
El más reciente zarpazo a la marca “Tiger Woods” lo brindó una actriz porno llamada Joslyn James, quien alega haber quedado embarazada del héroe deportivo en dos ocasiones -aunque nunca se lo dijo-, según la entrevista publicada en la revista “Inside Edition”. Mutación airosa de héroe deportivo, rol model y celebridad, Woods entró hace varias semanas en una turbulencia mediática de alta intensidad tras conocerse los escándalos sexuales en los que supuestamente ha estado complicado. Su historia convirtió los noticieros del canal de deportes ESPN en un novelón melodramático y la prensa del corazón lo usó sin contemplaciones como carnada para la audiencia. Vedettes del deporte Evidentemente la economía de las celebridades no sólo aplica a las estrellas del cine o a los líderes políticos. Desde hace tiempo los héroes deportivos han trascendido el campo de juego, transformándose, queriéndolo o no, en modelos a seguir para muchos y en los protagonistas de la mercadotecnia que rodea al espectáculo deportivo. Sucede que los triunfos de nuestros ídolos son también metáforas de lo que deseamos lograr en nuestras vidas o, simplemente, un recuerdo de lo que añoramos ser en nuestra niñez. Como ha dicho el filósofo Ignacio Castro en su libro “La explotación de los cuerpos”, las estrellas deportivas “cobran unos sueldos maravillosos a cambio de vivir por nosotros, de afrontar un riesgo que podemos seguir al detalle sin movernos de nuestro sillón favorito”. Castro añade, en el contexto de la reflexión sobre el espectáculo deportivo como manifestación del capitalismo salvaje, que con las “vedettes del deporte” se ha querido “globalizar la médula del hombre de carne y hueso, tendiéndose un puente entre el ciudadano de a pie y la abstracción de la maquinaria planetaria, que debe resultar, a ser posible entrañable”. El (des) control del tigre El economista James Surowiecki explicaba recientemente en la revista The New Yorker (diciembre 21 de 2009) que como imagen publicitaria, Woods simbolizaba el control exitoso de la mente y el cuerpo. Por esa razón, y contrario a casos como el de Michael Jordan, figura emblemática de la relación entre los deportistas y el mercado durante los noventa –vinculado a Nike, Coca Cola, McDonalds y Hanes-, el golfista se convirtió en la imagen publicitaria de empresas cuyos clientes no eran productos, sino otras corporaciones (el caso de Accenture, empresa de consultoría y gestión). El “businesslike” de Woods, triunfador, frío y distante, y estrella en un deporte usualmente relacionado con los adinerados, era el objeto del deseo de muchos ejecutivos. Y lo digo en pasado porque es muy difícil que Woods logre recuperar su valor como vehículo publicitario –en el espacio competitivo está por verse- dado el caso de que el escándalo sexual en el que se ha visto enredado ha roto su imagen de hombre en control absoluto. Su visibilidad pública ha sido dañada y el impacto económico de esa situación no es poca: Woods ha sido el atleta mejor pagado de la última década y la mayor parte de sus ingresos venían precisamente de los auspiciadores. De hecho, según cuenta Surowiecki, en cierta ocasión ESPN estimó que una vez concluida su carrera Woods podría alcanzar la friolera de 6 billones de dólares en ganancias. Sin embargo, lamentablemente para él la relación entre la imagen del héroe deportivo, la celebridad mediática y la imagen publicitaria ya no es fluida. Y como lo demuestra la denuncia más reciente de la actriz pornográfica, todos harán lo posible por llevarse un pedazo de lo que le queda a la marca “Tiger Woods”.