A finales de la primera década del presente siglo, hemos asistido a un nuevo orden social y en beneficio de la salud. De manera, que se ha puesto de moda el deporte, y se ha vivido en el panorama mundial con un auge de notable importancia entre los diferentes colectivos sociales (en los gimnasios, saunas, clubes, salas y en los espacios públicos habilitados para el deporte; se ha producido una comuna de identidades culturales y sociales), y no sólo en aquellos deportes de los fenómenos de masas, como tan acostumbrados nos tiene el deporte rey: el fútbol. Pues quizás este interés por el deporte responda a una nueva reinversión cultural que subyace a lo que la revolución industrial trajo consigo en cuanto a la fuerza de trabajo, y donde ese esfuerzo era perpetuo y constante; egoístamente no había tiempo para practicar deporte, y este fenómeno no era provechosamente visto como un aditivo enriquecedor para nuestra salud como hoy lo percibimos indudablemente.
Aunque este alcance de plenitud por el deporte puede deberse a distintas teorías, como la de un estilo de vida sedentario ante los nuevos modelos del mercado laboral, predominando concienzudamente un espacio virtual por la implantación de las nuevas tecnologías, que han hecho que el trabajo humano sea más psíquico y mucho menos físico. Por otra parte, hay quienes piensan que el modelo corporativo-capitalista marca el nuevo patrón de las culturas, y están encaminadas al cuidado del cuerpo, con el único objetivo de que la industria textil diseñe vestimentas para un físico cada vez más homogéneo en cuanto a tallas se refiere (sólo hace falta visitar las tiendas de modas regulares y comprobar las tallas que se comercializan). Esto conlleva que el culto al cuerpo sea el nuevo interés de quienes se enojan en conseguir una mejor complexión física frente a la figura esbelta, y no siempre con el objetivo de mantener unas condiciones físicas saludables; este beneficio también produce en nuestro desarrollo cognitivo y/o habilidades sociales nuevas destrezas a la hora de enfrentarnos a problemas cotidianos, entre otras. Pero quizás destacaría que lo más importante son las propiedades beneficiarias para la salud.
Hoy más que nunca, el acceso al deporte y todas las ventajas que produce el ejercicio físico, está de moda en todos los aspectos sociales (cuando antes correr era cosa de locos, por ejemplo), y la construcción de macro-gimnasios está cada vez más latente en nuestro panorama arquitectónico; nunca antes lo estuvo, como tampoco las enormes tiendas dedicadas al mundo deportivo.
Pero el deporte para el auténtico deportista asceta, no sólo cumple la función de rendir culto a su cuerpo, sino que responde a un estado de la psique primitiva por sentirse bien consigo mismo, y quienes comparan esta necesidad biológica con la más natural del ser humano (del nomadismo al sedentarismo, y vuelta a la reconversión).
Por otra parte, existe el deportista que pone su cuerpo a merced de un nuevo comercio idealizado por las ropas de marcas u otros contextos comerciales, que se alejan de la auténtica esencia del placer de concebir el deporte. Pues en estos casos, la sociedad receptora de esos mensajes subliminales confunde la belleza con la salud; son dos cosas muy distintas. Y es que a menudo nos tienen mal acostumbrados con anuncios donde “la marca hace la belleza”, y esa belleza se tiñe de una brillante salud al ver a ciertos personajes famosos mediáticos e idealizados como sanos y puros; pues no todo lo que reluce es oro. Y esto nos lleva a la confusión de que la belleza es igual a la salud, o al menos así lo ve la sociedad consumista de estos mensajes comerciales. Confusión que hace que muchas personas no sean capaces de diferenciar ambos conceptos: belleza y salud.
Quizás vaya siendo hora de dejar de creer en todas estas tendencias que presumen de una belleza pueril, y empecemos a practicar la actividad física como un añadido más en nuestra vida. De esa manera, podríamos alcanzar el pleno desarrollo evolutivo del ser humano, que como no podía ser de otra forma, consiste en mantenerse física, psíquica y socialmente en estado de bienestar, sin que el atractivo por conseguir o imitar a aquellos cuerpos más felinos, sean admirados como la utopía de nuestro calvario por querer ser como ellos o ellas, y simplemente conformarnos con practicar el deporte, como lo hacemos con el descanso. Quizás vaya siendo hora de recuperar nuestro lado más antropológico de la esencia humana. Quizás haya llegado el momento de estar sentado en la nube y salir a mover el esqueleto. Quizás haya llegado el momento de querernos mucho más y comprobar los beneficios que el deporte nos brinda, y que hoy más que nunca, existe una consciencia universal.
El autor es un antropólogo español que colabora en diversas publicaciones digitales. Fue estudiante de la Universidad de Puerto Rico en Cayey.