Tal parece que el “No” rotundo de Cuba a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Mayagüez 2010 era de esperarse. Entonces, ¿por qué Puerto Rico, con su Comité Olímpico que alardea sobre la supuesta soberanía deportiva, no hizo lo necesario para evitarlo? Ok, Cuba y Estados Unidos no se llevan. Que alguien diga algo que no se sepa, por favor. La disputa entre el comunismo cubano y el capitalismo estadounidense tiene más de medio siglo de historia, así que resulta difícil creer que no se previeran los problemas que durante décadas han evitado que la competencia deportiva entre Cuba y los países capitalistas se lleve a cabo con la normalidad necesaria. Es más, el hecho de que 43 atletas desertaron las filas de la delegación cubana en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Ponce 1993 era suficiente razón para reflexionar sobre cuáles exactamente serían las preocupaciones de Cuba en ruta a Mayagüez 2010. Por si acaso, los cientos de atletas que durante años abandonaron la delegación cubana, en gran parte ayudados por el exilio cubano anticastrista, debieron servirle de orejita al presidente del Comité Olímpico de Puerto Rico (COPUR), David Bernier, sobre los asuntos que debió manejar para que las autoridades cubanas se sintieran cómodas a la hora de enviar su delegación. En Diálogo Digital lo advertimos hace meses, a principios de noviembre para ser más precisos. Y lo dijimos luego de escuchar durante semanas los rumores de que la negativa de Cuba era inminente e investigar por cuanto recoveco había sobre el tema. En esa ocasión, expusimos comentarios de personas con vínculos en el equipo nacional de atletismo que recién llegaba del Campeonato Zonal 2009 en La Habana. “Me han llamado para decirme que prepare mis atletas, que los que podrían ganar plata o bronce ahora tienen oportunidad real de oro, pues es casi seguro que Cuba no viene”, relató a Diálogo Digital en septiembre pasado un entrenador de atletismo que exigió permanecer en el anonimato, de manera casual, en medio de un trabajo de investigación sobre el deporte intercolegial. Inmediatamente, hicimos una encuesta informal para ver si lo que parecía un rumor de pasillo andaba en proceso de convertirse en la bola de nieve que eventualmente fue. “Sí, he oído eso de que Cuba no viene. Lo están diciendo, especialmente en los círculos de atletismo”, indicó otro entrenador encubierto consultado en aquel momento por Diálogo Digital. “Allí fueron 43, pero ahora estiman que podrían ser más de 100”, nos señaló luego una fuente anónima desde La Habana, al recordar el éxodo masivo de atletas cubanos en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Ponce 1993. En aquel momento, se escuchaban rumores de que Cuba ya había decidido no venir a los Juegos, por lo que fue meritorio una reacción de Bernier y del presidente de la Federación de Béisbol de Puerto Rico, Israel Roldán, a quien el Comité Organizador de Mayagüez 2010 le encomendó cualquier pormenor relacionado con la delegación cubana. Al llamar a Bernier curiosamente lo agarramos recién llegado de una de las muchas reuniones que sostuvo en La Habana con su homólogo del Comité Olímpico Cubano (COC), José Ramón Fernández, y con el presidente del Instituto de Deportes Cubano (INDER), Christian Jiménez. El joven presidente del COPUR se mostró optimista en aquella ocasión (optimismo que nunca dejó de mostrar), aun cuando durante una de sus giras de diplomacia por La Habana tuvo en su contra la mancha que dejó el voleibolista cubano de 19 años de edad Leonardo Leyva, quien en esa misma semana abandonó su delegación, que participaba en el torneo NORCECA de voleibol. Leyva pidió asilo político en Puerto Rico, y se apareció en las oficinas federales del Departamento de Migración en San Juan acompañado por su abogado y colega de exilio, Sergio Ramos, y un amigo. “Tengo que aceptar que eso sucedió en la víspera de la reunión”, confesó Bernier. “Pero eso no ocupó la mayor parte de la conversación. Se mencionó como parte de las cosas que no deben pasar, pero se hizo igual que como se mencionaron otros casos masivos como los que desertaron en España hace poco, y en otros países”, puntualizó. ¿Cómo es posible que, con ese ejemplo en su cara, los directivos del deporte nacional no entendieran? El problema en las relaciones deportivas entre Cuba y Puerto Rico se fundamenta en dos asuntos: el acoso estadista a sus atletas por parte del exilio cubano y la extrema derecha y la constante lucha de poder entre Washington y La Habana, que siempre encuentran en la competencia deportiva el escenario para debatir. Veamos el primer punto. ¿Acaso existe la percepción de parte de los directivos del deporte nacional de que los atletas cubanos que desertan lo hacen solos, que la derecha exiliada cubana no busca contactarlos tan pronto tocan suelo boricua, que no merodearon alrededor de la Villa Centroamericana en Ponce 1993, que con el poder económico que durante décadas han ostentado a nivel mundial no tienen a su disposición bufetes de abogados, lugares para alojamiento y todos los recursos necesarios para asegurarle al atleta desertor un buen futuro? Ese asunto había que confrontarlo de frente, sin miedo, y no jugar al ingenuo. En vez, no se tocó el tema de forma directa, se prefirió regodear. “Ese tema nunca se discutió en las reuniones de las que participé. Yo creo que en una reunión para discutirlo todo debió discutirse todo y eso no se tocó”, reconoció a este rotativo el legendario líder deportivo puertorriqueño y presidente emérito del Buró de América de la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA América), Jenaro “Tuto” Marchand. Marchand dijo que cuando llegó a Cuba y vio las garantías que el COC pedía se sintió muy pesimista, pero que su ánimo mejoró cuando “sintió la camaradería deportiva internacional, cuando recordé todo lo que Cuba y Puerto Rico han pasado en su historia deportiva internacional”. El mismo Bernier indicó en entrevista con este periódico días antes de la negativa cubana que tampoco se discutió la posibilidad de reunirse en Puerto Rico con el alto mando del exilio cubano, cosa que Marchand dijo al cierre de esta edición que “sería un atraso. Sería como dar 20 pasos para atrás después de todo lo logrado con nuestra soberanía deportiva”. Ah, soberanía deportiva… ese término aún extraño y temible para algunos, esa frase por la que se reconoce al deporte boricua como pilar de la identidad y de la nación puertorriqueña. ¿Cuán lacerada resultó la sagrada soberanía deportiva con el “No” cubano? Veamos si alguien puede contestar esto. “No creo, porque aquí lo que sucedió no fue por la soberanía deportiva, sino por la soberanía política”, apostilló Marchand, quizás contradiciéndose sin querer. Tratamos de preguntar nuevamente. Nos dio la misma respuesta, mientras argumentaba cómo la soberanía deportiva de Puerto Rico había triunfado en asuntos serios, como no unirse al boicot estadounidense a los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 y a los Juegos Centroamericanos de La Habana 1982, aun ante la apatía de Carlos Romero Barceló. “La soberanía deportiva es imposible de debatir”, manifestó recientemente Bernier. Entonces, pasamos al segundo factor del que hablábamos: la riña entre Cuba y Estados Unidos, país del cual Puerto Rico es territorio. En las reuniones entre puertorriqueños y cubanos hablaron de unas garantías que Cuba pedía para venir, que si vamos al caso, eran bastante válidas, por no decir que son parte de los derechos básicos del deporte mundial. Entre las peticiones, solicitaron poder aterrizar en suelo boricua con sus propios aviones sin que les embargaran las naves, es decir, no verse obligados a volar por otra aerolínea no cubana, como en otras ocasiones, y utilizar con libertad el espacio aéreo estadounidense, algo que no muchas veces ha sucedido después del embargo. Además, solicitaban trato idéntico al de otras delegaciones, algo que podría considerarse normal si no fuera por el hecho de que Estados Unidos mantiene a Cuba en su lista de países terroristas. Y estas peticiones, a pesar de que Marchand aseguró que “el problema de las visas estaba resuelto… el de los aviones también”, nunca fueron reconciliadas. Es más, era algo que se veía venir. “Les podrán cumplir algunas, pero no todas”, señaló durante plena época navideña el presidente de la Organización Deportiva Centroamericana y del Caribe (ODECABE) y ex presidente del COPUR, Héctor Cardona, durante una entrevista con Raymond Pérez, de El Nuevo Día. “En eso se basa mi apreciación” de que no vendrían, explicó además. Cardona la cantó relativamente temprano, aunque ya en diciembre quizás era un poco tarde para pasarle la mano al Tío Sam para que dejara a su sobrinito boricuita jugar con su amiguito cubanito. Y aun así, los directivos del deporte nacional seguían optimistas. “Lo dijo Cardona y yo lo dije también en radio, que no venían. Eso se sabía en los círculos deportivos del País y de la región. Si el presidente del COPUR [Bernier] y su vicepresidente [Roldán] seguían optimistas, hablando confiados en los medios de que esperaban a Cuba, es que o lo sabían y le mintieron al pueblo o, simplemente, son unos ineptos. Era una novela que aquí la hicieron larguísima pero que era bien corta”, argumentó el ex presidente del COPUR y de la Federación de Béisbol de Puerto Rico, Osvaldo Gil. Y aunque las palabras que Gil utilizó, quizás sacadas de un plan de debate de Aníbal Acevedo Vilá de mitad de la década pasada, suenan crudas, ponen a uno a pensar. ¿Realmente se hizo todo lo posible para que Cuba viniera? En el 2002, por riñas políticas con el presidente salvadoreño Paquito Flores, Cuba se ausentó de los Juegos de San Salvador, pero… ¿hacer eso con Puerto Rico? ¿No somos de un pájaro las dos alas? “Soy testigo de que se hizo todo lo posible”, afirmó Marchand, con el respaldo de sus cinco décadas de liderato deportivo. Gil fue menos diplomático a la hora de dar su punto de vista. “Pero es que yo también hubiese dicho que no”, arremetió. “En Ponce 1993 se fueron 43 atletas cubanos, imagínate lo que pasaría en Mayagüez. Es que no hay sitio más conveniente para quedarse que aquí. Para los cubanos, cuando se quedan aquí, van bien porque te montan todo lo que necesitan”, expresó Gil, quien entiende que a pesar de todo esto las relaciones deportivas entre Cuba y Puerto Rico siguen tan fuertes como antes. “Pero yo los entiendo. Si tú llevas décadas invertidas en un atleta no te vas a arriesgar para que se quede acá, con tanto buscón que hay… más cuando falta bastante del ciclo olímpico”, añadió. Marchand sugirió una idea que podría ayudar a disminuir el éxodo de cubanos, aunque para los ideales políticos de Cuba podría sonar complicado. “Si Yao Ming [baloncelista de China comunista] juega en la NBA y hay gran cantidad de atletas cubanos jugando en otros países, ¿por qué no puede ser en el baloncesto o en el resto de los países? Ellos ya lo trataron en el básquet, pues [antes de desertar] Lázaro Borrel jugó con permiso en Argentina. Y muchos otros atletas lo hicieron en otros deportes, como en voleibol femenino alrededor del mundo y en béisbol, que dejan que sus jugadores vayan a Corea y a Japón. Es algo que si se trabaja sale”, sostuvo Marchand. Bueno, pues así los cubanos podrían resolver, pero ¿qué de Puerto Rico? ¿Acaso no hay nadie que pueda atinar la verdadera situación nacional? ¿Es todo esto tan complicado? “Es un hecho que Puerto Rico no se manda y las visas las da otro país. Somos miembros de la comunidad internacional con conciencia de que somos un territorio. Y con eso es que hay que bregar, pues tenemos autonomía deportiva, pero no política”, arguyó Marchand. “Eso sí, no hay duda de que los Juegos de Mayagüez serán un éxito, con o sin Cuba”, aseveró Gil. Bueno, pues más o menos ahí le atinó alguien. Veamos ahora que pasa en Mayagüez. Mientras, los cubanos verán los Juegos por televisión. ¿Los Estados Unidos? Ellos no compiten. Así que no hay por qué pensar que les debería pesar. Y eso se ha sabido siempre. Este texto está publicado en la edición especial de Diálogo Verde (marzo-abril).