El camino ha sido- y es- duro para la comunidad homosexual en el deporte. Diálogo da cuenta de esta situación en un extenso reportaje investigativo de Hermes Ayala que expone el discrimen por el que muchos atletas "gay" han tenido que enfrentar más allá del terreno de juego.
Los debates relacionados con el discrimen por preferencia sexual han ido en aumento a través de los últimos años, y el ámbito de los deportes no ha sido la excepción. Durante las Olimpiadas de Beijing 2008, los organizadores realizaron pruebas a varias mujeres atletas cuya apariencia y fortaleza asimilaban las de un varón. Dicha acción levantó la protesta de la comunidad homosexual internacional.
Por ejemplo, la profesora Pat Griffin, de la Universidad de Massachussets y directora de la campaña It Takes a Team (Se necesita un equipo), dirigida a educar sobre asuntos relacionados con la comunidad lesbiana, gay, bisexual, transgénero y transexual (LGBTT) en los deportes, fue una de las voces contundentes en denunciar esta acción como discrimen. “No importa que tan sólo haya un precedente de esto, durante los Juegos Olímpicos de 1936, cuando los nazis obligaron a un hombre a competir como mujer. No importa que determinar el sexo de una persona por la apariencia externa, cromosomas y genes no es tan fácil como parece.
No importa que los procedimientos de las pruebas son invasores, humillantes y, según varios expertos, mala ciencia. No importa que más allá de determinar si algún atleta hizo trampa, estos exámenes de sexo hasta ahora sólo han identificado competidoras femeninas con una organización de cromosomas atípica que ni siquiera les da una ventaja competitiva”, expresó en julio de 2008 en su blog la profesora emérita del Programa de Educación en Justicia Social del Recinto de Amherst de la Universidad de Massachussets.
Griffin, autora además del libro Strong Women, Deep Closets: Lesbian and Homophobia in Sports, señaló que “la mayoría de las mujeres señaladas como inelegibles para competir como féminas no conocen las diferencias en sus cromosomas hasta que son sometidas a dichos exámenes. Expertos médicos estiman que uno de cada 1,000 bebés son intersexuales, nacidos con una organización de cromosomas atípica.
Muchas de las personas intersexuales no tienen características externas que las identifiquen como intersexuales y viven sus vidas felices sin ni siquiera enterarse”.
Según Griffin, quien abiertamente ha declarado ser homosexual e, incluso, como atleta, ganó una medalla de bronce en la competencia de tríalo durante los Gay Games de 1994, “los exámenes de verificación de sexo sólo han logrado traumatizar y humillar mujeres que durante toda su vida se han enfocado en competir en unas Olimpiadas, sólo para encontrar mediante un desacreditado examen que son inelegibles para competir como féminas. En casi todos los casos en los que ha ocurrido esto, los exámenes luego fueron eliminados.
El daño, sin embargo, fue hecho, no tan sólo a los sueños olímpicos de estas competidoras, sino al sentido de identidad de estas féminas. ¿Acaso no hay una manera más efectiva y respetuosa de asegurar la equidad competitiva basada en el entendimiento científico de las complejidades de género y sexo que no sean los supuestos laboratorios de sexo de Beijing?”, cuestionó la doctora Griffin, recalcando que esta práctica es tan irrespetuosa como las realizadas antes de las Olimpiadas de 1968, cuando las competidoras tenían que “modelar desnudas ante un panel de expertos”, proceso que se sustituyó con el examen de cromosomas.
Semenya versus el mundo
En 1999, las pruebas de sexo realizadas a las atletas femeninas fueron eliminadas, pero los exámenes en casos sospechosos continuaron.
El más reciente caso fue el de la sudafricana Caster Semenya, que en agosto de 2009 ganó la medalla de oro en los 800 metros durante el Campeonato Mundial de Atletismo celebrado en Berlín con tiempo de 1:55.45, el más veloz del año. Luego de su victoria, se levantaron cuestionamientos sobre su género, algo que incomodó a Semenya al punto de considerar boicotear la ceremonia de medallas.
La Federación Internacional de Atletismo (IAAF, por sus siglas en inglés) fue objeto de duras críticas debido a la manera en que atendió el asunto. Atletas retirados de renombre, como el velocista Michael Johnson, repudiaron sus acciones cuando el organismo pretendió cuestionar la feminidad de Semenya tras realizarle la no muy bien ponderada “prueba de sexo”. Líderes cívicos sudafricanos y activistas políticos aludieron a la controversia como racista y como una falta de respeto a la privacidad y a los derechos de Semenya.
La IAAF, que reveló públicamente los problemas de cromosomas de Semenya, trató de curarse en salud, explicando que había realizado las pruebas debido a que la organización tenía la preocupación de que la atleta sufriera “una enfermedad sumamente rara” que podría representar una ventaja injusta en las competencias. La Federación dijo además que se arrepentía de la manera en que se había manejado la situación y que pudo haberse tratado con mayor sensibilidad. Semenya, por su parte, manifestó en una entrevista con la revista sudafricana YOU que “Dios me hizo de esta forma y así lo acepto”, aunque luego fue partícipe de un cambio de imagen como parte de su perfil en la revista.
A pesar de que inicialmente Semenya pensó en renunciar a la medalla y al dinero del premio, el Ministerio de Deportes de Sudáfrica la convenció de no hacerlo. En diciembre de 2009, la revista Track and Field News la destacó como la mujer número uno del año en los 800 metros.
Íconos del deporte
Justo antes de nadar y ganar medalla en el relevo de 4×200 durante las Olimpiadas de Atenas 2004, el holandés Johan Kenkhuis le dijo a la prensa internacional que su novio, con quien llevaba cuatro años de relación, estaría viéndolo competir, lo que ocasionó revuelo, pero a su vez hizo que otros nueve atletas en esos juegos salieran del armario en respaldo a Kenkhuis. Claro, para Kenkhuis salir del clóset no fue un problema grande, pues Holanda es uno de los países más liberales en cuanto a estilos de vida alternativos se refiere. Otros, sin embargo, no han tenido tal suerte, especialmente en Estados Unidos, uno de los países donde más difícil se le hace al atleta ser quien es.
“El comportamiento abusivo de molestar a los más débiles es promovido desde que los niños comienzan a jugar deportes en la escuela superior”, comenta en su blog la organización Jet’s Gay Pride, al referirse a los homosexuales en los deportes en Estados Unidos. “Para los ‘bullies’ (abusadores), cualquiera que no jugara deportes era un marica y recibían comúnmente una paliza por lo que no es sorpresa que muchos atletas gay permanezcan mucho tiempo en el closet”, explica el artículo.
No obstante, durante los pasados 30 años son varios los atletas prominentes que han salido del clóset sin tapujos, dejando al descubierto su preferencia sexual sin importar que el capitalista y machista mundo del deporte rentado estadounidense y mundial se los quiera comer vivos.
Muchos patriotas conservadores en Estados Unidos se sorprenderían al saber que uno de los héroes del famoso vuelo 93, uno de los aviones supuestamente secuestrados por Al Qaeda, era un atleta profesional abiertamente homosexual y de uno de los deportes más violentos que existen. Mark Bingham era un jugador de rugby para el club San Francisco Fog RFC pero el 11 de septiembre de 2001 se convirtió en un héroe para muchos estadounidenses al ser vital en evitar que el vuelo 93 se estrellara contra el Capitolio en Washington DC. Quizás sus acciones hayan hecho que los conservadores le perdonen ser gay, pero este no es el caso de muchos atletas homosexuales.
En el mundo en el que vivimos, la sexualidad en los deportes todavía es vista como un tabú. Por ejemplo, en 1996, el ahora comentarista de ESPN Skip Bayless cuestionó en su libro Hell Bent: The Crazy Truth About The ‘Win or Else’ Dallas Cowboys, si el archifamoso quarterback de los Cowboys, Troy Aikman, era homosexual. Aikman, felizmente casado, negó estos rumores, lo que obligó a Bayless a retractarse. Pero mientras estos dos se enfrascaron en una controversia que al fin y al cabo pareció coordinada para vender libros, otros atletas profesionales han dado el paso fuera del clóset sin problema alguno.
Está, por supuesto, el conocido caso de las tenistas Billie Jean King y Martina Navratilova, dos de las mejores competidoras en su deporte de todos los tiempos. King derrotó al ex campeón de Wimbledon Bobby Riggs en la sonada Batalla de los Sexos de 1973.
En 1981, sin embargo, King se convirtió en la primera fémina en públicamente admitir su lesbianismo luego de ser demandada por su ex amante Marilyn Barnett. La tenista, quien en ese entonces estaba casada con Lawrence King, le dijo a la prensa en ese instante que “después de 24 horas (de ser demandada) perdí todos mis auspicios, lo perdí todo. Perdí como $2 millones al menos, pues los contratos eran a largo plazo. Seguí jugando sólo para pagar los abogados. Estaba en shock”.
Navratilova, por su parte, no tuvo tantos problemas a la hora de salir del clóset. Considerada por muchos expertos como la mejor jugadora de tenis de la historia, la checoslovaca publicó en 1985 su autobiografía, Being Myself, en la que admite haber estado enamorada de profesores de ambos sexos mientras crecía y que sentía gran atracción por otras jugadoras mientras permaneció activa. Deportes más rudos, como el fútbol americano de la Nacional Football Association (NFL) y el béisbol de la Major League Baseball (MLB), también han tenido atletas que han salido del armario.
Los jugadores Roy Simmons, Dave Kopay y Esera Tuaolo han admitido su homosexualidad. Toaolo, un tackle defensivo que de 1991 a 1999 militó en las filas de los Packers de Green Bay, los Vikings de Minnesota, los Jaguars de Jacksonville, los Falcons de Atlanta y los Panthers de Carolina, dijo públicamente que era gay durante el programa Real Sports with Bryan Gumbel, de la cadena televisiva HBO. Después de eso ha estado activo combatiendo la homofobia en varias campañas de la NFL y como parte de la Gay and Lesbian Athletics Foundation. En 2006 cantó el himno durante los Gay Games, la respuesta alternativa a los Juegos Olímpicos, una serie de juegos que cada cuatro años celebran los atletas de la comunidad LGBTT. Kopay, por su parte, es considerado como uno de los pioneros en el mundo de los atletas profesionales gay.
Tras jugar profesionalmente de 1964 a 1972 con los 49ers de San Francisco, los Lions de Detroit, los Redskins de Washington, los Packers de Green Bay y los Saints de Nueva Orléans, Kopay era considerado para convertirse en técnico, pero no fue escogido, según indicó en su autobiografía de 1975, The David Kopay Story, debido a prejuicios por su preferencia sexual. Kopay, quien sostuvo una relación sentimental con el también jugador Jerry Smith, una de las primeras víctimas del VIH en los deportes profesionales, dijo en su libro que la NFL estaba plagada de homofobia y que muchos jugadores que la practicaban denotaban características de homosexuales de clóset. Simmons, mientras tanto, jugó en la NFL de 1979 a 1983 con los Giants de Nueva York y los Redskins de Washington.
En 1992, asistió al programa televisivo de Phil Donahue, donde aceptó su homosexualidad. Posteriormente, en su autobiografía, titulada Out of Bounds, habló largo y tendido sobre el sexo, la promiscuidad y las drogas en la NFL. En 1997, fue diagnosticado con VIH y se mantiene activo políticamente a favor de la prevención de dicho virus.
“¡Magic es marica!”
Claro está, el atleta más famoso en involucrarse en campañas en contra del VIH es el heterosexual jugador de baloncesto Earvin “Magic” Johnson, ex armador de los Lakers de Los Angeles, quien en 1991 se retiró abruptamente tras conocer que tenía VIH. En ese momento, la insensibilidad de los fanáticos se sintió, pues aunque muchos respaldaron a Johnson, otras personalidades, como el fanático religioso de ultraderecha y cuasi-reverendo evangélico, Jerry Falwell señaló que “el VIH es un castigo de Dios” y que si Johnson lo había contraído pues “es que es gay… ¡Magic es marica!”.
Greg Louganis, medallista olímpico de oro en los eventos de clavados de 3 y 10 metros en los Juegos de Los Angeles 1984 y Seúl 1988, también fue diagnosticado con VIH y, al igual que Johnson, vive una vida normal.
Louganis admitió públicamente ser homosexual en 1988, cuando se enteró de que padecía la enfermedad. Fue una de las primeras veces que la tolerancia del mundo olímpico se puso a prueba, pues uno de sus más condecorados atletas compitió en una piscina siendo positivo al VIH. En el béisbol de la MLB, el ex guardabosques de los Atléticos de Oakland y los Dodgers de Los Angeles Glenn Burke enfrentó su homosexualidad durante una entrevista con Sports Illustrated en 1982, tres años después de ser dejado en libertad por los Atléticos.
Se rumoraba que había sido cambiado de los Dodgers a Oakland porque era gay. Lamentablemente, la depresión y el odio por haber sido obligado a acabar su carrera deportiva profesional a la edad de 26 años lo llevó por el sendero de las drogas y en 1995 murió solo y en bancarrota en una calle de San Francisco. Son muchas las víctimas que el odio y la homofobia en los deportes han cobrado en Estados Unidos. Por ejemplo, Ed Ghallagher, quien jugara como lineman ofensivo en la Universidad de Pittsburg de 1977 a 1979 salió del clóset en 1985.
Dos semanas después trató de suicidarse saltando de la represa de Valhalla Kensico en el estado de Nueva York. Quedó parapléjico y en una entrevista posterior dijo que sus conflictos internos se debían a lo que había aprendido sobre qué debía ser un atleta. Fundó la organización Alive to thrive (Vivo para sentir) destinada a ayudar a otros en su misma situación y, aunque falleció en 2005, la entidad continúa su legado.
Un gay en una NBA de metrosexuales
“El camerino de la NBA es el sitio más extravagante que he visitado”, relató el baloncelista John Amaechi en su autobiografía, Man in the Middle. Amaechi, nacido en Boston de padres ingleses, fue centro en la NBA con los equipos Cavaliers de Cleveland, Magic de Orlando y Jazz de Utah, y en Europa con el Panathinaikos de Grecia y el Kinder Bologna de Italia. En 2007 se convirtió en el primer jugador de la NBA en admitir ser homosexual y los relatos en su libro aún siguen dando de qué hablar.
Con respecto a la vida diaria alrededor de atletas multimillonarios, Amaechi dijo: “Los tipos coquetean frente al espejo con sus cuerpos perfectos. Fanfarronean sobre sus aventuras sexuales. Se quedan frente al espejo echándose perfume y gel para pelo por galones. Se intercambian y probaban sus trajes de $10 mil, se alaban sus joyas, sus anillos, sus cadenas de oro. La camaradería es muy intensa y a ellos les parece muy normal. Viendo el camerino, no pude aguantar la risa mientras pensaba: ‘Y yo soy el gay’”. De todos los lugares que podía escoger para comenzar a explorar de lleno su vida como homosexual, Amaechi escogió la ciudad de Salt Lake City en Utah, la capital mormona del mundo. Según dice en su libro, cuando estaba en Orlando no se atrevía a hacer presencia pública como gay, pues la atención estaba en todas partes. Pero en Utah, explicó, se sentía libre, e incluso experimentó por primera vez el sexo homosexual “con un adorable luchador aficionado de la Universidad de Utah (¿Qué le pasa a estos chicos?)”.
Aún así, la homofobia de sus compañeros, “en especial del dirigente Jerry Sloan”, quien curiosamente es uno de los responsables de que los boricuas José “Piculín” Ortiz y Carlos Arroyo comieran banco durante sus estadías con los Jazz, era muy amplia. Dice Amachi: “Cuando le dije que su sistema no trabajaba para mí, me miró como si quisiera dispararme a través del corazón. Durante un partido me cantaron una violación de tres segundos en la pintura. ‘¡Maldita vulva estúpida! ¡Maldita vulva estúpida!’, me gritó… ‘¡Jódete, Jerry! ¡Jódete!’, le grité de vuelta…”.
Pero es quizás en esta próxima cita, donde Amaechi recoge el verdadero vía crucis que los atletas homosexuales del deporte rentado enfrentan día a día. He aquí donde ejemplifica cómo las puertas de los clósets se continúan cerrando aun cuando la lucha por los derechos humanos se sigue expandiendo alrededor del globo: “Una noche, mientras la guagua del equipo se asomaba en una ciudad de la costa del oeste, vi un cartelón gigante en la autopista que decía: ‘Alguien que conoces es gay’. Tan pronto lo vi, me quité los audífonos. Quería oír lo que los chicos decían. Como era de esperar, una cacofonía de horror y sorpresa fue lo que escuché. ‘Si mi hijo crece gay, lo tiro a la calle’. ‘Eso es asqueroso, dos hombres juntos’… Y los comentarios empeoraron en adelante”.
Ambiente “retrógrada”
En Puerto Rico, es poco lo que se conoce sobre atletas que públicamente hayan salido del clóset y sus repercusiones. Claro, las especulaciones sobre que tal o cual atleta es o no es qué son la orden del día. Combine eso con las repercusiones que sufriría cualquier atleta que quisiese salir del clóset en la sociedad machista deportiva de hoy y eso, en los ojos de los expertos, hace lucir a Puerto Rico “atrasado en esta problemática al menos unos 50 ó 60 años”, si se compara con Estados Unidos. Si bien es cierto que durante los pasados años las tensiones por la orientación sexual se han ido alivianando en toda América Látina, llegando incluso a aprobarse los matrimonios entre parejas de un mismo sexo en México y Argentina, el mundo deportivo tiene unas características muy particulares.
“Si es verdad que en términos culturales y sociales en Latinoamérica hay un tipo de relajamiento, en términos políticos e institucionales persisten muchas posturas moralistas y fundamentalistas que cierran puertas y quitan estatus y en el deporte eso quizás se ejemplifica más”, expresó el doctor Fernando Aybar, profesor de la Facultad de Educación Física del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. “En Puerto Rico, por ejemplo, es bien difícil posicionarse ante esa iglesia conocida como el movimiento deportivo. Por eso nadie se ha atrevido a tomar esa bandera en contra de la discriminación por preferencia sexual. No hay una figura, como lo hubo en la lucha de los derechos de la mujer, que atletas como Rebekah Colberg tomaron esa bandera”, agregó el profesor universitario, autor del libro Fundamentos psicosociales del deporte y la actividad física.
Es en el capítulo siete de este libro, sección que denominó “Identidades de género y sexuales en las prácticas físico-deportivas”, que Aybar toca estos temas. Partiendo de varias premisas establecidas por la ya mencionada doctora Pat Griffin y de otras sacadas de trabajos del autor y profesor Eric Anderson, como In the Game: Gay Athletes and the Cult of Masculinity, Aybar establece que una de las personas vitales en el comportamiento de los atletas, en especial si son de alto rendimiento, es el entrenador. Debido a que pasa casi todo el tiempo junto al atleta, el entrenador, manejador, coach o preparador físico se convierte en una figura protagónica en el proceso de toma de decisiones del competidor. Es decir, que cuando un atleta gay decide salir o permanecer en el armario, es su entrenador una de las piezas clave en dicha decisión.
“Y en nuestro gremio de entrenadores, en cuanto a ese tema, yo diría que estamos muy, pero que muy atrasados.
La formación del entrenador puertorriqueño es una muy masculina. En el deporte puertorriqueño el entrenador, el dirigente, es el cacique, el que manda, el que te puede gritar y hablar malo las veces que quiera, y eso es en cualquier nivel, desde deporte de base hasta el más alto rendimiento. Si tu entrenador te manifiesta que ‘aquí no se viene a jugar como maricón’, que ‘te están comiendo el culo’ cuando haces algo mal, que ‘pareces una nena jugando’, ningún atleta varón se va a atrever a salir del clóset”, expresó Aybar.
“Y en el caso de las féminas, ellas entran a un espacio masculinizado, y se tiende a cuidar mucho el comportamiento y hasta a tratar de hacerlo más ‘femenino’ a la mala. Por eso tú ves que a las muchachas de voleibol les apodan ‘Las nenas’, les han ajustado los uniformes para darle un toque de sensualidad, e incluso han hecho calendarios con ellas. Entonces, a los varones se les pone como superhéroes, que si los ‘12 Magníficos’ en el baloncesto, que si los ‘Guerreros’ del voleibol. Hasta que esos tabúes no cambien, que se tumbe con la cultura machista, el tabú existirá claramente en los deportes puertorriqueños. Claro, en años recientes se ha visto una gran cantidad de atletas, en deportes, como, por ejemplo, el voleibol, en las que ya no temen en mostrar su afecto públicamente. Sus compañeras van a las canchas y el que está en el mundo del voleibol sabe quién es la compañera de quién y cómo se desenvuelven relaciones del mismo sexo en ese deporte. Pero, eso todavía está muy lejos de tomar la bandera en contra del discrimen por preferencia sexual”, apostilló.
Como profesional del deporte y académico, Aybar dijo saber de varios atletas a nivel profesional y universitario, tanto féminas como varones, que a pesar de no hacer declaraciones públicas al respecto, viven su vida normal siguiendo sus preferencias sexuales.
Claro está, algunos veteranos fanáticos podrán recordar un incidente en la década de los ochenta entre una jugadora de la Liga Superior de Baloncesto Femenina y un apoderado, en que se reclamaba que la primera trató de conquistar el amor de la esposa del segundo. Incluso, entre los fanáticos del deporte se rumora sobre varios otros casos, desde jugadores del béisbol AA en la década de los setenta y jugadores del Baloncesto Superior en la década de los ochenta hasta jugadores de Grandes Ligas en la década de los noventa y boxeadores profesionales y olímpicos en los 2000.
Y todo apunta a que éstos y muchos otros casos permanecerán en el armario, pues mientras en el resto del mundo se abren más y más las puertas a la libertad sexual, en Puerto Rico el candado es apretado cada día más.
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