Esta es la historia que viví junto a uno de los narcos más poderosos del área oeste de la Isla. Desde siempre me ha interesado el narcotráfico, conocer cómo es la vida cotidiana de los zares de la droga, cómo consiguen y distribuyen la droga y cómo funciona la estructura general de esta sociedad clandestina.
Por razones de confidencialidad la identidad del personaje principal de esta historia se mantendrá anónima. La siguiente cita resume cómo comienza esta historia desde la perspectiva de nuestro entrevistado:
“Vivir en un residencial público no te convierte en dueño de la calle. Los verdaderos dueños de la calle somos de la parte alta de la sociedad. Mientras el gobierno maneja a tu país, yo administro un mundo con más economía. No será el mundo que tu prefieres, pero fue el que yo elegí”.
Las razones para incursionar en el mundo del narcotráfico son variadas. Algunos lo hacen por dinero, otros por poder, presión de grupo o por necesidad. En el caso de Benny (nombre ficticio de nuestro entrevistado), la situación es un poco diferente.
Este decidió entrar a este mundo por “una ambición de ser cada día mejor, pero no es porque me gusta la vida fácil, sino que el gobierno me obligó a tomar ciertas decisiones. La economía de la isla va en decadencia y no quería ser uno de los marginados, fue así que tomé la decisión de entrar en este mundo”.
Con la ayuda de unos conocidos, Benny se integró a la jerarquía de los vendedores de droga, aunque jamás pensó que se convertiría en jefe. Comenzó siendo velador, es decir, el que vigila el punto de drogas, y luego ascendió al rango de runner, el encargado de vigilar siempre a los policías. En este segundo rango debía andar a todas horas con un walky talky para estar siempre en contacto con los administradores del punto y luego continúo subiendo hasta lograr ser el tirador, el que entrega la mercancía.
“De la noche a la mañana tú no te conviertes en narcotraficante, de esto tú aprendes poco a poco si empiezas novato en esto de las drogas. El tímido aquí no va para ningún lado, ya siendo parte de un punto ahora esa es tu familia y por ellos debes dar hasta la vida si es necesario. Aquí se necesita ser atrevido y “babilloso”. Debes recordar siempre que los chotas mueren por la boca, un consejo que te puedo dar es, mira pero calla, escucha pero siempre sé sordo. Nunca le des explicaciones a nadie excepto a tu jefe y cuidado que no seas víctima de los que traicionan, los que llamamos los chotas”, confesó.
De acuerdo con el entrevistado, un narcotraficante siempre tiene que saber los precios de la mercancía y cómo dividirla. Es imprescindible estar al día, porque de la compra de los usuarios, dependen las ganancias.
Para Benny, su día comienza con la venta al por mayor de la cocaína. Una paca de 31 gramos puede costarle entre 700 y 800 dólares, mientras que la marihuana se pesa y vende por libra. Mientras mayor es la calidad, evidentemente, mayor será el costo. El precio fluctúa entre 1,000 y 2,000 dólares el paquete dependiendo de la concentración alucinógena del ingrediente activo de la marihuana, que es el Tetrahydrocannabinol (THC). Si la concentración de este activo es mayor, se le llama kripi y el costo aumenta de 2,000 a 3,000 dólares.
“Para los clientes diarios, pues los costos son diferentes, ya que los antes dichos son lo que compramos los narcotraficantes para mantener al día nuestro inventario. Algunas de las drogas que vendo son: Molly, acido, éxtasis, marihuana regular, kripi, crack, heroína, cocaína, Adderall y hongos. Sus costos varían entre $10 hasta $50 dólares, todo depende de los gramos que quiera el cliente. Además, también hacemos “edibles”, que son comestibles que contienen de las sustancias que vendo. Entre los productos que hago, los más populares son: brownies, bizcochos, gummy bears, entre otros. El costo es depende de cuánto me gasto en la preparación y gira generalmente en torno a $8.00 o $10.00 por pedazo. Esto es una manera más discreta de hacer las transacciones”.
Benny no tiene horario de entrada ni salida, sino que todos los días y a todo hora lleva a cabo transacciones: en los festivales, universidades o cualquier evento abierto al público. En este tipo de actividades suele vender más y siempre anda con su carro equipado y con una cartera parecida a las que regalan en las cooperativas, que carga más de $900 dólares en “cash”. Su cotidianidad se caracteriza por ser como un juego de escondite, pues los policías cuentan uno, dos, tres, mientras él se esconde. Por esta razón no se puede ocultar el hecho de que Benny siempre debe cuidarse, ya que para eso también le paga a ciertas personas que vigilan su espalda.
Como muchos narcos, Benny es amable con la gente. “Me dejo querer, es más, si me tiro para alcalde seguro que ganaría. No doy a demostrar nunca mi lado negro, siempre actúo como una persona normal. Como dice el refrán: el que no tiene hechas, no tiene sospechas. Yo busco el bien para los de mi pueblo, pero que nadie se atreva a meterse conmigo”, indicó.
Benny no considera a los policías como sus enemigos, porque aunque viva escondido de ellos, este organismo domina cierta parte de esta sociedad secreta. Ellos los chotean, pero al mismo tiempo cuidan a los traficantes como él. Dentro de los azules, a los que muchos llaman por policías corruptos, existen para Benny, amigos fieles. Según él, algunos cuidan sus pasos y le informan siempre de lo que está pasando adentro. Gracias a esto, según él, aún sigue en libertad. Mientras unos lo buscan, otros lo esconden y lo protegen.
Muchas personas se preguntan de dónde se obtiene la mercancía y la respuesta es de países como Colombia, México y Republica Dominica. Como Puerto Rico es un puente hasta llegar a Estados Unidos, es por eso que muchos narcos como Benny aprovechan para negociar y comprarla.
Aunque es un secreto a voces, se rumora que la droga es entrada al país por el mismo correo federal donde los de adentro tienen contacto con los de afuera. Benny cuenta que estos se encuentran en los puertos esperando por la mercancía para que no sea escaneada y pueda entrar con facilidad a la isla.
“En este mundo se ve de todo; hasta el menos que tú te esperas, es parte de nosotros. Un consejo de parte de un narcotraficante es: no dejes nunca tus estudios y lucha siempre por tu futuro, no dejes que la vida te lleve a un mejor puesto social que te pueda costar la vida. Yo me levanté hoy, pero nunca sé si llegaré de nuevo vivo a mi casa”, expresó.
La autora es estudiante del Departamento de Comunicación Tele-Radial de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo. Este texto fue publicado originalmente en Tinta Digital (http://tintadigitalpr.com/blog/), un blog de estudiantes de periodismo de esa institución.