Sin raza, una historia de bullying en el colegio
Cuando yo tenía ocho años ya era astuta. Ya sabía, a esas alturas, que durante la hora del recreo, para evitar que mis compañeros de clase bromearan sobre mi pelo y mi color, debía meterme al baño y allí merendar, escribir, hablar con mi amigo imaginario, reír, practicar las poesías que me enseñaban en clase,…
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