy, muy particular. Una vez, llegando de la prisión, Pedro Albizu Campos, al bajarse del barco, dice ‘yo le agradezco a Dios todopoderoso la dicha que me concede de poder volver a mirarme en vuestros ojos. Albizu se veía en los ojos de la gente. La gente se veía en los ojos de Roberto Clemente, y eso es una hazaña particular”, expresó el profesor.
Su obra, su forma de ser y actuar, sus palabras y su hazaña lo convirtieron en una figura ejemplar para el puertorriqueño.
En este aspecto, Clemente era más que un héroe para los puertorriqueños, se convirtió en el molde de la construcción personal, pero arrebatado repentinamente por una fuerza superior y desconocida.Por eso se congregaron en la playa para esperar. Inconscientemente esperaban que saliera el corpulento jardinero de los Piratas e hiciera un gesto de modestia como los que lo caracterizaban. En las mentes de todos, Roberto Clemente estaba vivo, pronto regresaría para jugar con los niños del barrio y seguir deleitando al mundo entero con sus habilidades. Destrezas que lo llevaron a las pantallas principales de los mejores estadios en los Estados Unidos, rompiendo barreras raciales y políticas. No era un payaso ni un espectáculo más, tenía una misión. Tal vez eso refuerza la representación de su figura, incorruptible, y junto con ello el mito.
“El mito de Clemente tiende hacia la dirección opuesta, hacia el futuro, no hacia el pasado. Su memoria se mantiene viva como un símbolo de acción y de pasión, no de rememoraciones y añoranzas”, afirma finalmente Maraniss en su libro.