La palabra deporte, proveniente del latín deportare, se define en la Real Academia Española (RAE) como una “actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas”. Sin embargo, la RAE no puede explicar por qué la acción de jugar de manera competitiva, ya sea individual o en equipo, puede elevar las emociones a tal nivel, que saca a relucir los sentimientos más reprimidos y vetados por la sociedad por ser inmorales, irrespetuosos o crueles.
El fútbol, por ejemplo, cuenta con la habilidad de involucrarnos en las jugadas. Los ves desde las gradas o desde el televisor, pase de piernas, pase de pecho, piernas nuevamente, esta vez distintas a las primeras, el espacio frente a la portería va llenándose, el tiempo nunca para y la puntuación sigue igualada a uno. Un buen pase llega a la bota del griego Giorgos Katidis, quien anota un gol y el AEK de Atenas suma una victoria más, esta vez sobre el Veria en el partido disputado en marzo. Para celebrar, Katidis corre hacia el palo del corner y levanta su brazo derecho, como solían hacer los nazis en la época en que Hitler era el mandamás de Alemania.
Katidis, quien fue sancionado de por vida del fútbol en su país por realizar gesto, explicó que no era un fascista ni mucho menos, simplemente no sabía que el saludo nazi se realizaba de esa manera. Mientras unos aseguran que Katidis miente, otros nos preguntamos sobre las motivaciones detrás de este tipo de actos. En este caso concreto, existe una relación entre el saludo nazi del jugador y el contexto histórico en el que se efectuó. Esta manifestación controversial se da justo cuando se cumplen 70 años de la deportación de los judíos griegos hacia campos de concentración nazis.
Aunque el jugador aseguró no saber la naturaleza del gesto, su presunta ignorancia no le resta importancia al hecho de que su reacción fue producto de sus emociones. El doctor Carlos Rubén Carrasquillo, psicólogo social- comunitario y deportivo, explicó a Diálogo que estas acciones, a raíz de un suceso positivo como la celebración o uno negativo como la frustración, son el resultado del control de las emociones elevadas sobre la razón.
“En esos éxtasis, como en toda experiencia de éxtasis, la inteligencia racional se disminuye y la inteligencia emocional, que muchas veces no está educada, aumenta y fluye desde nuestros prejuicios y convicciones, que muchas veces no son reales. Son puramente construcciones propias reduccionistas”, expresó Carrasquillo.
Además, el psicólogo resaltó que estas acciones por parte de los atletas surgen porque estos entrenan de manera mecánica,
enfocándose solamente en la actuación física.
“El entrenamiento que se hace en la mayor parte de los escenarios, inclusive Olímpico, la vía es reduccionista. Va dirigido a la mecánica de ganar o perder la competencia. No se educan las emociones y no se educa el contexto histórico social donde se dan los deportes. Si yo voy a un ugar a jugar, yo tengo que saber que tal gesto o tal palabra no la debo decir porque es sensitiva. Simplemente nos limitamos en los entrenamientos a lo biomecánico. No hay educación emocional, no hay educación conductual, no hay educación histórica, típica y cultural”, apuntó.
Aunque en el fútbol sea más común, este tipo de reacciones, catalogadas como xenofóbicas o racistas, se dan en otros deportes como el bádminton, el béisbol, el golf y hasta en eventos olímpicos. En el baloncesto, por ejemplo, Guy Pnini, jugador del Maccabi Tel Aviv, fue multado y suspendido luego de acusar a un rival de ser nazi. Pnini, capitán del equipo campeón de la liga israelí, testificó que estaba arrepentido y atribuyó sus actos a la fogosidad del juego.
Por otro lado, en el boxeo, el norteamericano Floyd Mayweather insultó al filipino Manny Pacquiao en un vídeo casero en el 2010, al decir que Pac-Man tendría que hacerle sushi y arroz una vez terminaran su pelea. El mensaje, lleno de otras expresiones racistas, fue catalogado como uno “sin educación” por parte de Pacquiao, quien le restó importancia. Sin embargo, conductas antideportivas como éstas aumentan la “lista negra” que mancha el deporte, que cuenta con más casos similares.
Para el doctor Carrasquillo, la solución a este problema estriba en redefinir el deporte en todas sus facetas y en todas las edades porque, más allá de ser una competencia, el deporte es una herramienta social. “Hay que redefinir lo que es el deporte, la actividad física, el ejercicio y cómo nos vamos a entrenar para ello desde el área recreativa hasta el área competitiva”, urgió.
“Desde los niños, los adultos hasta la vejez. Eso empieza desde la escuela primaria. La escuela, el hogar y otras instituciones sociales deben enseñarnos que la recreación es tan importante como trabajar, estudiar y dormir y que la recreación tiene un componente social. Es en la recreación donde aprendemos a relacionarnos con los demás, donde aprendemos a manejar el trabajo en equipo, los conflictos, a manejar la trampa, a ser honestos”, finalizó.
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