Si algo establecimos en la primera parte de nuestra serie es esto: Puerto Rico cuenta con una cantera sólida de talento técnico de donde pudiera salir el próximo dirigente boricua en las Grandes Ligas.
De hecho, el cagüeño Alex Cora parece ser el que más cerca está de convertirse en el tercer puertorriqueño en dirigir en Las Mayores, considerando que el primero en propiedad fue Edwin Rodríguez con los Marlins de Florida y que Santitos Alomar fungió como dirigente interino con los Indios de Cleveland en la postrimería de la temporada de 2013. Cora, recientemente, se entrevistó con los Padres de San Diego y pronto hará lo propio con los Marineros de Seattle.
Es decir, se puede llegar hasta allá arriba, pero no es tarea fácil. Es casi un viacrucis. En las pláticas iniciales que mostramos con Rodríguez y con el veterano dirigente Mako Oliveras, quien fuera coach de los Cachorros de Chicago durante la década de los 90, se entendió cómo el pudor de los dueños de equipo puede sopesar bastante a la hora de decidirse por un candidato puertorriqueño, latino o negro.
“Sí, ese ángulo del pudor, del racismo es genuino, es real. Yo lo viví con los Marlins”, señaló Rodríguez. “Pero no solamente hacia los potenciales dirigentes es real este ángulo, todavía sigue hacia los mismos peloteros, de la forma en que hablan de ellos a puertas cerradas, de la forma que los tratan, la doble vara es aún real”, disparó el primer dirigente puertorriqueño en la historia Las Mayores.
Claro, que este es un discurso que se queda en nada si no hay algún testimonio sólido. Ya no estamos en las épocas de Jackie Robinson o Muhammad Ali, esta cuestión de lucha por derechos civiles en el deporte profesional estadounidense no se ve tanto. Al menos no en la superficie. “Es más peligroso que antes porque es un racismo que anda oculto, en camuflaje”, según el coach Rodríguez. Solo pueden dar fe de eso quienes lo han palpado. A la caja de bateo ahora llega Mako Oliveras.
La sublevación de Mako: “Nunca fui un yes man”
“Fíjate, ahora que soy viejo, me doy cuenta que por mi proceder, por mis maneras de ser, los americanos no me tomaban en consideración, y si lo hicieron nunca lo supe. Es que yo nunca fui un yes man, y para esto hay que ser bien sumiso y aguantar un montón de cosas”, expresó Oliveras al cuestionársele porqué nunca realmente encontró el éxito definitivo en las Grandes Ligas como dirigente, a pesar de haber pasado muchos años como coach con los Cachorros de Chicago.
Y, como diría Cantinflas, allí en Chicago es que “está el detalle”.
“Una vez me le di una tremenda enfogoná al gerente general de Chicago Ed Lynch, lo mandé al carajo, por el trato que me estaban dando allí”, comenzó a relatar Oliveras.
“A mí Chicago me reclutó luego de que Jim Riggleman dirigiera en mi contra acá en Puerto Rico a principios de los 90. Un día, en un juego en Mayagüez, el dirigente Tom Gamboa, me llama y me dice que Riggleman, que ese año lo habían hecho dirigente en propiedad en Chicago quería un coach latino, que se acordó de mí y que me quería en Chicago. Yo estaba bien contento, porque eso quería decir que así podía entrar a la Asociación de Jugadores de Grandes Ligas y ganarme una pensión, como el resto de los coaches”, dijo Oliveras, quien nunca jugó arriba en las Grandes Ligas a pesar de pasar años circulando en el béisbol organizado.
“Llego a Chicago como coach de tercera, pero entonces no me dejan entrar en la Asociación de Jugadores. Resulta que la Asociación de Jugadores solo acepta a los cinco coaches oficiales del staff de cada equipo, y Riggleman me dice que a mí me habían traído como sexto coach al staff, lo que para mí era absurdo, porque yo estaba haciendo mejor trabajo que cualquiera, me tenían como coach en el field”, explicó con un chín de desdén aún palpable en su tono de voz.
Oliveras dijo que estuvo todo el año de 1995 esperando que surgiera esa oportunidad para entrar a la Asociación de Jugadores, “incluso, Riggleman me había dicho que tan pronto apareciera un espacio me daría la oportunidad”, pero “cuando sacaron al coach Tony Musiel y luego al coach de picheo, trajeron dos coaches de afuera y a mí me dejaron como sexto coach”. Pasó toda la temporada de 1996 en la misma situación, pero ya en 1997 no aguantaba este claro patrón de discrimen hacia su persona.
“Yo tenía un amigo que trabajaba en la división que corresponde a Latinoamérica del Major League Baseball (MLB) que conocía de mi situación, pues era algo que me preocupaba mucho, y él entonces habló con Lou Meléndez”, resaltó Oliveras, en alusión a quien ahora es uno de los asesores senior de la Oficina del Comisionado de la MLB. Para quien no lo conozca, Meléndez ha sido uno de los principales ejecutivos de MLB durante las pasadas dos décadas y se le adjudica la responsabilidad de mucho del éxito que el béisbol organizado ha tenido en su desarrollo en América Latina.
“Sin yo saberlo ni decirle nada, Lou Meléndez llamó a Lynch a cuestionarle porque no me habían dado la oportunidad para poder estar en el staff de cinco coaches y poder trabajar por mi pensión. Lynch se molestó, parece que pensó que yo lo había llamado a él. Nosotros estábamos jugando en la carretera y cuando llego a Chicago, me dicen que vaya a ver a Lynch a la oficina de Riggleman, en la parte de arriba del parque”, dijo Oliveras.
Según Oliveras, Lynch, que se hizo de nombre en las Grandes Ligas como un espigado lanzador, “es un tipo que mide como 6’3” y pesa como 300 libras y cuando entré a la oficina me dijo: ‘Siéntate en esa silla ahí’”.
“Me lo dice de mala manera, ya yo sabía cómo venía. Empecé a enfogonarme. Vino a señalarme con el dedo, a decirme que yo no tenía que decirle lo que él hacía, a gritarme. Le dije: ‘O me bajas ese dedo de la cara o te lo meto por donde no da el sol’. El tipo se quedó frío, no esperaba que yo le saliera así. Me fui de la oficina y no pasó nada más hasta el último juego de la temporada”, relató Oliveras.
Fue en San Luis, recordó Oliveras. Ya él se daba cuenta de lo que venía, “pues lo notaba desde semanas antes en las caras de los otros coaches, de los mismos periodistas”. El último día, en San Luis, lo llamaron a reunirse con Riggleman y con Lynch. Riggleman, buscando dorar la píldora, le dice que necesitan un nuevo ‘coach’ de tercera. Oliveras le dice que él está haciendo el trabajo, pero Riggleman le confirma que prefiere a Dan Radisson, pues después de todo, ese era su mejor amigo, “hasta roommates eran”.
“Y ahí Lynch se curó en salud conmigo y me dijo: ‘You’re fired’. Él y yo en ese momento nos quedamos mirando bien mal, lo que los americanos llaman un ‘staredown’. Le dije que me dejara renunciar, me dijo que no. Me sacaron, luego empezaron a darme bola negra para coachear en Grandes Ligas. El mismo Lynch parece que lo regó como pólvora. Por eso yo digo que por mi carácter, por eso no tuve una carrera como técnico en Grandes Ligas y sabrá Dios hasta dónde hubiese llegado. Yo ahí entiendo que estos muchachos de ahora, como Alex, Joey Cora o Santitos Alomar pueden lograrlo, pues tienen el temple que se necesita para eso”, puntualizó Oliveras, máximo ganador de campeonatos en el béisbol profesional boricua.
“Pero al fin y al cabo, esto se trata de política. Como dice el americano: ‘It’s not what you know, it’s who you know”, suspiró.
“A puertas cerradas” es el discrimen
Pero, ¿qué pasa con aquel que logra alcanzar ese hito mágico de dirigir en Grandes Ligas? ¿Experimenta de cerca algún tipo de discrimen?
“Sí, te digo que eso del racismo es un ángulo genuino, pero yo voy más lejos respecto a eso”, dijo Rodríguez, primer boricua en dirigir arriba, con lo Marlins de Miami.
“Todavía sigue hacia los mismos peloteros, de la forma en que hablan de ellos a puertas cerradas, de la forma que los tratan, la doble vara es aún real. Lo que sucede es que los dirigentes tienen que trabajar con esos latinos como empleados, y si el dirigente es latino y palpa algún tipo de pudor hacia ese pelotero, la tendencia es que no esté de acuerdo. Eso se va a reflejar en el día a día del equipo, al punto que habrán decisiones que se tomen a base de eso, aunque no se admita de esa manera en público”, apuntó Rodríguez.
Rodríguez indicó que “la única presión no es al ser latino. También, uno nota esto con los afroamericanos, que yo entiendo que aún son discriminados, y además con los mismos blancos norteamericanos según sus acentos”.
“¿Usted ha visto de cerca casos de discrimen contra los latinos u otros grupos?”, le preguntó Diálogo a Rodríguez.
“Te podría contar como 20 que he visto de cerca”, dijo.
“Hubo una situación con los Marlins, donde yo estuve en desacuerdo de cómo se trataba a un pelotero latino, específicamente dominicano. No estuve de acuerdo cuando la gerencia quería que yo tomara alguna acción contra él y había peloteros que hacían lo mismo, peloteros estadounidenses, y no les decían nada. Estamos hablando de cosas como las formas de vestir, cosas correspondientes a la apariencia, como los tatuajes, cosas que solamente se le resaltaban de forma negativa a los peloteros latinos. O, por ejemplo, cosas como la música. O sea, no querían permitir la música latina a todo volumen, pero la música country a todo volumen se permitía. Cosas así”, explicó Rodríguez.
“De hecho, una vez yo llamé a mi amigo Fredi González (cubano, actual dirigente de los Bravos de Atlanta y dirigente de los Marlins de 2007 a 2010), para preguntarle si él también se enfrentaba a esta situación y me dijo que sí. O sea, lo que uno nota es que los tonos despectivos hacia los latinos se ven a puertas cerradas. Eso lo viví yo. Vi muchas situaciones en las que el pelotero latino cometía un error y eso era tema para mofa y desprecio de parte de la gerencia, pero cuando el pelotero no era latino, si hacía un error peor o igual no se oía esa mofa. Cosas como esas eran las principales razones de mis encontronazos con la gerencia”, subrayó Rodríguez.
Y no empece a que Miami es un mercado donde prevalecen los latinos, la discriminación existe. Bueno, en estos momentos cualquier mercado en Estados Unidos pudiera ser considerado como un mercado en el que los latinos prevalecen, pues, como dijo Rodríguez, “los latinos somos la mayor minoría ahora mismo en Estados Unidos”.
“En los deportes se puede palpar eso, el ejemplo más craso de cómo se mueve ese mercado se puede ver con el caso de Albert Pujols, que en Los Ángeles (Anaheim) le dieron $250 millones por 10 años buscando una figura latina, pero entonces vino el otro equipo de los Ángeles, Los Dodgers, y la encontraron con Adrián González, que para colmo es mexicano allí en California”, dijo Rodríguez.
Pero, vamos, no es sólo el racismo o el pudor de los dueños y las gerencias de los equipos lo que obstaculiza que un dirigente latino, en este caso, puertorriqueño, alcance ese puesto.
Rodríguez siempre se caracterizó por hablar claro respecto al juego de los Marlins, como ejemplifica este vídeo.
“Yo entiendo que hay un tipo de recelo y de preocupación de parte de los dueños de equipo y gerentes de poner al mando de su inversión millonaria, de una nómina de peloteros que sobrepasan los $100 millones de una persona en la que no confían, y quizás haya algo de discrimen aquí. Pero hay que ver también cómo ha cambiado el juego en los últimos cinco o seis años. Ahora mismo, el dirigente es un asistente del verdadero dirigente que viene siendo el Departamento de Estadísticas, del que hoy en día también se ha vuelto un asistente el gerente general. Así es que verdaderamente se juega béisbol hoy en día”, interpuso Rodríguez.
Y con eso y otros asuntos de sobre cómo se juega el béisbol en pleno Siglo XXI venimos en la parte final de esta entrada. Estamos ya en la parte alta de la séptima entrada y mirando hacia el bullpen.
Vea también la primera parte de esta serie:
La nueva frontera del béisbol boricua: ¿Dónde están los dirigentes?