“¿Quieren lucha libre?”, pregunta el anunciador.
No pasa mucho tiempo antes de que los gritos ensordecedores del público acaparen toda la cancha donde se realiza el evento. El panorama es el mismo para cada uno de ellos, sea en el coliseo Héctor Solá Bezares en Caguas, en la cancha Pepín Cestero en Bayamón, en el estadio Hiram Bithorn de Hato Rey o en el Paquito Montaner en Ponce.
Por ejemplo, en la función de lucha libre que presenciamos, Insurrection de la World Wrestling League (WWL), más de 3,000 personas se dieron cita en la cancha Pepín Cestero para presenciar la consolidación de esta compañía en la Isla.
Aunque representa una competencia para el tradicional World Wrestling Council (WWC) en la lucha local, los fanáticos tendrán más opciones para dar rienda suelta a sus emociones, como lograron hacerlo tanto en el transcurso de la cartelera como en una actividad previa al evento en la que conocieron a sus ídolos favoritos.
Sería difícil precisar una demográfica específica de la lucha libre, pues a las canchas llegan de todas las edades, clases sociales y nacionalidades. Niños y niñas acompañados por sus padres, jóvenes en manadas, adultos, en fin, de todo.
La euforia comienza a notarse una vez escuchan las palabras de los comentaristas anunciando la entrada de los atletas al ring. Héctor “Voz de trueno”Meléndez o “El rudo de los rudos” Axel Cruz usualmente cargan con esta tarea. En este “espectáculo de excesos”, lo justo es llevar carteles alusivos a frases célebres de los luchadores, acuñadas a la cultura popular, chocarles la mano cuando salen por las cortinas o vestirse como ellos, como fue el caso de “Mundiño”, un jóven de 24 años presente en Insurrection, celebrada el 18 de octubre.
Contrario a lo pensado, los rudos también son queridos por los fans. Aquí, La Conección Árabe y el Imán Ali se retretatan con uno de sus seguidores. (Carlos Rivera Giusti/ Noticel)
Llevaba puesta la máscara de Octagón, luchador mexicano que a veces se une al Hijo del Santo y hacen de las suyas. “Espero que haya sangre, mesas, sillas, escaleras, todo lo que pueda aparecer en la lucha”, enumerócomo características de una buena lucha y cosas que siempre espera.
Desde sus inicios en Puerto Rico para los años ’60, la lucha libre profesional ha gozado con la popularidad y el favor del público. Más aún cuando el reconocido Carlitos Colón, “Acróbata de Puerto Rico” entró en la ecuación, aportando su granito de arena al lleno total en las canchas. Con el espectáculo recibido, los fanáticos reciprocaron el gesto y, gracias a ellos la figura de este luchador ha trascendido del ring y ha viajado el mundo. Igualmente, lo ha convertido en un ícono de la cultura popular, al lado de Tito Trinidad y Roberto Clemente.
Los encuentros entre Colón y Abdullah the Butcher son vivo ejemplo de las pasiones que desata el aclamado ‘deporte-espectáculo’, donde el espectador tiene héroes y villanos en vivo.
Un fanático muestra una foto de sus favoritos, Thunder y Lightning. (Carlos Rivera Giusti/ Noticel)
“La lucha libre en Puerto Rico es única. Aquí se vive como no se vive en ninguna parte del mundo. ¿O tú crees que en Estados Unidos hay cornetas que suenan tan duro que te dejan sordo? ¿O tú crees que en México, por ejemplo, la gente corea un ‘¡Guaaa!’ cada vez que el técnico le pega al rudo? Yo tengo tantas historias de fanáticos que si empezamos a contar no acabamos”, sonrió Savio Vega, cuando Diálogo le pidió su opinión sobre los fanáticos puertorriqueños.
Los fanáticos de la lucha libre no son tontos, contrario a lo que se puede llegar a pensar. Saben que lo puesto en el ring no es real pero no importa. El propósito de ver la lucha, según Roland Barthes, no depende de la conclusión lógica del evento sino cómo se presenta.
“Estos han sido los mejores 20 dólares que he gastado. Me siento como un nene chiquito en Disney ahora mismo”, reveló Philip Santana, fanático de los luchadores Savio Vega y Shane The Glamour Boy.
Otros fans toman la lucha como algo esperanzador, después de todo alguna vez fue llamado “deporte nacional de Puerto Rico”. Así lo piensa Juan Negrón, de 52 años: “la lucha es un deporte más”.
“Todas son buenas y favoritas para mí. Soy fanático desde los 12 años”, confesó Negrón, oriundo de Bayamón. Para él, la lucha sirve de distracción para los jóvenes y tiene el potencial de alejarlos de las drogas, a pesar de que la lucha ha sido plagada de acusaciones relacionadas al uso de substancias controladas.
Y así, fanáticos de todos los tamaños y colores hacen de las suyas y disfrutan de las piruetas de sus favoritos durante una cartelera de lucha libre. Ya lo dijo el filósofo Roland Barthes en su ensayo The World of Wrestling: “En el ring y hasta en las profundidades de su ignominia voluntaria, los luchadores siguen siendo dioses, ya que son, por unos momentos, la llave que abre la naturaleza, el gesto puro que separa el bien del mal, y desvela la forma de una justicia que es al fin inteligible”.
Así se ve el ring desde las gradas de arriba de la Pepín Cestero. (Carlos Rivera Giusti/ Noticel)