“Fragoso es el camino.
La lluvia cae y la mochila pesa.
Sigue el río que corre, campesino,
por la margen izquierda…”
Fragmento del poema Rumbo, de Juan Antonio Corretjer
Todo fluye. El año es el 2016, mediados de octubre para ser más precisos, y Elizam Escobar ya no se enfoca en trascender más allá del tiempo. Ya lo ha hecho.
Quizás muchos lo ven como un superhéroe que batalla al villano imperio y sus trampas terribles, ya sea una cavernícola cárcel o un crudo cáncer. Pero todo a su alrededor es, ¿cómo explicarlo?… tan normal para él, vamos. Y en esta tarde del otoño tropical que siempre parece verano, Elizam, el artista y revolucionario, camina por la sala de su hogar, que en verdad es el museo de su vida, mostrándoles a un trío de periodistas distintas obras en su casa.
“Esta escultura de madera se llama Ácaro. Lo que muestra son dos amantes abrazándose”, dice, sonriendo a to’ lo que da.
El reloj marca las tres y cuarto de la tarde. Elizam ya está curao’ de espanto con esto de las entrevistas. Conoce la dinámica bien, desde los tiempos que estuvo en la prisión, cuando su talento lo puso en posición de viajar a exhibir sus obras a pesar de ser un preso político. Supo mejor como es la cosa mediática al salir de presidio en 1999, junto a otros puertorriqueños que recibieron un indulto del entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton.
Sabe a perfección cómo es la cosa: el entrevistador le pregunta y él se bota hablando, siempre ofreciendo el diagnóstico que mejor entienda. Y sabe que le toca la pauta mediática, la merece, ya era hora. Es el gran homenajeado en La Campechada, el evento anual que se celebra en El Viejo San Juan y que, en nombre de la obra del maestro José Campeche, exalta el arte nacional.
Durante este mes ha recibido mucha atención de los medios. Anda en su salsa, y mira que a Elizam le gusta la salsa. Una semana antes, por ejemplo, fue entrevistado por el perspicaz blog de arte Ahora podemos hablart, que maneja el curador y artista Tony Rodríguez, en una peculiar plática de poco más de una hora de duración, en la cual se puede oír de fondo el ruido atroz de la escuadra de aviones Thunderbirds de la Fuerza Aérea de Guerra de los Estados Unidos, que hace poco estuvo embelesando –y fastidiando, dependiendo cómo lo veas– a la población colonial con sus cucas monas entre las nubes de Borinquen. Habló de arte hasta por los codos. También, esta semana, la periodista Mariela Fullana se fue en un mano a mano con Elizam, en otra frondosa entrevista publicada hace unos días. Elizam se curó filosofando de la vida… y de la muerte.
Hoy, le toca con Diálogo. De inicio le establecemos: “Elizam, queremos saber quién tú eres con respecto al tiempo”.
“Pero espérate, chico, mejor vamos a sentarnos para hablar…”, respondió Elizam cuando empezamos a hacer preguntas gozosas sobre su vida. “¿Qué es esto? ¿La entrevista caminante?”, preguntó, acompañado de unas carcajadas de esas que invitan a echar chiste entre medio de toda la seriedad que habita en una figura tan inmensa como él. Le echa el brazo a uno y nos sentamos en un sofá.
Se pone su sombrero, cual ritual de batalla. A convertir este canapé entonces en una máquina del tiempo, pues. “Vamo’ allá”, sonrió Elizam.
“¿Y adiós, qué es eso? ¡Un vejigante!”
La primera parada que hacemos es en 1953. Elizam, niñito curioso, brinca y salta en casa de sus abuelos en la calle Miramar, en el casco de Ponce.
“Y entonces, tú sabes que los primeros cinco años son bien importantes. Pues yo estaba allí, con cinco añitos, encaramao’ en el balcón del segundo piso de mis abuelos y de repente veo un tipo brincando, ¿y adiós y qué es eso? ¡Un vejigante! Chacho, me volví loco con eso”, apuntó.
De inmediato, da un curso de vejigantes para principiantes y nos recuerda que “el vejigante ponceño es diferente al de Loíza”. Relató que a los ocho años se vistió de esta figura cultural puertorriqueña, “empeñao’ y empeñao’ en ser un chavao’ vejigante”.
“Y un perro se me fue detrás y me mordió una pierna. Hasta ahí llegó mi carrera de vejigante, ja, ja, ja”, resumió. En un santiamén, pasó de la risa a una seriedad sórdida.
“Lo que la gente no entiende con estas figuras como el vejigante es que, más que folclórica es mitológica. Representa la siquis del puertorriqueño. La mitología de los pueblos es una fuerza que hay que rescatar y mantener, darle otros aires más allá de lo folclórico. Tú sabes, lo folclórico está bien, pero que no se quede ahí. Algo como un vejigante va más allá de folclor, es algo sicológico, identitario, una cuestión más política en el mejor sentido de la palabra política, algo filosófico”, expresó.
En la prisión, dijo Elizam, se reencontró con el vejigante “y le di ese giro. Permanecía con algo de carnaval, pero ahora estaba más en el contexto existencial”. Cuando estuvo preso en Everton, a 12 millas de Chicago y su fervorosa diáspora boricua, “hice un autorretrato como vejigante y en Chicago estaban preocupaos’ por mí. ‘Mira, Elizam vistiéndose de cosas’. A través de esa obra allá ayudé a darle conocimiento sobre el vejigante a la gente allá”.
Elizam repasa las inspiraciones de su obra artística, más allá de, claro está, la lucha del pueblo puertorriqueño por su libertad política. Las nubes. El pez. El gato. Lo onírico o “lo del sueño”.
Tiramos cambios en el carro de Back to the Future que se ha vuelto este sofá. 1958, de Ponce a Bayamón.
“Entonces, a los 10 años, mis viejos se mudan a Lomas Verdes. Era la época de las urbanizaciones, tú sabes. Mi papá era subcontratista en plomería y las construcciones estaban acá. Tenía que viajar mucho de Ponce a San Juan y decidió mudarse. Yo me sentía en otro mundo, que me habían exiliado de Ponce. El primer año fue bien difícil pero luego me acostumbré”, narró Elizam.
Le preguntamos que si ya a esa edad, y más con la movida hacia un entorno urbano más grande, algo de la situación política de Puerto Rico le empezó a hacer ‘click’, especialmente cuando entró en la adolescencia y en la joven adultez. Nos explicó que ya traía esa inquietud por su patria en su pedigrí.
“Vengo de una familia independentista. Mi tío abuelo Elifaz Escobar era del Partido Nacionalista, estuvo en la Masacre de Ponce, luego en el intento de ajusticiar a [el gobernador Blanton] Winship. Estuvo preso un montón de tiempo. Mi tío materno Arturo Ortiz fue el primero que mataron en la revolución de octubre de 1950, en un barrio en Peñuelas. Yo ya tenía eso del independentismo pero nunca había militado. Mi familia era toda independencia”, apostilló.
Aquí, nuestra butaca sideral acelera hasta el 1967. Elizam entra a la Pontificia Universidad Católica de Ponce.
“Estuve como dos años en la Católica. Aún no llegaba a la Iupi [UPR]. Pero mira, que es que en ese año, en el ’67, fue uno de los referéndums esos, uno de los plebiscitos. Y el movimiento independentista lo boicoteó”, despepitó.
“Al principio, yo veía a los independentistas y decía ‘esto está chévere’, pero me parecía gente conservadora y lo mío era janguiar y bailar. Entonces conocí a este grupito de la juventud de la MPI (Movimiento Pro Independencia) de Bayamón y dije ‘pero si esta gente también hace eso, vacila, janguea y ahí participé en la campaña en contra del plebiscito. Esa fue mi primera incursión en la política. Hice dos años en la Católica, y luego entro a la Iupi, pero antes de entrar a la Iupi ya estaba en la FUPI (Federación Universitaria Pro Independencia). Y ahí empecé a trabajar con el movimiento estudiantil”, acotó.
Corretjer y la seriedad de la poesía
Aquí pasó a formar parte de la Liga Socialista Puertorriqueña. Más importante aún, Elizam cayó bajo el ala del comandante Don Juan Antonio Corretjer, poeta de la patria, quien a su vez fuese discípulo de Don Pedro Albizu Campos.
“Para mí fue un privilegio estar en la Liga Socialista y que Corretjer fuese secretario general porque él viene de la época del albizuismo. Entonces me tocó algo de eso a través de él. Es uno de los más importantes poetas puertorriqueños y latinoamericanos. Estuvo preso. En Nueva York, había fundado periódicos, estaba en la poesía, con gente de Latinoamérica como Neruda. A través de Corretjer, además de empaparme de la lucha por la independencia y el marxismo, pude tener un acercamiento a un hombre que había dedicado su vida a su pueblo, pero que a la misma vez era un poeta de primera. Vi la poesía”, destacó.
“De entrada veía la lucha y el arte. Veía el compromiso político y el compromiso del arte, en la poesía. Él como dirigente, como líder, como poeta nunca impuso un estilo. Yo no tenía que hacer las cosas de tal o cual forma. Yo tenía la libertad y para mí eso era muy importante”, explicó Elizam.
Interrumpe la reverencia a Corretjer para enmarcar el movimiento mundial del arte de entonces en el tiempo y espacio que le corresponde.
“En la Unión Soviética, por ejemplo, había un estilo oficial en el arte, o sea, el realismo oficialista. Por ejemplo, en Cuba nunca hubo un estilo oficial, lo que sí es que no podías hacer nada en contra de la Revolución, ese era el principio. Si haces algo en contra de la Revolución pues eso era otra cosa”, dijo.
¿Lo soviético era algo más rígido?, le preguntamos.
“Bueno, llegaron a un punto… O sea, en la época primera de la Revolución en Rusia, allí estaban los mejores artistas modernos de Europa. Ahí nació en realidad el arte abstracto, el constructivismo, la unión de las disciplinas, la arquitectura con la pintura, la escultura; gente como [Kazimir[ Malevich y otros estaban ahí. Hacían unas obras políticas, pero no en un estilo oficial realista. Entonces, después de ciertos cambios empezó eso del realismo”, resaltó, antes de volver a la libertad artística que vivió de la mano de Corretjer, en medio de lo fuerte que pudo haber sido la lucha independentista de aquel tiempo.
“Para mí fue una escuela, ese poco tiempo que estuve en la Liga. Esa relación con Corretjer… Aunque él estaba bien aislado del movimiento independentista por las razones que fueran, siempre los artistas tenían una relación con Corretjer. Por ejemplo, Roy Brown musicalizaba ya sus poemas. Pedrito Santaliz lo visitaba, iba allí a [las oficinas de la Liga]. Un montón de artistas lo visitaban, de teatro, los poetas, muchos artistas”, recordó.
Elizam mete las cejas y abandona la nostalgia por un momento. Hay que ponerse bien serio porque toca hablar de lo que es la poesía.
“Esto una cuestión importante, porque mucha gente ve la poesía como algo así doméstico, bien suavecito, que si cosas así de bohemia. Existe una cuestión con esto, un prejuicio. Mira, el otro día Bhatia dice en la radio, en una entrevista, que si gobernar no es una cosa de poesía. ¡Pero qué tipo tan estúpido, mano! ¡Si la poesía es más real que la política partidista, que lo que hace es engañar a la gente!”, exclamó, el gesto de su cara esculpido con el cincel de la incredulidad y la repugnancia.
La máquina de tiempo ahora echa hacia atrás, hacia los siglos de las guácaras, cuando puertorriqueños como Francisco Oller y, sobre todo, Campeche, repartían el bacalao a nivel mundial. Elizam detiene el relato de su vida y asume el rol de guía turístico, como si estuviésemos en Bush Gardens, solo que en vez de un zoológico gringo lo que hay es historia del arte nacional y en vez de animales exóticos en cautiverio lo que hay son artistas boricuas de siete pares de pinceles.
“En cuanto a esto de la seriedad el arte de Puerto Rico ha sido bien vanguardista. Siempre ha tenido un rol importante en Latinoamérica y el mundo. Empecemos con Campeche, en el siglo 18. Él tiene una obra bien política, que va al grano de la cosa, que profundiza en la realidad puertorriqueña. Campeche era un tipo religioso que tal vez nunca salió del Viejo San Juan, pero que era reconocido como el mejor pintor de toda Las Américas”, indicó.
“Después viene Oller, que estudió en Europa y conoció a los impresionistas, pero que cuando vino a Puerto Rico apostó a un realismo social que él pensaba que era absolutamente necesario desarrollar ante las condiciones que habían acá. También es uno de los más importantes pintores de Las Américas. También era un tipo de izquierda. A través de la obra de Oller, por ejemplo, con ‘El velorio’, uno conoce más de la sociedad de la época que leyéndote un libro de ciencia, de historia o de sociología. Y eso es porque el arte tiene esa capacidad de congelar la realidad. Ahí puedes enfrentarte a un rendimiento que refleja lo más próximo a lo real que hay”, puntualizó.
Corretjer, Campeche y Oller, manifestó Elizam, son representativos de que “en Puerto Rico siempre hemos tenido ese elemento, de que los artistas en todas las áreas han mantenido siempre su libertad”.
“Algunos se van más con el gobierno, je, je, je… pero otros la mayoría son muy independientes. Aquí nunca ha habido como que una fórmula”, aseveró, sacándose otra sonrisa de la vaqueta.
Paremos la máquina del tiempo aquí, antes de entrar en la década de los setenta. Echémosle combustible y prepárese, que en nuestro segundo viaje, Elizam nos paseará por la diáspora neoyorquina, por la cárcel federal y por la realidad actual del artista joven puertorriqueño.
Mire también:
Un viaje por el tiempo con Elizam Escobar (2da parte)
Un viaje por el tiempo con Elizam Escobar (3ra parte)