En el mundo de los deportes, la riqueza adquirida por los atletas es casi tan importante como el desempeño físico. La lista de los diez atletas mejores pagados entre junio del 2011 y junio del 2012 publicada por la revista Forbes demuestra que los deportistas de la actualidad son entidades autónomas capaces de generar grandes cantidades de dinero sin que sus escándalos y problemas personales afecten sus ingresos. Pereciera que mientras mantengan su presencia en los medios, ya sea por su ejecución en su campo o por la polémica que desate su conducta personal, serán premiados con contratos multimillonarios.
La lista indica que en la mayoría de los casos, la combinación de los patrocinios comerciales, los reality shows, las promociones y las empresas que los atletas manejan en su tiempo libre genera aún más ingreso que el salario de los contratos deportivos. El resultado de este fenómeno es un mundo que parece celebrar más la capacidad de un atleta de promocionarse a sí mismo que su talento en la práctica deportiva.
Sin embargo, es común que ambos factores contribuyan al estatus del deportista, como ocurre con el invicto boxeador Floyd Mayweather. A pesar de haber estado preso en el 2012 por cargos de violencia doméstica, ocupa el primer lugar en la lista con ganancias que exceden los $85 millones.
Mayweather ha reinventado el concepto del atleta como marca, ya que se ha convertido en el deportista más rico del mundo sin patrocinar productos o empresas. Todos sus ingresos provienen de su salario como boxeador y de un porcentaje de las ventas de sus peleas. El púgil estadounidnese habla de su propia fortuna constantemente y ha salido en videos contando un millón de dólares en efectivo y hasta quemando billetes en una discoteca. Su equipo de entrenadores, guardaespaldas y asesores se llama “The Money Team”.
Aunque explica que esos actos no reflejan su verdadero carácter, su comportamiento es una brillante táctica publicitaria. Al pintarse como el “chico malo” del boxeo, se aprovecha del odio que engendra su personaje, ya que los fanáticos que dicen que no lo soportan terminan comprando sus peleas con la esperanza de verlo perder.
La lista de Forbes cuenta con otros atletas cuyos actos, opiniones e ideologías no han perjudicado sus ganancias. El boxeador filipino Manny Pacquiao causó controversia en el 2011 cuando se unió a la Iglesia Católica en la lucha para prohibir el uso de condones en su país, pero ocupa la segunda posición en la lista. Tiger Woods (tercero en la lista) perdió el apoyo de varios auspiciadores en el 2010 debido a sus relaciones extramatrimoniales, pero Forbes indica que generó $55 millones en promociones, multiplicando su salario ($4.4 millones) por más de diez veces. A Kobe Bryant también lo abandonaron muchos auspiciadores cuando fue acusado de agresión sexual en el 2003, pero recuperó la mayoría de ellos al año siguiente y figura en la sexta posición de la lista.
El futbolista Drew Brees no aparece en la lista, pero firmó un contrato de $100 millones por cinco años en el 2012 y aceptó que los atletas profesionales ganan demasiado dinero. También dijo que las únicas personas que merecen este tipo de remuneración son aquellos que luchan por la paz mundial o para erradicar el cáncer, pero justificó su ingreso al declarar que es parte de un negocio para el cual existe un mercado que establece cuánto dinero ganará.
El problema con este mercado es que crea unos desbalances económicos verdaderamente obscenos. Quizás el mejor ejemplo de esto es LeBron James, quien optó por no ir a la universidad (para entrar directamente a la NBA) y firmó un contrato de $90 millones con Nike cuando apenas tenía 18 años. Desde este momento, sus ingresos solo han ido aumentando. Aunque su contrato deportivo “solo” le brinda $13 millones ($7 millones menos que el de Kobe Bryant), ocupa la cuarta posición en la lista de Forbes gracias a los $40 millones que generan sus contratos publicitarios.
James causó polémica en el 2011 cuando trajo a la luz esta desigualdad luego de ser derrotado en la final de la NBA. Cuando un reportero le preguntó si le molestaba la cantidad de gente que disfrutaba verlo fracasar, respondió que no le afectaba en lo más mínimo, ya que estas personas continuarían teniendo los mismos problemas, mientras que él seguiría disfrutando del estilo de vida al que estaba acostumbrado. Esta respuesta fue sumamente criticada no solo por los fanáticos, sino por los analistas y comentaristas deportivos, quienes consideraban que reflejaba la arrogancia extrema de un atleta que se sentía superior al público solo por su dinero.
La ironía de todo esto es que las vidas privadas de los atletas son explotadas por los medios, pero ellos se convierten en multimillonarios debido a esta exposición. De igual forma, los mismos fanáticos que lamentan su propia situación económica y las condiciones del mercado global continúan patrocinando los productos que endosan sus atletas favoritos. Este círculo vicioso fortalece el status quo, es decir, enriquece a los multimillonarios y afecta al consumidor común y corriente. Como amante del deporte, no propongo que dejemos de seguirlo, pero no creo que el desempeño de las superestrellas se verá afectado si dejamos de comprar cualquier artículo que estos promuevan.