Todos los estudios e investigaciones coinciden en que el factor principal para mejorar el proceso de aprendizaje-enseñanza es el maestro. Así, una verdadera reforma educativa tiene que integrar al maestro como actor principal en los cambios que propone.
Para lograr este fin, se requiere que el maestro se visualice como un líder en la comunidad de aprendizaje, que cuestione la práctica, genere alternativas y aprenda sobre los cambios que las alternativas requieren.
Por tanto, más que una persona pasiva que sigue instrucciones, necesitamos personas críticas, imaginativas, con una actitud de aprendizaje continuo, con la disposición del trabajo colaborativo y el compromiso en apoyar al estudiante en su desarrollo.
Numerosos proyectos muestran que la mejor forma de contribuir a que los maestros desarrollen una actitud de aprendizaje continuo de su práctica, es trabajar junto a ellos en su transformación. Es, pues, esencial que los departamentos y facultades de educación estén más involucrados con la realidad escolar, y promuevan la investigación de alternativas a los problemas y necesidades de las escuelas.
A partir de estas investigaciones, surgirán escenarios para el desarrollo profesional del maestro. Así, en una reflexión sobre la acción, los futuros maestros tendrán la oportunidad de revisar sus concepciones, analizar estrategias, y participar en un proceso de investigación y exploración de alternativas.
Al igual que necesitamos cambiar la visión sobre los procesos de enseñanza y aprendizaje, es preciso cambiar la visión sobre las formas de implantarlos y evaluarlos. La idea de una reforma que se trabaja por “expertos” y luego se “adiestra” al maestro para que la lleve a la práctica tiene que cambiar. Es necesario que los maestros participen desde el diseño de las alternativas educativas, y desarrollen en forma constructiva sus concepciones sobre la enseñanza.
Si no se da este proceso ocurre, entre otras cosas, que los maestros, al igual que los estudiantes, no integran realmente las nuevas visiones a sus concepciones. De hecho, al trabajar en traducir las teorías constructivistas—aquellas que destacan la importancia de la acción en el proceso de aprendizaje—a prácticas educativas bajo el modelo de “adiestrar” a los maestros, hemos encontrado que aunque esbozan verbalmente los principios del constructivismo, al analizar su práctica, entrevemos que no han conseguido una transformación real de sus concepciones.
Necesitamos revisar la preparación del maestro, tanto en sus estudios universitarios como en el ejercicio del magisterio, de forma que se facilite un cambio real en sus concepciones y prácticas educativas.
Ahora bien, una reforma educativa no solo debe cambiar el ambiente de aprendizaje del estudiante; tiene que también cambiar el ambiente de enseñanza del maestro. De hecho, un nuevo modelo de enseñanza requiere redefinir el papel del maestro.
Al igual que con los estudiantes, los maestros tienen diversos talentos y habilidades. Por ejemplo, hay algunos que son muy hábiles en la orientación y en la relación con los estudiantes; otros tienen gran habilidad en la preparación de materiales didácticos, otros más en su presentación, y así sucesivamente. Si se organiza la enseñanza de otra forma, para combinar esos talentos, se puede obtener más provecho de los mismos recursos.
La tecnología apoyaría a los maestros en este proceso. Por ejemplo, estamos en la clase de matemáticas. En la primera sesión, una maestra hábil en presentación motiva el aprendizaje de cierto tópico. El segundo día, los estudiantes van al laboratorio de computadoras, donde trabajan módulos sobre el tópico en discusión.
Allí los atiende una maestra hábil en el uso de la tecnología. Los módulos tienen un material que todos deben aprender, en diversos ritmos, y tiene también material adicional para los estudiantes que necesitan más práctica, así como aquellos que pueden ir más allá de lo básico. En todas las clases se combinan presentaciones y discusiones en grupo completo, con trabajo individual o en pequeños grupos, donde la tecnología juega un papel importante en la búsqueda de información.
El diferenciar las tareas del maestro da paso también a la posibilidad de remunerar y reconocer al buen maestro; por ejemplo, un maestro podría tener una tarea compartida de enseñar y ser mentor de nuevos maestros, por lo cual recibiría una compensación adicional.
A medida que se van dando estos cambios, que permiten mejorar el ambiente de trabajo del maestro, mejorarán las escuelas y el aprovechamiento de los estudiantes. Esto, a su vez, acrecienta la estima del maestro en nuestra sociedad, y se está más dispuesto a aumentar su sueldo.
Como un círculo virtuoso, esto atraerá a más estudiantes talentosos al magisterio, lo cual a su vez llevará a mejoras en el aprendizaje de los estudiantes y en mayor enaltecimiento del maestro en nuestra sociedad.