En Puerto Rico y otras partes del mundo es normal consagrar las hazañas de personalidades destacadas por medio del bautizo de una estructura en su honor. El estadio Sixto Escobar, el Juan Ramón Loubriel y el Francisco “Paquito” Montaner, son solo algunas de las tantas edificaciones que preservan un tipo de referencia a nuestros atletas históricos.
En la ceremonia de consagración de la instalación, al instante reconocemos la gesta de estos seres que ponen el nombre de Puerto Rico “hasta en la China”, como dicen por ahí. No obstante, a largo plazo remplazamos el recuerdo de un gran ser humano por la imagen de una estructura de hierro y concreto cuya vida se la damos nosotros estando en ella, en este caso jugando baloncesto o corriendo en la pista, en fin, creando momentos.
En términos teóricos, y según el semiólogo francés Roland Barthes, la denotación es el significado literal, un indicativo que goza de objetividad. Si vemos una fotografía donde un niño toca un balón, pensamos que es solo eso, un niño con un balón. Por otro lado, la connotación es un producto del hablante o la cultura, víctima de la subjetividad. De pronto, esa imagen del niño con el balón significa que está jugando con ella, o que al niño le gusta el baloncesto (sin saber qué es pero esas son las formulaciones que hacemos). Por eso cuando escuchamos el nombre Rebekah Colberg, la connotación para algunos se limita a la estructura (recién remodelada, dicho sea de paso), mientras otros piensan en la difunta atleta.
El nombre de Colberg identifica al Polideportivo en San Juan. También denomina el Coliseo de su natal Cabo Rojo. Esta talentosa atleta nació un 25 de diciembre de 1918. Desde pequeña, la apodada “rajierita” practicaba múltiples deportes como sóftbol, voleibol y tenis. Este último, aprendió a practicarlo sola. De este “tenis intuitivo” o “tenis criollo”, como ella misma le llamaba, fue la campeona por catorce años consecutivos. Sus hazañas fueron muchas y la gloria que trajo al País, inmensa.
El Polideportivo del municipio de San Juan lleva el nombre de Rebekah Colberg. / Foto por Ricardo Alcaraz.
Sin embargo, pareciera que el recuerdo de su gesta comienza a hacerse difuso.Casi 26 años después de la inauguración del Coliseo Rebekah Colberg en Cabo Rojo, nos topamos con una alerta roja. En un sondeo informal hecho por Diálogo entre un grupo heterogéneo de estudiantes universitarios se encontró que al menos cinco de 10 personas desconocían la historia de esta destacada deportista puertorriqueña. La cifra puede aumentar o disminuir, dependiendo a quién se le pregunte y a cuántas personas se les haga el acercamiento. No por esto, claro está, podemos dar por sentado que nadie sabe quién fue Colberg. Sí puede, por otro lado, servir de punto de partida, de discusión y debate sobre la dirección que toma la historia de nuestra Isla y cómo se enseña.
En el sondeo, algunos respondieron que el nombre Rebekah Colberg les “sonaba”, que “había un parque o algo así” llamado de esa manera. Otros, simplemente, no tenían la menor idea.
Entre las respuestas más completas se encuentra la de una estudiante quien indicó que conocía un poco sobre la tenista. “Sé que hay un complejo en Río Piedras que lleva su nombre. Si no me equivoco fue de las primeras mujeres en hacer deportes en Puerto Rico, pero no sé cuál exactamente”, contestó. Por su parte, otro de los encuestados confesó que nunca había escuchado de Colberg, pero le interesaba buscar más información sobre su vida porque entendía que era primordial saber ese tipo de cosas.
Contra las barreras de género
Esta atleta boricua dejó una huella imborrable en el deporte femenino puertorriqueño. Antes de zarpar a Panamá para representarnos en la cuarta edición de los Juegos Centroamericanos y del Caribe en el 1938, Colberg y el resto de la escuadra femenina bien pudo no haber ido por el obstáculo llamado “machismo”. A pesar de que el equipo fue invitado a participar en los Juegos, hubo quienes opinaron que la representación femenina puertorriqueña no debía asistir al evento porque harían un “ridículo deportivo”. Sin embargo, Colberg decidió hablar con el gobernador interino, Rafael Méndez Ramos, para que auspiciara el viaje. En contra de la voluntad de muchos, Méndez Ramos ordenó que se financiara la participación de las atletas.
Ya en Panamá, Colberg fue anotada por su entrenador en nueve eventos. Aunque solamente pudo participar en tres, logró pisar el podio -reservado tan solo para los tres mejores competidores- en igual número de veces. Recibió dos medallas de oro, por el tiro del disco y la jabalina y una medalla de plata junto al equipo de voleibol.
Al momento de la premiación, vestía camisa negra y pantalones cortos. El triunfo que reflejaban sus ojos hacía esconder a todo aquel que alguna vez dijo “no se puede”, según describió un cronista deportivo que presenció aquel histórico momento. Colberg escuchaba con paciencia el himno de los Estados Unidos tras recibir la medalla de oro en el tiro de jabalina, pero una vez finalizado el himno ajeno a ella, aún en el podio, comenzó a cantar la Borinqueña. Cabe destacar que para esa época Puerto Rico aún no había adoptado sus símbolos patrios, por lo que las insignias que usaba la delegación eran los de Estados Unidos. Además, la monoestrellada era un emblema proscrito por la autoridades gubernamentales.
Segundos después de escuchar a Colberg, los presentes en la ceremonia entonaron junto a ella el himno nacional de Puerto Rico. Con su victoria, esta aleta caborojeña le otorgó la primera medalla internacional en unos juegos competitivos a Puerto Rico. Pero, más que eso, le abrió las puertas a la mujer en el deporte puertorriqueño.
El cronista deportivo Arturo Gigante, ensalzó la figura de Colberg y su desempeño en los Juegos. Además, sentenció a todo aquel escéptico que se escandalizó por la primera representación femenina en una competencia internacional.
“Con la noticia oficial del espléndido triunfo de Rebekah Colberg en Panamá, difundido por todas las naciones del Orbe, queda vindicada la mujer puertorriqueña, en cuanto a deporte se refiere, ante todos aquellos que por excelencia, anunciaron a todos los vientos que estaba demás el envío de esta representación femenina a los Juegos Centroamericanos de Panamá, ya que la misma sólo iría a ocupar los últimos puestos en todos aquellos eventos en que compitiese”, escribió Gigante para el periódico El Mundo en el 1938.
Colberg, a la derecha, fue campeona de tenis por 14 años. / Archivo Digital del periódico El Mundo
“Es necesario conocer las hazañas deportivas de mujeres como Rebekah Colberg, quien fue casi autodidacta en el deporte, al igual que los testimonios de tantas otras mujeres deportistas que, a pesar de los obstáculos y falta de recursos, comprometieron su vida con el deporte”, cuenta la profesora Yamila Azize en su escrito Saltando obstáculos: notas sobre la historia de la mujer en el deporte de Puerto Rico.
Además de ser atleta, Colberg se graduó de la Universidad de Puerto Rico con un bachillerato en Ciencias y Farmacia. Hizo su maestría en Educación Física en la Universidad de Columbia, Nueva York y luego un doctorado en medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En 1952, fue incluida en el Salón Atlético de la Fama de Puerto Rico y en el Salón de la Fama del Tenis.
En un documental producido para Autógrafo, una página cibernética que se dedica a presentar la vida de personas ilustres de Puerto Rico a través del vídeo, la ex Presidenta Pro-sede de las Olimpiadas 2004, Marimer Olazagasti, elogió la gesta de Colberg. “Era una mujer con una cría admirable… La típica cría puertorriqueña que no es nada más y nada menos que hacer las cosas con corazón”, afirmó Olazagasti.
Rebekah Colberg junto a Juan Luyanda, quien también participó en los Juegos Centroamericanos de 1938 en donde obtuvo el primer puesto en salto de altura y salto largo, segundo puesto en triple salto y tercero en pentalón. / Archivo Digital del periódico El Mundo.
Así como la profesora Azize, el cronista Gigante y Olazagasti, otros se han dado a la tarea a través de los años de buscar y exponer la vida y gesta de Colberg. Por medio de papel, vídeo o hasta trabajos académicos, como es el caso de la doctora Frances Concepción y su estudio La mujer puertorriqueña en el deporte, Rebekah Colberg quedará en la historia como la primera puertorriqueña en luchar por los derechos deportivos de la mujer.
“A pesar del ambiente en que se desarrollan los deportes femeninos en Puerto Rico no es de lo más propicio para lograr campeones, espero que el viaje de esta delegación a Panamá sirva de estímulo a nuestras atletas escolares para que en un futuro no lejano, Puerto Rico luzca en el campo de los deportes femeninos a la altura que hoy lucen nuestros Luyandas, Villodas Torrós y demás atletas masculinos”, comentó Colberg al periódico El Mundo antes de dirigirse a Panamá aquel memorable año de 1938.
Este escrito es el primero de cuatro artículos donde conoceremos a importantes figuras deportivas como parte de la serie Más allá del estadio.
Otros textos de esta serie:
Juan Ramón Loubriel: deportista y educador
Nuestro Gallito, Sixto Escobar
Más allá del estadio: la huella de Angelita Lind