Un amigo cercano me pregunto cómo podía definir lo que es pasión y sólo me tomó una palabra para responderle: fútbol, el juego más practicado en el mundo, desde las canchas “rompe-tobillo” como el Calcaño Alicea en Bayamón, hasta los estadios-catedrales de decenas de miles, como lo es el Old Traford de Manchester, Inglaterra.
A través del fútbol podemos echarle una mirada a Puerto Rico. Precisamente, este deporte es considerado por muchos como un punto de encuentro de las clases sociales que actualmente se encuentran tan polarizadas. Asimismo, este juego también puede representar la esperanza de un País en coma.
En el medio de una crisis cultural, un verdadero despelote económico y el desastre en el Gobierno y sus ramas (y sus tallos y sus hojas) surge un deporte bastante nuevo para un país que ha dedicado sus esfuerzos deportivos a lo que le llamo: el dale duro. En pelota: “¡Dale duro!”, en volibol:
“¡Dale duro!”, en boxeo: “¡Dale bien duro!”. No se perciben como juegos de conjunto.
Sin embargo, el fútbol –sí fútbol, palabra llana acentuada, NO football (NFL)– tiene como nombre oficial Fútbol Asociado, y eso implica que debe ser compartido, trabajando como colectivo que busca lograr unas metas, repartiendo labores de acuerdo a las habilidades de cada jugador (dando énfasis en compartir el balón). De modo que, ¿podría aplicarse esta reflexión a nuestra sociedad plasmada por el individualismo?
En efecto, pienso que la codicia corrompe, tanto a uno individualmente, como a un grupo de personas. De ahí, mi filosofía de utilizar sólo una delantera/o (que es la persona que busca anotar y mantenerse como líder anotador). Esto nos deja con un grupo mayor que deberá compartir el balón ¡sin codicia!
Se le recalca al jugador que no debe esperar a un contrario para “gambetearlo” (burlarlo) ya que esto es darse un lujo, un placer y no siempre ayuda al conjunto. Un jugador que quiera darse este placer constantemente no serviría en un Equipo.
A gran escala podemos observar que, mientras en el capitolio y en las oficinas gubernamentales ocurren muchos “trambos” para allegarse mayores lujos, el resto del país (el equipo) pierde. Pierde cada vez más porque ya no recuerdan como jugar en conjunto. Se deja de lado la educación del mismo y ahora sólo rueda la bola en los pies de los “gambeteros”, que imposibilitan una posible victoria del equipo.
El fútbol es un deporte en ascenso en la Isla y siento que crezco con él. Pienso que cuando empecé a jugar, era un “gambetero”. Esa mentalidad de pensar en Yo primero, Yo segundo, Yo tercero; me hacía un jugador mediocre y por más orgulloso que estaba del equipo, sentía que nunca sacaba la cara por él, y claro ni por Puerto Rico. ¡Era un enajenado más en el trópico!
En estos días no es lo mismo. Nunca aprendí a jugar el fútbol para ser profesional, pero si aprendí a difundirlo y a intentar transformar jugadoras y jugadores. Aprendí a informar a personas más jóvenes y a veces más veteranas que yo. En el fútbol y en la vida me enorgullece pensar que ayudé a una persona a jugar en conjunto.
Soy entrenador de Fútbol y me fascina mi trabajo. Lo veo en gran escala como un deporte que tiene mucho que crecer y mucho por contribuir a nuestra Isla. Me gustaría pensar que la educación del fútbol va a mejorar junto a la educación de conocimientos humanísticos que nos ayuden a madurar como pueblo. En ambos planos entiendo que hay mucho por trabajar y es cuestión de ponerse a practicar y madurar como individuos para poder compartir el balón y salir hacia adelante.
*El autor es estudiante de segundo año de COPU/UPR, y entrenador de categorías menores del Club de Fútbol de Bayamón